“Ese antídoto es una esperanza, una fuerza que invita a la acción. No es algo que nos deja estáticos, es algo que nos hace caminar, que nos impulsa. También la esperanza es una posibilidad narrativa, que guía las acciones. Sin esperanza la vida se reduce a supervivencia, a sobrevivir en este maremoto”.
En ese momento de la presentación, la periodista reflexionó aún más sobre la esperanza que nunca abandonó la lucha territorial de los yaquis y se refiere a Byung Chul Han, conocido como el “filósofo de la felicidad”, quien dice que la esperanza no puede ser vista como optimismo “porque si la ves como optimismo, todo es positivo y entonces ahí te quedas, te quedas estancado en que todo está bien, en que todo es positivo”.
“El simple hecho de ver la esperanza y reconocer que están pasando cosas terribles, horribles, tremendas en este país, pero que tenemos la posibilidad de cambiarlo, es ahí en donde yo ubico el periodismo y la investigación que yo hago”, dijo.
En ese sentido dijo que la esperanza existencial, con potencia narrativa, puede guiar los pasos hacia un futuro donde la dignidad y la vida sean posibles, más allá de los futuros distópicos que ahora la literatura suele abordar.
Dijo que del conocimiento ancestral de los pueblos indígenas se puede reconocer que esta voluntad de biología es potenciadora de una concepción de tiempo distinta.
“Esa voluntad significa que ni el pasado ni el futuro son una línea, sino que el pasado y el futuro se concentran en lo que estamos haciendo ahora y por eso en el libro van a encontrar este espíritu, esta voluntad de quienes me expresan su lucha por el agua y la tierra, porque vienen los hijos de sus nietos, y aunque todavía no han nacido, pero ese territorio y esa agua son de ellos, de los que todavía no están, pero ya son de ellos”.
Oropeza pausa su discurso y enmarca la esperanza en la acción, otra de las coincidencias entre los pueblos originarios “no solo los yaquis sino de otras naciones indígenas” a quienes agradece la oportunidad de narrar esa acción basada en la esperanza junto con ellos.
El venado y el agua
Durante la presentación, la periodista también se refirió al plan de justicia para el pueblo yaqui, el cual considera que falló porque los pueblos siguen sin agua y eso ha obligado a la emigración y con ello la pérdida de su cultura porque tienen que salir a trabajar y buscarse la vida y el líquido.
Afirmó que el tema del agua, fuente de vida para el venado que es una de sus deidades principales, va más allá de lo cultural y llega a lo político, que es otra de las aristas que narra el libro al documentar las promesas y la falta de cumplimiento para regresarles sus recursos naturales.
Según lo que ha investigado la conexión de los ocho pueblos que componen la nación yaqui se da a través del torrente del río, lo que a la larga podría terminar con el resguardo de sus tradiciones y costumbres, con la danza del venado a la que sólo le queda algún danzante nativo porque “el venado no tiene agua para beber”.
Y contó la vida del yaqui Camilo Flores Jiménez, reflejada en el libro, incluida su muerte ocurrida cuando seguía en la espera del cumplimiento de la promesa de tener agua, compromiso repetido sexenio tras sexenio desde el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.
Edición: Fernando Sierra