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Francisco Hernández y Puente
Foto: Afp
La Jornada Maya

Martes 4 de junio, 2019

Debe ser muy difícil, lidiar, negociar y establecer buenas relaciones con un esquizofrénico, irracional, iracundo, insensato e ignorante, cuya obcecación por mantenerse en la presidencia del país todavía más poderoso del mundo, puede llevar al dislocamiento a buena parte de las economías del orbe, incluyendo a la mexicana. Sobre todo, por eso, pienso que la carta del presidente López Obrador a Donald Trump —respondiendo a la medida de imposición escalonada de aranceles a las exportaciones mexicanas a ese país— es una pieza de diplomacia.

Con todo, pese a la búsqueda de entendimiento que la misiva presidencial sostenía como principal propósito, y a la presencia de una delegación mexicana en Washington que buscaría un mayor grado de entendimiento entre ambas naciones, el twitero mayor, recién el fin de semana volvió a desatar su bravata contra México.

Aunque la conducta bravucona del presidente norteamericano ha sido una constante de su gobierno, su instinto le dice que en adelante la manera de ganar adeptos para llegar fortalecido a las elecciones del 2020 es la de mostrarse todavía más envalentonado y heterodoxo, como un [i]showman[/i] empapado de trumpismo. Esa parece ser la actitud que ha tomado desde finales de 2018, tras las elecciones de noviembre en las que su partido perdió el control de la Cámara de Representantes, en lo que fue considerado como la mayor victoria demócrata desde el Watergate.

[b]Trump y sus falsedades[/b]

Como consecuencia casi única de esta actitud muchos de sus colaboradores se han marchado: el general John Kelly ha dejado su puesto como jefe de Gabinete; el general Jim Mattis ha dimitido como secretario de Defensa; el general H. R. McMaster fue relevado por John Bolton como consejero de Seguridad y el ex ejecutivo petrolero Rex Tillerson, un moderado que llevaba el Departamento de Estado, fue objeto de un despido humillante vía Twitter. También renunció el consejero económico Gary Cohn, un viejo experimentado de Goldman Sachs. Trump ha tenido cinco directores de comunicación, tres jefes de gabinete, cuatro consejeros de seguridad nacional, tres secretarios del Interior, dos secretarios de Estado, tres fiscales generales.

[i]The Washington Post[/i], que hace un recuento de todas las falsedades e inexactitudes del presidente desde que llegó al cargo, contó en 7 mil 600 las aseveraciones inciertas durante su presidencia, con un promedio de 15 por día en 2018, el triple que en 2017. Su récord fue el 7 de septiembre, cuando en 120 minutos hizo hasta 125 afirmaciones falsas o engañosas. La mentira en la Casa Blanca ya no es noticia, señalaba el prestigiado rotativo.

A Trump aún le sonríe la economía que no marcha mal y tiene la tasa de desempleo más baja desde la guerra de Vietnam, pero el déficit comercial que su país mantiene con México lo irrita sobremanera.

A estas alturas de su administración ya se sabe que su estrategia de negociación es la de primero asustar a todos, incluso con [i]barrabazadas[/i] irresponsables y forzar así concesiones en las negociaciones. Así lo ha hecho prácticamente con cualquier país —aliado o rival— con el que ha tenido que discutir algo. Al dictador norcoreano Kim Jong lo amenazó primero con “fuego y furia”, dijeron los medios de comunicación, antes de cualquier negociación. No se nos olvide que en la negociación del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá se presentó con la advertencia inicial de que quería romperlo de inmediato. En fechas recientes declaró emergencia nacional y cerró el gobierno, y no ha dejado de advertir que puede cerrar la frontera, lo que sería una barbaridad económica para los propios estadunidenses.

[b]Liderazgo global perdido[/b]

Una amplia gama de analistas de la geopolítica internacional ya señalan categóricos que con Donald Trump, Estados Unidos ha ido abandonando su papel de líder global. Destacan que su política exterior no se organiza con base en un plan, o una estrategia con prioridades, sino en torno a la idea: America first. En su ofensiva, sin embargo, la realidad le ha mostrado que no es lo mismo insultar a sus vecinos norteamericanos que tratar con la Unión Europea o con China, cuyas represalias comerciales pueden acabar pasando factura a sus propios votantes. Ha tenido que frenar, por ejemplo, su idea de imponer nuevos aranceles a la exportación de coches europeos.

En este mismo sentido y a propósito de la alternativa que México ha dado a Estados Unidos para atender el tema migratorio, que consiste en un Plan de Desarrollo para Centroamérica, la respuesta trumpista ha sido la de la indiferencia. Y es precisamente en ello en donde Trump se vuelve a equivocar, pues a diferencia de lo que ocurrió durante el siglo XX, la influencia hegemónica de Estados Unidos en América Latina también ha perdido terreno.

El continente fue a lo largo del siglo pasado uno de los principales mercados hacia el que se exportó a varios países el pujante poder económico y militar de Washington. El Presidente Monroe inauguró entonces su conocida doctrina hacia América Latina con su célebre: “América para los americanos”, idea cuyo propósito inicial era disuadir el colonialismo europeo, pero que acabó por justificar la expansión de Washington en la región. Así, mientras Estados Unidos se consolidaba como superpotencia, durante la Guerra Fría su batalla contra el comunismo sirvió como pretexto para su intervencionismo en la región, sobre todo después del triunfo de la revolución cubana.

Tras la caída de la Unión Soviética y el Muro de Berlín, la política estadunidense cambió radicalmente. En los noventa vino el fin de las dictaduras militares y, tanto Clinton como Bush, pensaron que el liberalismo campearía en el subcontinente. Sin embargo, dados sus pésimos resultados llegó el ascenso de los gobiernos de izquierda.

[b]China en Latinoamérica[/b]

El 11 de septiembre terminó por confirmar la disminuida importancia de Latinoamérica para los Estados Unidos. A partir de entonces el Medio Oriente y la llamada “Guerra contra el Terrorismo” ocuparon la atención prioritaria de la Casa Blanca y el Pentágono.

Casi de manera simultánea al desinterés de Washington en la región, el de China empezó a crecer y a concretarse, acercando paulatinamente al gigante asiático a varios países del hemisferio. Tanto, que a la fecha China ya es el principal socio comercial de Argentina, Brasil y Perú, y destino principal de las exportaciones de Brasil, Chile, Perú, Cuba y Uruguay.

Venezuela se ha llevado el 53 por ciento del dinero chino prestado a Latinoamérica. El valor de las relaciones bilaterales entre Pekín y sus socios latinoamericanos ascendió en 2017 a 240 mil millones de dólares. Las cifras y los hechos que dan cuenta de la presencia de China en América Latina son abundantes, pero además demuestran que durante el trumpismo ha aumentado. El proteccionismo trumpista y la retirada de multilateralismo han dejado un vacío que China ha ocupado.

Los estudios de geopolítica señalan que en 2018 se dio la evidencia más contundente de lo anterior, cuando el presidente Trump faltó, por primera vez en 20 años, a la Cumbre de las Américas, al tiempo que China apuntalaba su liderazgo con la instalación de una base espacial en la Patagonia Argentina.

En septiembre del año pasado Trump, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, proclamó: “Rechazamos la ideología de la globalización y abrazamos la doctrina del patriotismo”. Mientras tanto, el Partido Comunista Chino toma paulatinamente presencia en Latinoamérica con el estandarte del libre comercio..

*Profesor del CEPHCIS-UNAM.

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