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Pedro Bracamonte y Sosa
Foto: EFE
La Jornada Maya

Domingo 29 de septiembre, 2019

Ahora Cuba enfrenta dos graves problemas que impulsan creciente malestar social. No es para menos, pues atañen a los ingresos del Estado socialista y al consumo alimentario de la población. De hecho sacan de curso cualquier posible planificación consistente, ya que sus causas son tanto internas como externas y de corto y largo plazo. La impresión que se tiene, sin embargo, es que el malestar está autocontrolado por una ideología nacionalista y comunitaria compartida por la mayoría, y por la política de masas surgida desde el triunfo de la revolución en 1959. La economía cubana enfrenta la pérdida en importaciones de cárnicos (pollo, cerdo, res y embutidos) al grado que se ha tenido que, una vez más, racionar la distribución y el consumo.

No se puede decir que los habitantes estén acostumbrados a ello, porque nadie en realidad se habitúa al deterioro de los productos alimentarios. A la vez, el otro asunto negativo es la reciente cancelación de la mayor parte de los cruceros turísticos que arribaban a la Habana y de los que el Estado y muchos cuentapropistas (pequeños empresarios) obtenían no pocos beneficios.

El origen de la crisis actual es bien conocido: la perversidad del presidente de los Estados Unidos en su afán de derrotar a un país “enemigo”, al imponerle prohibiciones y agitar las casi acalladas aguas de la antigua Guerra Fría de competencia ideológica. En la Habana, los ciudadanos que esperaban con la visita de Obama en 2016 la concreción de una apertura comercial a un precio político moderado, han llegado a la frustración de aquella promesa de avanzar en una economía mixta, en la que el esfuerzo individual tuviera una razonable recompensa privada.

Pero no todo es responsabilidad de Trump. Existen, como dije, razones internas del formato de los cambios introducidos por la revolución al definirse como socialista en 1961 y de las decisiones económicas más recientes.

Existe un socialismo sumamente estatizado, a mi parecer, que paga la cuenta del legítimo interés de las personas por mejorar su bienestar con su propio esfuerzo y no solamente con la seguridad de tener lo estrictamente indispensable (salud, educación y alimentos básicos). Sin duda, la entonces celebrada Reforma Agraria se ha convertido en un talón de Aquiles en la medida que no incentiva la producción agropecuaria.

Si bien el cuentapropismo es relativamente creciente, no marca un futuro de competencia económica y su desarrollo último ha estado asociado al turismo como fuente de ingresos. Y es que apostar al turismo es un asunto de alto riesgo para una economía nacional de alta dependencia. Se entiende que con el escaso intercambio comercial producto del bloqueo acentuado ahora, Cuba deba aceptar lo posible y el turismo ha resultado una oportunidad. El problema es que está en entredicho por motivos de política internacional.

La gran apuesta por el turismo con flujos de capital del exterior podrá aliviar quizá en el mediano plazo –a pesar del daño provocado por Trump– los ingresos del gobierno y los males del subempleo. Pero con esa rama hay que tener mucho cuidado, debido a que es de alta vulnerabilidad frente a fenómenos climáticos y a los gustos del ocio en los países desarrollados. A la vez, hay que advertir que la tasa de retorno o ganancia en esa actividad depende en buena medida, cuando de inversión extrajera se trata, de salarios de miseria en los países receptores.

En el mundo actual, de acelerados recambios hacia el nacionalismo político y el proteccionismo económico, en los que los Estados Unidos se ha puesto a la vanguardia, la economía cubana enfrenta riesgos de mayor aislamiento a los que se debe añadir la dinámica de una demografía que apunta hacia el envejecimiento de su población. De acuerdo con el periódico Granma, en 1985 el 11.3 por ciento de la población era mayor a los 60 años y se calcula que para 2030 ese índice ronde los 29.3 por ciento.

Esto es, mayor gasto en salud y bienestar a los adultos mayores. Entonces, la planeación económica debe considerar este tipo de condiciones a un futuro cercano. Algunos indicios de recuperación como la renovación del tren entre la Habana a Holguín (con maquinas chinas) y otras obras de infraestructura son positivas pero para nada suficientes en la necesidad de una economía redistributiva boyante.

Así las cosas, a mi parecer habrá que incentivar la producción privada interna y el mercado libre en ramas cruciales de la agricultura e industria, en la tesitura de que en realidad, en teoría y en práctica, mercado libre y socialismo no son contradictorios sino complementarios, y aprovechar el turismo para una capitalización del propio Estado y de los productores directos.

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