Ashlei Espinoza Rodríguez
Foto: Notimex / Jessica Espinosa
La Jornada Maya

Juchitán, Oaxaca
Lunes 3 de octubre, 2016

El pequeño espejo en el que se contempla Naomy mientras se maquilla, sólo tiene espacio para reflejar la seguridad de sus enormes ojos negros. En él no hay suficiente lugar para que esta muxhe pueda apreciarse en su totalidad.

Al llegar al municipio oaxaqueño de Juchitán, a primera vista se puede apreciar la aprobación en la convivencia entre los pobladores y la comunidad muxhe, denominación que se les da a los varones de la región del istmo que deciden ser mujeres por género (muxhe guna), a los hombres homosexuales (muxhe guiu) y a las mujeres lesbianas (muxhe ngüi).

En este pueblo, de origen zapoteco, a pesar de la aceptación cultural que se ha tenido por generaciones hacia los muxhes, donde respetan y aceptan la orientación sexual y la identidad de género de estas personas, la contracara de esta tolerancia se perfila hacia otra realidad.

En este escenario paralelo, las muxhes guna son discriminadas en las escuelas y en las velas (fiestas) por vestirse de mujer. En las calles está mal visto que una de ellas tenga como pareja a un hombre heterosexual y entrar a un baño público se ha convertido en todo un desafío, porque si ingresan a uno de mujer, muchas féminas se incomodan y si van a uno de hombres, son ofendidas.

Esto lo sabe Naomy Méndez, una joven muxhe transgénero, de 25 años de edad, quien es universitaria, activista y modelo, una mujer que lucha y predica con el ejemplo, la posibilidad de que una muxhe puede tener sueños y metas que traspasen los límites del reducido espejo en el que hoy se observan ella y su comunidad.

Sentada en una silla del comedor de su hogar, ataviada con el traje y las joyas típicas de Juchitán, Naomy narró con una sonrisa y el orgullo reflejado en su rostro, el momento en que les comentó a sus padres, a la edad de 15 años, que era muxhe.

“Estábamos comiendo todos sentados en esta mesa y yo le digo a mi mamá: Mamá soy homosexual, me gustan los hombres, mi mamá se levanta y se va con su plato a la cocina, y en cambio mi papá, el que menos esperaba que me aceptara, se levantó y me dio un beso en la frente y me dijo, eres mi hijo, eres mi sangre y yo te acepto tal y como eres”, expresó.

En la familia de un o una muxhe, se tiene la creencia de que sí los padres aceptan a sus hijos, las demás personas también lo harán.

Este fue el caso de Orlando Méndez, papá de la joven, quien ligeramente conmovido recordó el momento en que ella les comunicó la noticia: “Yo le dije a mi esposa que si nosotros lo reprobamos la sociedad, lo iba a reprobar y que si nosotros lo amamos, la sociedad lo iba a amar.

“Entonces pues yo le dije a él, yo sé que tu vida va a ser diferente, te quiero, te amo y no te preocupes”. Con estas significativas palabras, que aún hoy retumban en la casa, su familia le dio su aprobación.

A partir de entonces, Naomy poco a poco comenzó a enchinarse las pestañas, a ponerse rímel y a llenarse el rostro de polvo y rubor, acciones que hoy domina a la perfección.

“Una de mis hermanas me dijo: ‘Yo te presto mi vestido, te voy a maquillar' y pues me fueron aceptando y fui convenciendo a mi mamá y a la semana ya me había aceptado, pero no le gustaba que me maquillara y me arreglara, pero con el paso del tiempo me fui emperifollando y hoy ya soy toda una señorita”, sonrió.

Hasta ese momento el panorama de Naomy lucía de maravilla, hasta en la secundaria se dio cuenta de lo difícil que era ser transgénero, porque tenía que ir vestida con pantalón y no se podía maquillar.

“En las instituciones no hay un acercamiento y una aceptación para que una muxhe pueda terminar una carrera, entonces ellas dejan los estudios muy jóvenes y se dedican al comercio, a bordar y a tejer para solventar sus gastos y apoyar en la casa, porque la misma sociedad no permite que terminen un carrera”, destacó.

Es por ello, señaló, que la mayoría de las muxhes guna de Juchitán tienen una profesión de estilistas y bordadoras, “porque eso sí, siempre hemos sido trabajadoras”.

Para las nuevas generaciones de la comunidad, Naomy se está convirtiendo en todo un ejemplo a seguir, ya que ella no dejó que esto mermara sus ganas de superarse y actualmente se encuentra cursando el cuarto semestre de la carrera de Ingeniería Industrial en una institución dentro del Istmo.

“Para estudiar tengo el apoyo de diferentes personas e instituciones con las que he trabajado y yo creo que si no tuviera este apoyo se me haría muy difícil estar en una institución, pero también gracias a pláticas que he dado en la escuela, mis compañeros no me faltan al respeto”, explicó.

Al preguntarle por qué eligió está carrera, respondió: “Decían que en la parte petrolera ganarías mucho dinero, entonces como ingeniero industrial ibas a ganar súper bien”.

“Es una carrera que no me gusta. pero la estudio para el día de mañana tener un apoyo económico hacia mis padres, para que el día en que mi mamá y mi papá ya no puedan trabajar pues los pueda apoyar y mantenerlos, porque ellos desde niño me dieron una educación y pues esto que tengo”, detalló.

En este sentido, en Juchitán tradicionalmente se ha visto a las y los muxhes como las personas que se harán cargo de los padres cuando estos envejezcan y aunque en algunos casos, miembros de la comunidad han roto con esto, aún hoy es visible esta realidad.

“Nuestros hermanos se llegan a casar y las muxhes siempre nos hemos quedado a cargo de los padres. En mi caso soy la menor de mis seis hermanos y soy la que vivo con ellos y cuando se enferman por ejemplo le hablo a mis hermanos y vienen”, señaló Naomy.

Con todo esto, cuando se le cuestiona a Naomy el tema de cómo es la vida personal de una muxhe dentro de Juchitán, ella simplemente dijo: “Aquí todo es muy discreto, a la luz de la noche”.

Y es que en esta parte del Istmo, mencionó la también activista, “para una muxhe salir al cine con un hombre es algo feo porque hay ciertos límites. Por ejemplo, si voy con mi novio por la calle y hay un grupo de niños que nos ven, la gente dice: ‘qué clase de ejemplo les estamos dando'”.

Por ello, explicó, para una muxhe encontrar una pareja es muy complicado porque la sociedad los limita en este aspecto y ni que hablar de contraer matrimonio con un hombre heterosexual “En Juchitán la gente no está capacitada para, eso pues no es muy visto”, comentó.

En este sentido, recordó que en la comunidad sólo ha habido dos parejas conformadas por una muxhe y un hombre heterosexual, que han vivido juntos, “iban a las fiestas el hombre con su cartón y la muxhe con su botana y su limosna”, aunque apuntó que casos de matrimonio se han dado únicamente dos en Tehuantepec.

“La comunidad muxhe es de cuidar a papá a mamá, trabajar, salir con los amigos y nada más, creo que los mejores momentos son con los amigos, con la familia, creo que el amor que busca un muxhe lo encuentra con mamá y papá en mi caso yo no necesito un hombre porque ya una vez me junte y no funcionó”, dijo.

Sin embargo, con una risa nerviosa confesó: “Para mí el amor es pasajero lo vives en el momento adecuado y con la persona que quieras estar, aunque yo espero que un hombre al final de cuentas pues en verdad quiera algo y me diga ‘quiero estar contigo'”.

Debido a esta censura, resaltó, la comunidad muxhe ha aprendido a vivir su vida sentimental y social de una manera muy íntima, muy personal, sin que esto signifique que algunos miembros no deseen vivir una vida amorosa tradicional.

Es por ello que ante esta otra realidad que viven los muxhes de Juchitán, Naomy, junto a otros activistas como Amaranta Gómez, Quica Godínez y Biiniza Carrillo, han realizado actividades como pláticas y talleres para apoyar y empoderar a la comunidad muxhe.

“Antes se creía que Juchitán era el paraíso muxhe, en mi ideología no lo es, creo que sí hay aceptación, pero falta mucha sensibilidad en la comunidad.

“Lo que ha hecho Políticas Públicas para la Diversidad Sexual para que la gente nos fuera aceptando, para que vean que somos seres humanos y nos deben de aceptar tal y como somos porque vivimos en el mismo mundo, es admirable”, dijo.

En este aspecto, Naomy señaló la importancia de concientizar a las nuevas generaciones para que el espejo en el que ahora ella sólo puede apreciar sus bellos ojos, el día de mañana pueda reflejar completamente a los miembros de la comunidad.

“Ellas deben seguir luchando por nuestros derechos, que son sus derechos, para que tengamos más aceptación”, enfatizó.


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