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La Jornada
15/11/2025 | Ciudad de México
Juan Carlos G. Partida
Una marcha donde la inmensa parte de los manifestantes fueron adultos y no jóvenes de la generación Z que era la supuesta convocante, vivió Guadalajara durante la mañana de este sábado, pero un grupo de sujetos encapuchados y violentos se dio cita y trató de tumbar la puerta de ingreso a Casa Jalisco, residencia oficial del gobernador, a donde llegaron los manifestantes, y más tarde ese mismo grupo violento causó fuertes destrozos en palacio de gobierno durante al menos tres horas en el centro de la ciudad.
La marcha inició a las 11:00 horas en la glorieta Niños Héroes y se dieron cita, según Protección Civil, 20 mil personas, aunque según los convocantes fueron 50 mil y según observadores independientes no pasó de 10 mil personas.
Foto: Arturo Campos
Las consignas contra Morena, contra la presidenta Claudia Sheinbaum y las porras a favor del asesinado ex alcalde de Uruapan Carlos Manzo, menudearon a lo largo del recorrido que fue pacífico, pero la protesta se tornó violenta con el grupo de encapuchados.
Frustrada su intención de tumbar la puerta de Casa Jalisco, los encapuchados se dirigieron al centro de la ciudad y desde las 15 hasta las 18 horas arremetieron contra la parte frontal del edificio, destrozaron las tres puertas de acceso, prendieron fuego en dos oficinas -lo que también hicieron con una puerta en el costado norte del edificio- y rompieron todos los vidrios, sin que hubiera quién se los impidiera.
Foto: Arturo Campos
Cuando ya oscurecía, los policías que durante tres horas sólo arrojaban agua desde el interior de palacio o gases lacrimógenos mientras los encapuchados derribaron estatuas y lámparas, rompieron baldosas, arrojaron piedras y estrellaron vidrios, recibieron la orden de salir pero lo hicieron de una manera desorganizada y arbitraria, persiguiendo a quienes les pareciera sospechoso y deteniendo de forma indiscriminada y violenta, macaneando en grupo a quienes ya tenían sometidos y mandando al hospital a varios, aunque no se ha hecho oficial.
Esa detención arbitraria y violenta le sucedió a Angel Yael Andrade Hernández, un hombre que transitaba por el lugar junto a su esposa y su pequeña hija de menos de dos años.
Foto: Arturo Campos
“Veniamos caminando, íbamos pasando y vimos que todos empezaron a correr y les aventaban gases. Mi marido se quitó la playera para taparle la cara a mi niña de los gases que arrojaban, y llegó la policía y se lo llevaron dizque porque tenían vídeos de que nosotros veníamos con ellos. Pero nosotros no sabíamos ni lo que estaba pasando si no no hubiéramos venido ni nos expondríamos así con la niña”, dijo entre lágrimas Ana Karen Grande, luego que se llevaron a su pareja.
Hasta el cierre de edición la Policía de Jalisco no había dado a conocer un corte de personas detenidas.
Policías roban equipo de corresponsal de 'La Jornada' en la marcha de Jalisco
Por otra parte, las policías de Jalisco, que durante tres horas permitieron que un grupo de encapuchados libremente destruyera la fachada de palacio de gobierno, tras recibir la orden de apresar a los manifestantes violentos salieron también con otra consigna evidente: impedir que quedara testimonio grabado de sus abusos durante las detenciones casi aleatorias que realizaron.
Así pasó con el corresponsal de La Jornada, quien grababa con una cámara GoPro la golpiza con macanas que entre al menos cinco policías daban a uno de los encapuchados, ya sometido, y de repente uno de los uniformados pasó corriendo a un lado del reportero, le arrebató la cámara y siguió su camino a toda velocidad, lo que evitó que fuera reconocido.
También le sucedió al fotógrafo de la agencia Afp, Ulises Ruiz, quien llevaba dos cámaras y cuando tomaba fotografías y vídeos de los excesos policiales en las detenciones, otro de los uniformados le dio un macanazo y trató sin lograrlo de arrebatarle su cámara.
Por lo menos otros dos periodistas se quejaron del mismo abuso policial, y de peticiones para que borraran lo que grababan bajo amenazas, pero dichos reporteros pidieron no ser citados.
Edición: Fernando Sierra