Francisco J. Rosado May
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya
Martes 4 de junio, 2019
Era una tarde calurosa, típica del mes de mayo en Quintana Roo. Como a las seis de la tarde una señora llegó a la casa de doña Rosa, persona muy conocida y reconocida en su colonia y en muchas comunidades aledañas. La señora no conocía a Doña Rosa, como muchas de las personas que la llegan a ver.
No venía sola, llegó junto con un niño de unos 14 años. Tuvo que esperar porque esa tarde habían llegado antes que ella otras dos personas de diferentes comunidades, pero no esperó mucho tiempo, fue poco más de una hora. Mientras esperaba el joven trataba de mantenerse quieto, pero no lo conseguía del todo, tocaba su barriga y la mamá le daba masajes suaves de vez en cuando mientras lo miraba y le hablaba, en maya, tratando de transmitir consuelo, paciencia y cariño.
No pude evitar preguntar qué tenía el niño, un poco preocupada la mamá me dijo que desde hace unos dos días el menor tenía vómitos que no podía controlar; no lo llevó al médico porque no tenía Seguro Popular ni ninguna otra prestación médica, tampoco tenía recursos económicos para llevarlo al nosocomio o algún médico particular. Una persona le recomendó que fuera a ver a doña Rosa y después de escuchar las buenas recomendaciones sobre el trabajo de curación que hace con hierbas, decidió venir a verla.
Doña Rosa atendió a la señora amablemente, escuchó la descripción del problema que tenía el niño, palpó la barriguita y decidió pasarle el huevo. Rompió el huevo y vació el contenido en un vaso transparente que tenía agua; lo llevó a la altura de su rostro y leyó las señales de este. Le dijo a la señora que no se preocupara que el mal que tenía su hijo no era debido a ninguna mala acción de alguien que lo quiera perjudicar, su problema tenía remedio y para ello tenía que buscar el estafiate, toronjil, poleo, hierbabuena y un poco de ajo.
Las primeras tres hierbas crecen en forma natural en los solares o en el monte, las otras dos se cultivan. Doña Rosa preguntó a la señora si las conocía, ésta dijo que sí. Doña Rosa le dijo que agarre tres puntas del estafiate, tres del toronjil, tres del poleo y tres de la hierbabuena; todas juntas las iba a mastrujar con seis dientes de ajo y después le echaría agua hirviendo, dejando que repose hasta que se enfríe; después lo cuela y se lo da al niño en porciones. Al salir la señora preguntó cuánto le debía, doña Rosa le dijo que deje en un vaso lo que sea su voluntad y disponibilidad.
Un par de meses después me encontraba en un consultorio privado para atender lo que pensé que podría ser una tifoidea. Antes que yo había llegado un señor, platicando me dijo que tenía vómitos desde el día anterior. Pasó el señor a consulta y a los 10 minutos, más o menos salió con su receta, le dieron un jarabe que era algo así como una mezcla de neomicina con kaolin y pectina, con una indicación exacta de cuánto tomar y cada cuándo tomarlo. Me imagino que el señor hizo una descripción de sus síntomas, el médico escuchó, escribió la receta y cobró su tarifa.
Por azares del destino encontré a ambas personas más tarde, la señora que conocí con doña Rosa y el señor en el consultorio médico. Ambos me dijeron que el problema del vómito se había solucionado.
Observemos los dos esquemas de atención a la salud, antes mencionados. Ambos son vigentes, practicados cada día por diferentes personas. Ambos tienen contextos diferentes, culturalmente hablando, ambos fueron exitosos.
En el segundo caso el paciente recibió la dosis exacta de ingredientes activos, seguramente resultado de años de investigación cuidadosa en laboratorios especializados y por investigadores que tenían muchos años de estudio, quizá de nivel doctorado. La medicina fue producida también cuidadosamente en un ambiente estéril para prevenir alguna contaminación.
El paciente solamente siguió las indicaciones de la posología sin mayor esfuerzo más que el que necesitó para reunir la cantidad que significó el pago del servicio médico y el costo de la medicina que adquirió en una farmacia.
En el primer caso no hubo una posología exacta, tampoco hubo la seguridad de que la especie y la variedad de las plantas, el estado vegetativo y condición fisiológica sean las óptimas. La farmacia fue el recurso natural público, la vegetación natural. No hubo una indicación concreta acerca de la temperatura del agua para hacer la infusión, tampoco el tiempo exacto para que el extracto de los ingredientes curativos en la infusión esté en la concentración adecuada.
La mamá del paciente simplemente echó mano, en su subconsciente, de los conocimientos ancestrales de su cultura para saber exactamente qué hacer y cómo hacerlo. Si ella no hubiera ejercido la extraordinaria capacidad de observación cuando su mamá y su abuela curaban a ella y sus hermanos o a otras personas, si ella no hubiera observado todos los detalles de los casos de curación que sucedía a su alrededor y cómo evolucionaban y las respuestas que había entre quienes estaban siendo curados, no hubiera podido curar a su propio hijo. Lo único que ella no sabía era exactamente qué plantas utilizar, eso fue lo que doña Rosa le compartió.
La observación es un elemento del sistema de aprendizaje de los mayas, es diferente a la etapa de observación que menciona el método científico. Mientras que en este la observación es dirigida hacia el fenómeno de interés, debido a la naturaleza positivista y unidireccional del método, en el caso del aprendizaje maya la observación es mucho más integral, holístico y dinámico en tiempo y espacio. La observación fue uno de los pilares que condujeron a los grandes descubrimientos y conocimientos de los mayas.
Nuestra presencia en esta vida es la mejor demostración del poder de la observación, sin ello nuestros antepasados quizá no hubieran logrado avanzar hasta donde usted y yo, personalmente, estamos hoy. Vale la pena abundar más sobre este mecanismo de aprendizaje e incorporarlo en los métodos diversos de enseñanza-aprendizaje en todos los niveles educativos.
Si tan solo pudiéramos imaginar lo que se puede lograr con la capacidad de observación de los mayas articulado con el método científico, lograríamos una sociedad intercultural avanzada; la sociedad del futuro.
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