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del

Carlos Mena
Foto: Reuters
La Jornada Maya

Jueves 28 de septiembre, 2017

Siempre la corrupción ha sido el problema público desde que se inventó la democracia en la antigua Grecia. Ya en Roma, Cicerón cuando era abogado varias veces expuso actos de corrupción que le valieron la fama, pero como canciller tuvo que aceptar que benefició a políticos para ganar votos y aceptaran sus leyes y reformas.

Actualmente, si se lee la prensa en Estados Unidos, desde Florida hasta Nueva York; o en Europa, desde España hasta Alemania, se observa que los casos de corrupción se presentan en todos los países. Existía la percepción es que en los regímenes militares o religiosos no existe la corrupción, pero eso es equivocado; sólo se concentra más en las altas y bajas esferas de la sociedad.

Pero la corrupción no ha sido impedimento para que Alemania, Francia o Estados Unidos sean potencias económicas globales. Si es verdad la corrupción hace que existan monopolios y trabas que el gobierno pone para controlar el mercado, provocando menos empresas que nos hacen pagar más por servicios de avión, bancos, transporte, medicinas, etcétera.

Lo que hace a un país económicamente bloqueado y fallido es la falta de vocación política de sus gobernantes. Ese es el verdadero problema de la clase política; nunca lo ha sido sólo la corrupción.

Es la falta de vocación política la que hace que los políticos destinen enormes recursos en redes sociales para destruir la imagen del contrincante en lugar de elaborar propuestas consensuadas; es la falta de vocación política la que en público los gobernantes se digan abiertos y en privado no te tomen la llamada o te manden con sus secretarios; es la falta de vocación política la que hace que cuando se expone un soborno, no piden el “diezmo” sino el 30 por ciento y, si se puede, falsificar obra para quedarse con todo el recurso.

La falta de vocación política es difícil de detectar. No se puede ver en los discursos fogosos y llenos de simpatía y promesas; no se puede ver en la disciplina personal por haber obtenido logros académicos o empresariales. La vocación política está fundada en un profundo arraigo social y sensibilidad humana y hasta en austeridad personal que dista mucho de las cualidades esperadas del prototipo del político popular, generador de simpatías colectivas y votos.

En conclusión, no es la corrupción el principal problema del gobierno; es la falta de vocación política de sus protagonistas que poco a poco se convierten en un teatro sin audiencia que genera apatía y desinterés en la sociedad, estancando la economía y acumulando resentimientos que provocan la elección del candidato más ruidoso, que promete un cambio drástico del sistema, pero necesariamente es el que tiene vocación política para lograrlo.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
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