La falacia de las reformas educativas

Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 25 de junio, 2019

Si bien la mal llamada Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto y Aurelio Nuño Mayer estaba caracterizada con el concepto “aprender a aprender”, en apariencia centrada en el alumno, lo cierto es que nada era verdadero ni real, todo estaba fincado en la simulación a partir de términos extraídos de la pedagogía de la ocurrencia. La Secretaría de Educación Pública (SEP) de la administración anterior hizo creer que el sistema educativo requería de dar mayor importancia, más que a los contenidos y métodos educativos, más que al proceso enseñanza-aprendizaje, a “aprender a aprender”, sin saber siquiera qué significaba.

Nunca fue aclarado el significado conceptual o técnico de “aprender a aprender”. Por una parte, hubo la incapacidad de comunicar a la población, principalmente a la comunidad escolar, el enfoque y los criterios básicos del supuesto nuevo sistema educativo fundado en este concepto de relumbrón. Nunca hubo la claridad ni la precisión de este supuesto enfoque, que resultó simplemente una especie de slogan publicitario que pretendía hacer creer que la SEP mejoraría el sistema educativo al centrarlo en “aprender a aprender”.

Vale aclarar que diseñar un sistema educativo en torno del alumno no asegura la calidad educativa que una sociedad requiere. Tampoco fundamentar un sistema en la enseñanza, más que en el aprendizaje, consolida el mejoramiento educativo que se necesita. Habrá que tener cuidado al suponer que lo más importante es el alumno o el maestro o los contenidos o los métodos o la infraestructura o la estructura escolar o la gestión o la administración institucional. En su lugar será necesario recurrir a la hermenéutica de la educación para saber con precisión qué requiere un sistema educativo para mejorarlo con base en las necesidades sociales presentes y futuras de una comunidad, ya sea nacional o estatal.

[b]El milagro finlandés[/b]

Por ejemplo, el sistema educativo de los países escandinavos, como Finlandia, ha ofrecido al mundo una imagen que ha convencido a muchos del éxito educativo conseguido al despuntar el siglo XXI. A través de los exámenes PISA, este país nórdico logró escalar a los primeros lugares en matemáticas, lectura y ciencia. Desde entonces, el mundo quedó admirado de que los estudiantes finlandeses lograran llegar a una situación educativa ideal, a pesar de la eliminación de exámenes y tareas escolares, las sesiones centradas en el alumno, la exigencia formativa de los docentes, entre otras circunstancias.

Sin embargo, a partir de 2009, la situación educativa finlandesa cambió y comenzó a perder aquellos primeros lugares en el contexto educativo mundial. De acuerdo con los resultados de investigación del sueco Gabriel Heller Sahlgren, el éxito educativo de este país no fue resultado de las reformas educativas aplicadas al comienzo del milenio, sino de sus circunstancias históricas. Según Heller, fue su sistema tradicional, centrado en el docente y basado en un centralismo organizativo, lo que permitió alcanzar los primeros lugares de la prueba PISA. Además, señala el investigador, “su ascenso comenzó mucho antes de aplicar sus políticas educativas estelares”.

Entonces, ¿dónde exactamente están las razones del llamado “milagro finlandés”? Según Gabriel Heller, también autor del libro Real Finnish Lessons, Finlandia siempre le dio mucha importancia a la función de los docentes, tanto en la escuela como en la comunidad. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial, este país ya contaba con una buena cantidad de profesores bien formados, a pesar de que no asistían a las universidades sino a seminarios. Junto con ello, cuenta también su rápido crecimiento económico entre los años 50 y los 80, lo que fue determinante en el sistema educativo de Finlandia.

Con todo lo anterior, este país nórdico siguió siendo muy tradicional hasta principios del nuevo siglo. Aunque lo más relevante, entre todas las características económicas, sociales y culturales, son tres asuntos fundamentales: las costumbres que determinaron que la educación fuera lo más importante; el rápido desarrollo económico, lo que favoreció que los padres estuvieran mejor formados, y que esta circunstancia influyera favorablemente en los hijos, y la extensión del método tradicional en el sistema escolar, que en la actualidad no es tan popular.

Al parecer, los éxitos del sistema educativo finlandés no están basados en las reformas educativas más novedosas, sino en su contexto histórico y sus auténticas exigencias sociales, económicas y culturales. Por ello, será importante que las reformas educativas reflejen estas condiciones; de otra manera, seguirá la conveniencia de la simulación y el uso de conceptos de relumbrón, como “aprender a aprender”. Pero parece que no hay, ahora, en la nueva reforma de la 4T, nada claro ni preciso, ni siquiera un concepto impresionante. Habrá, entonces, que señalar o, si es necesario, exigir a las autoridades educativas federales y estatales una reforma consistente y concreta, que esté basada en su historia y su contexto socioeconómico.

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