Jhonny Brea
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya
Viernes 21 de junio, 2019
Por fin, ya se avizoran las vacaciones. Bueno, eso es un decir, porque los únicos que tienen ese beneficio son quienes están en edad escolar. El resto posiblemente tenga chance de detener las labores que lo convierten a uno en integrante de la población económicamente activa por unos cuantos días, nada más.
Llegamos a la semana de los festivales de fin de cursos, ese ritual en el que la escuela es la que enseña a los papás lo avanzado por sus retoños, a veces sorprendiendo a algunos. Eso sí, también incluye algún número en particular; puede ser una obra de teatro, bailables para los que los papás invirtieron una buena cantidad de dinero para el vestuario, además de buenas dosis de paciencia y una que otra dosis de diazepam o por lo menos de valeriana, por aquello de la ansiedad porque la modista todavía no entrega los trajes o se hizo ojo de hormiga, además de los boletos. Siquiera este año [i]La Xtabay[/i] encontró a una muy buena y que cumplió en tiempo y forma. Hay que cuidarla porque de esas hay pocas.
El fin de cursos es también uno de esos grandes obstáculos que uno tiene en el año para conducir con éxito la Estrategia Integral de Defensa de la Quincena. Aquí no hay apoyos extraordinarios como el aguinaldo, ni bonos ni nada por el estilo. Ya me estoy viendo en el rostro desencajado de los papás que tienen "graduantes” y pasan a la secundaria. Además del traje, hay que gastar en el vestido de gala o el flus, la "cena de graduación” de a 350 pesos el platillo (¡es la primaria, por favor!), y el temible viaje de fin de cursos, en compañía de las demás familias.
No se trata de que uno sea antisocial, pero esos viajes en los que supuestamente se une más el grupo suelen tener resultados contraproducentes. Todo comienza con la idea de que las familias también tendrán una oportunidad de convivir en un ambiente relajado… hasta que uno escucha los regaños dirigidos contra un indefenso marido que aprovechó un poco más la barra libre en el all inclusive, o al día siguiente alguna de las mamás baja al desayuno cubierta con su bata matapasiones y agarra unas rebanadas de pepino para ponérselas sobre los ojos mientras yace en un camastro junto a la piscina. Más tarde, otro marido será víctima de violencia verbal, acusado de haber dirigido miradas sospechosas a otra mamá del grupo… o se unen todas contra la atrevida que se animó a llevar un bikini. En fin, el abanico de opciones es amplio.
Lo bueno es que los esposos, como buenos machos omega, grasa en pecho, espalda peluda, nalga pasada por máquina de enmicado, abdomen de lavadora y bebedores de cerveza light, difícilmente atraemos miradas pecaminosas hacia nuestros curvilíneos cuerpos.
El caso es que, como bien comprenderán, uno tiene que estarse cuidando. Sobre todo en estos momentos en que desde el último apagón se echó a perder el horno de microondas y con eso de que según la CFE no hay sustento para la declaratoria de emergencia, con tal de no pedir y dar cuenta de los recursos que en teoría debe haber para la recuperación frente a siniestros, [i]La Xtabay[/i] anda de genio.
Y perdonen que aquí le corte abruptamente, pero hablando de emergencias, [i]El Kizín[/i] acaba de provocar un siniestro en el baño. ¿Qué come ese mentecato? Habrá que ir por la bomba, gogles, guantes y cubrebocas. Ya saben, las labores propias de mi sexo.
[b]Macho omega que se respeta[/b]
Aunque cueste un pleito intramarital, trata de explicar a tu pareja que el concepto “todo incluido” no incluye los centros de mesa.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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