Óscar Muñoz

Ilustración: Chakz Armada

La Jornada Maya



30 de abril, 2015



A pesar de que el mundo actual ha sido invadido por la violencia, la que ha salpicado a todos los seres humanos sin distinción, la población infantil se mantiene a flote en medio de la inmundicia salvaje y bárbara. En efecto, todos hemos sufrido una situación violenta: un asalto, un robo, un secuestro, un fraude, un acto de corrupción o una injusticia. Y sin embargo, los niños se mueven en este ambiente profano.



A pesar de la violencia intrafamiliar, del maltrato por sus compañeros escolares, del acoso de los adultos, de los castigos en la escuela, de la indiferencia de la gente, de la ausencia de estímulos en la casa y la escuela, de los escenarios de soledad y la depresión infantil, los niños y niñas se mantienen de pie. Han sido, hasta ahora, héroes y heroínas ante la adversidad que no pidieron nunca ni buscaron jamás.



A pesar de que el sistema educativo se ha vuelto cada vez más un sistema de simulaciones educativas y desaprovechamientos escolares, los niños y las niñas asisten a la escuela. A pesar de que muchos maestros cubren sus horarios laborales en las aulas sin aquella responsabilidad docente y sin aquella orientación didáctica luminosa, los alumnos aprenden (por su cuenta).



Y a pesar de los 117 errores ortográficos en los libros de texto gratuitos de la SEP, los pequeños estudiantes resuelven los ejercicios contenidos. A pesar, también, de que en los libros de lectura de la SEP no fueron encontrados textos de Octavio Paz, ni de Juan Rulfo, ni de Julio Cortázar, ni de ningún escritor universal del gusto de los niños, los alumnos leen con placer lo muy poco que encuentran en tales antologías. Estos niños y niñas son verdaderos paladines de la supervivencia.



Aparejado con lo anterior, a pesar de la ausencia de programas extraescolares (y de los pocos existentes, operados en la absoluta simulación), los pequeños disfrutan como locos las poquísimas actividades recreativas: participan como si fuera la única vez y con un entusiasmo inusitado. A pesar de la falta de recreación, los niños y las niñas siguen recreándose por su cuenta. Al parecer, las ausencias de estos programas no los detendrán: son invencibles.



Por otra parte, a pesar de la pérdida de espacios públicos, ocasionada por la urbanidad desmedida, y a pesar de la falta de más y mejores parques infantiles, los pequeños se divierten llenos de felicidad. Los niños y niñas crean sus propios espacios y parques privados en medio de su imaginación: son auténticos inventores de juegos y juguetes. Con sólo unos objetos reciclados pueden construir un parque de diversiones imaginario. Y sin embargo juegan.



En salud, a pesar de la falta de hospitales infantiles y a pesar de la carencia de medicamentos pediátricos efectivos y de especialistas, los niños y niñas sobreviven. Con poca alimentación y mínima nutrición, los infantes siguen respirando en este mundo adverso y contrario a la satisfacción de sus necesidades vitales de salud. No hay duda, son ciertamente los seres con un gran poder de supervivencia. Aunque ello no es justo ni ético. No es válido que, a pesar de esta fuerza de sobrevivencia, la población infantil se mantenga en pie sin que muchos vean por su bienestar y su desarrollo humano.



¿De qué ha servido la existencia de los Derechos de los Niños si todos éstos han quedado en el papel y los festejos simulados en favor de los pequeños? ¿Dónde queda, entonces, el festival de los niños de abril? ¿Qué hay que festejar? ¿Qué otras atrocidades les deparan a los infantes de parte de los adultos, del Estado, de quienes estamos obligados de velar por ellos? Y sin embargo los niños se mueven, a pesar de mover a México.




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