José Antonio Román y Arturo Sánchez Jiménez
Foto: Roberto García
La Jornada Maya

Ciudad de México
Miércoles 12 de septiembre, 2018

En 1968, en la estrategia del presidente Gustavo Díaz Ordaz para reprimir el movimiento estudiantil y en la matanza del 2 de octubre estuvo presente el gobierno de Estados Unidos y su pretensión de que el Ejército Mexicano asumiera el poder en el país, sostiene el documentalista Carlos Mendoza Aupetit.

Para el fundador del Canal 6 de Julio la injerencia estadunidense en México es más fuerte hoy que en los años 60. En el sexenio de Felipe Calderón, por ejemplo –dice el cineasta en entrevista–, “se dio a conocer la existencia de una sede donde estaban concentradas nueve agencias del país vecino. Y están todos los episodios ligados a la guerra contra la delincuencia organizada y operaciones como Rápido y Furioso”.

En el 68, considera, se pretendía instaurar en México un gobierno militar, como los que en las décadas de los 60 y 70 se impusieron en naciones de América Latina, como Guatemala, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. En México, el plan fracasó.

“Habían decidido un modelo de dominación basado en las dictaduras castrenses, pero México fue un país más difícil para ellos y nuestra hipótesis–que trabajamos junto con el escritor Carlos Montemayor– es que en el 68 se intentaron crear las condiciones para dar mayor protagonismo al Ejército Mexicano, para ir sacándolo a la calle.”

Según esta interpretación, hubo personal militar que compró esta idea. “La gente del Estado Mayor Presidencial, el general Luis Gutiérrez Oropeza–jefe de esta agrupación– y el general Alfonso Corona del Rosal, jefe del Departamento del Distrito Federal con Díaz Ordaz.”

Y hubo otros que no, como el general Marcelino García Barragán, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional en el 68. "Desde nuestro punto de vista, él fue la gran personalidad que libró el tema del 2 de octubre. Era un viejito que había combatido en la Revolución, que estaba hecho en esa mística, incapaz de venderse a los gringos por cuestiones históricas. Hay elementos para pensar que por ahí fue la cosa, que hubo gente que, más que institucional, fue históricamente leal".

El documentalista plantea que detrás del fracaso de la conjura hay varios elementos: uno es que el Ejército Mexicano tiene como uno de sus referentes a los Niños Héroes, "y siguen entendiendo las invasiones estadunidenses de 1847 y de 1914 como agravios a la nación"; otro es que el Ejército Mexicano no era como los de Argentina o de Chile, de casta, sino que tiene origen popular. "Y no sólo había gente como García Barragán, que era incapaz de entregarse a una potencia extranjera; por una de las fuentes que aún no podemos revelar, sabemos que había oficiales jóvenes en las fuerzas armadas que estaban a la izquierda".

Mendoza Aupetit mismo dice que esta interpretación del 68 puede llegar a parecer una teoría "conspiranoica". Sin embargo, en obras como Tlatelolco, las claves de la masacre y 1968: la conexión americana, se da cuenta de documentos oficiales y desclasificados que sostienen sus hipótesis y muestran el papel que desempeñaron el entonces embajador estadunidense, Fulton Freeman; el director de la CIA en México, Winston Scott, y otros integrantes de esa agencia de espionaje, quienes además tuvieron participación en la ejecución de golpes militares en América Latina.

En sus documentales, Carlos Mendoza demuestra que fueron reclutados por la CIA los presidentes Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, así como Antonio Carrillo Flores, secretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Díaz Ordaz; Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la Dirección Federal de Seguridad; Joaquín Cisneros, secretario particular de Díaz Ordaz; Emilio Bolaños, sobrino de Díaz Ordaz, y Humberto Carrillo Colón, agregado de prensa de la embajada de México en Cuba.

Incluso –señala–, varios de ellos son identificados dentro de la red de informantes que Winston Scott creó desde 1956 en México y a la que denominó Litempo.

En su opinión, no se trata de que el movimiento del 68 fuera una invención de la CIA, pero sí que las agencias de inteligencia estadunidenses tuvieron un papel a lo largo del movimiento con un modo de operar que Mendoza Aupetit llama la "construcción del enemigo": se crea un ente maligno que hay que detener: en el 68 eran "los agitadores comunistas", los "terroristas"; en la actualidad, "los sicarios", el "crimen organizado". Y luego se señala que es necesaria la ayuda estadunidense.

"Las operaciones de inteligencia como las de 1968 son negras, embozadas, pero suceden mucho más seguido de lo que sabemos."


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