Fernando Camacho Servín · La Jornada Nacional

19 de abril, 2015

Después de más de una semana de intentos fallidos por salir de Ixtepec, en Oaxaca, la caravana del Viacrucis del Migrante llegó ayer al Distrito Federal y visitó la Basílica de Guadalupe, donde acudió a dar gracias por su arribo y a denunciar los múltiples abusos de que son víctimas los indocumentados en su paso por México, tanto por la delincuencia organizada como por servidores públicos.

Tras haber llegado alrededor de las 3 de la madrugada del sábado a un deportivo de la delegación Coyoacán, donde pasaron la noche, los integrantes de la movilización realizaron un acto público a las 10 horas en las inmediaciones del templo religioso.

Encabezando a un grupo de más de 200 migrantes, el sacerdote Alejandro Solalinde denunció las violaciones de derechos humanos cometidas por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y de la Policía Federal (PF) en contra de los trabajadores internacionales sin documentos, quienes fueron golpeados y rociados con gas, sin importar edad o condiciones físicas.

Lo que pasó el jueves (de la semana pasada), cuando se hizo el operativo, fue la culminación de un acoso, de una tortura sicológica, porque el diálogo fue desechado. No hay conversación con un programa de seguridad aplicado por policías, indicó el religioso.

Solalinde denunció que los policías federales golpearon con sus escudos a los migrantes en el pecho, las espinillas y los dedos de los pies, además de encapsularlos y empujarlos sin que mediara agresión alguna, lo cual dejó varias personas heridas.

Le encomendamos nuestra vida a Dios, porque nadie sabía qué podía pasar. Nadie los insultó, pero ellos a nosotros sí. Llevaban escudos y gas, nos golpearon, nos encerraron y empezaron a caminar hacia nosotros, pero con la fuerza de la gente y el amor del pueblo, avanzamos, narró el activista.

Hago un llamado al pueblo de México para que ya no siga sosteniendo a este tipo de gobiernos, para que en estas próximas elecciones ya no vote por más de lo mismo. Hagamos un cambio, porque si no vamos a tener los gobernantes que merecemos, enfatizó.

Animados por Solalinde, una decena de migrantes de varios países centroamericanos ofrecieron su testimonio sobre la forma en que fueron atacados por elementos de la PF y subrayaron que su único propósito al cruzar el territorio mexicano es tratar de llegar a Estados Unidos para buscar una vida digna.

El niño Marcos Javier Pineda, originario de Guatemala, contó mientras cargaba una cruz de madera:los agentes nos empujaron para el medio, nos estaban apretando contra nosotros mismos. ¿Cómo le pueden quebrar el pie a una niñita si está pequeña?, se preguntó.

Todavía con la mirada perdida y llena de angustia, Neida Marisa Sánchez, de Honduras, recordó que tuvo que salir de su país porque ella y su familia fueron amenazados de muerte, y que todavía resiente las agresiones de los federales en el retén de El Espinal.

Sufrí mucho porque nos golpearon. Cuando los policías nos arrinconaron me oprimieron el pecho, ya no podía respirar y casi me desmayo. La presión se me subió a 190, el pecho todavía lo ando (tengo) adolorido y me duele mucho mi pie, lamentó.

En medio de consignas comosomos migrantes, no delincuentes y¿por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina?, los indocumentados caminaron después hacia la Basílica de Guadalupe, donde participaron en la misa y rezaron para agradecer por su llegada con bien a la capital del país.

Los participantes en el viacrucis enfatizaron que en su oración pidieron a la Virgen que cambie la política migratoria del país, y recordaron a los migrantes que han desaparecido o muerto en su viaje por México.

Durante la homilía, el vicerrector de la Basílica, monseñor Carlos Ruiz y Alvarado, mencionó la presencia en el lugar de Alejandro Solalinde y el Viacrucis del Migrante, con quienes pidió solidaridad y apoyo, como lo ordenó el papa Francisco.

El religioso subrayó que los católicos no pueden ser insensibles ante el fenómeno de la migración y pidió a los feligreses que observen conmás solidaridad y con un corazón más cordial a quienes se ven forzados a dejar sus países en busca de una vida mejor.

Luego de participar en la misa, los indocumentados se retiraron de la Basílica, donde recibieron muestras de apoyo de varias personas e incluso donativos económicos de mujeres que los bendijeron y les desearon suerte en el camino.


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