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Francisco J. Rosado May
Foto: Twitter @CnpammMx
La Jornada Maya

Martes 22 de octubre, 2019

El pasado 29 de septiembre festejamos el Día Nacional del Maíz. Cinco días antes, en una sesión histórica e inédita, el Senado de la República publicó la aprobación de la fecha del festejo con una votación favorable de 112 senadores, reconociendo así que el maíz es pilar de nuestra cultura mexicana.

Entre los argumentos a favor mencionaron que:

– El maíz es un patrimonio nacional y mundial que se necesita conservar y mejorar.

– Estamos hechos de maíz, lo llevamos en el corazón y el alma.

– Uno de los grandes retos es encontrar el equilibrio adecuado entre el maíz criollo, originario, y la agricultura comercial.

– El maíz puede y debe ser la base para reactivar la economía del campo basado en un buen precio de garantía.

La conservación, en el mejor sentido de la palabra, de la cultura de los pueblos originarios es la mejor forma para garantizar que la enorme diversidad de variedades de maíz en México también se conserve y se innove, creando nuevas variedades para adaptarse a las condiciones climáticas actuales.

Entender los procesos de aprendizaje e innovación del conocimiento, que tienen las comunidades indígenas que nos han legado el maíz, y un alto número de otros cultivos y beneficios, es clave en los deseos expresados por los Senadores. Si no reconocemos, entendemos y facilitamos la aplicación de esos procesos, es posible que en poco tiempo ya no tengamos maíces criollos, que solamente tengamos variedades híbridas, o, peor aún, los genéticamente modificados. Así perderíamos tanto la soberanía como la seguridad y la suficiencia alimentaria.

La decisión del Senado se dirige hacia un proceso aún mayor; el objetivo es la creación de una ley nacional que proteja los saberes indígenas, las variedades criollas y los sistemas de producción tradicionales, como elementos que explican la gran diversidad de maíz, y otros cultivos, que hoy nos hace sentir orgullosos. Esta decisión tiene historia que no hay que olvidar porque sin memoria no hay historia.

Desde el 25 de junio de 2007 inició en México una campaña promovida por más de 300 organizaciones sociales, ambientalistas, de derechos humanos, de la mujer y de alimentación. Ellos respondieron a un escenario previsto en el TLC, capítulo agropecuario, que implicaba la importación de maíz y frijol.

Con el enfoque neoliberal, dominante en ese entonces, era muy alta la probabilidad de que las importaciones de maíz y frijol no solo sustituyeran la producción interna, sino que establecían condiciones para la extinción de los cientos, y quizá miles, de variedades criollas que existen en México. Bajo estas condiciones, la movilización social era indispensable. La amenaza del cultivo en México de variedades de maíz genéticamente modificadas generó mucha más conciencia social para proteger nuestras variedades criollas, no sólo de maíz, sino de las decenas de especies y variedades que México ha aportado al mundo.

Se generó entonces la campaña nacional Sin Maíz No Hay País, que aglutina a más de 300 organizaciones a nivel nacional, que ha expandido sus actividades hacia la salud alimentaria y que desde 2009 ha promovido el 29 de septiembre como el Día Nacional del Maíz.

La protección y conservación del maíz criollo ha sido motivo de legislación en diferentes estados, algunos ejemplos son los siguientes. En Morelos, desde el 18 de diciembre de 2013, existe la “Ley de Protección y Conservación del Maíz Criollo en su Estado Genético”. Michoacán publicó el 1 de marzo de 2011 la “Ley de Fomento y Protección del Maíz Criollo Como Patrimonio Alimentario del Estado”. Tlaxcala hace lo propio el 18 de enero de 2011. Asimismo, en 2016 el CONACyT y la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, dieron a conocer el Programa de Conservación del Maíz Criollo en México. Hace unos días, el Centro Internacional De Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) publicó el plan estratégico 2030 para maíz en México. Es decir, existen buenos antecedentes y condiciones que permitirían mejorar las leyes estatales y pensar en una legislación paraguas a nivel nacional. Hay condiciones hoy, como nunca, para lograr ese objetivo. La lucha de la campaña nacional Sin Maíz No Hay País ha tenido bastante impacto.

Para la muy probable Ley de Protección al Maíz Nativo y la Soberanía, Suficiencia y Seguridad Alimentaria es indispensable, incorporar dos elementos que explican la diversidad de variedades de cultivos, no solo de maíz, que se busca proteger.

El primer elemento es reconocer que existe un alto nivel de conocimiento, altamente sofisticado, detrás de los cientos de variedades criollas. Conocimiento generado por poblaciones originarias y que se sustenta en su cultura. Entender, reconocer y potencializar –no desaparecer-- las formas de aprendizaje e innovación de conocimiento que permitieron, y siguen permitiendo, esa riqueza genética, debe reflejarse en la legislación. Hay bastante información científica sobre este tema, esperando aplicarse y replicarse, útil para diseñar estrategias pedagógicas innovadoras, en educación desde nivel básico hasta nivel superior, especialmente para un enfoque intercultural.

Las variedades existentes se conservan in situ debido a que se cultivan en sistemas, como la milpa, diseñados ad hoc y respaldados por siglos de conocimientos y experiencia acumulada. Este es el segundo elemento. Los cambios en esos sistemas, y su manejo, como la incorporación de pesticidas o variedades no deseadas, pone en riesgo la conservación de las variedades criollas.

La protección de las variedades criollas pasa por el reconocimiento, protección y potencialización de las formas culturales de aprendizaje e innovación del conocimiento que tienen las comunidades originarias. Al extinguirse esas formas, con la sustitución de otras formas no afines a la cultura, también se extinguirán las variedades de plantas que queremos proteger. ¿Estamos preparados para una Ley tan holística como lo ha sido la preservación del sistema de variedades criollas? Don Luis, quien en la comunidad de Divorciados sembró este año sus últimas semillas criollas en condiciones de sequía, desea que sí estemos preparados. Y millones como él.

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