Ante un temblor, un accidente o cualquier situación que genere estrés repentino, algunas personas mexicanas suelen recomendar la ingesta de un bolillo para calmar el susto y aunque se ha considerado que sólo es una creencia popular, la UNAM asegura que sí tiene fundamentos científicos.
“Pásenle un bolillo pa’l susto”, es una frase que ha quedado marcada en la cultura mexicana, sobre todo del centro del país, por lo que Nayeli Xochiquetzal Ortiz Olvera, profesora de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, dedicó un artículo para explicar porqué esta recomendación puede funcionar.
Cuando una persona se estresa acumula ácido estomacal, que es el responsable de esa sensación de vacío en el estómago que puede causar otros malestares y el consumo de pan puede reducir esa acidez.
“Por su cantidad de carbohidratos, este alimento inhibe la secreción de ácidos y nos ayuda a reponernos de un susto. Además, por ser masudo y tener la corteza dura, nos obliga a masticar, lo cual nos distrae y aminora nuestros miedos”, dice la experta.
Entonces, el bolillo es un buen aliado para atender las secuelas que padece el organismo humano al verse sometido a un susto y después de vivir una serie de reacciones, como la liberación de noradrenalina y adrenalina, responsables de que el corazón y la respiración se agiten.
El consumo del bolillo en México data del Porfiriato y es uno de los favoritos para la preparación de tortas y para recuperarnos de un evento estresante.
La especialista asegura que incluso las personas con diabetes pueden comer un pedazo de bolillo sin problemas porque incluso su consumo puede ayudar a estabilizar el azúcar.
Pero no es necesario exagerar, tres bocados de pan son suficientes porque cada bolillo puede tener hasta 180 kilocalorías.
La UNAM advierte que el bolillo de ninguna forma debe sustituir el apoyo emocional en momentos de estrés,
“Abrazar a las personas genera certidumbre; tener la sensación de que vamos a estar bien y en compañía es mucho más fuerte y fisiológicamente estable que un pan, porque hace que el cerebro libere más oxitocina, la hormona del amor y el apego. Por lo tanto, un beso o un abrazo nos ayuda a atravesar las situaciones más difíciles. Eso no cambia la realidad, pero hace que nos recuperemos más rápido”, señala Eduardo Calixto González, profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM.
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