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Jorge Carlos Ramírez Marín
Foto: @jc_ramirezmarin
La Jornada Maya

Jueves 28 de septiembre, 2017

Las distintas fracciones parlamentarias han dejado testimonio aquí, de que el terremoto del pasado martes ha cimbrado a México -no sólo como un movimiento telúrico, sobre todo, quizá, como un movimiento social. Sin duda, no será igual después del 19 de septiembre.

El ejemplo invaluable de la juventud. El ejemplo de cientos de miles de manos asistiendo a sus hermanos. El ejemplo de instituciones trabajando sin descanso horas y horas para cumplir con su deber. Pero aun así, quizá no entendemos por completo las implicaciones que esto tendrá en la historia de México, pero sí tenemos el relato de millones de personas y quisiera hoy referirme solamente a dos. Prefiero que sean las voces de ellos las que hablen y se escuchen en esta Cámara.

Lucía Zamora Rivera, 36 años. Trabajaba en una oficina en Álvaro Obregón 286. Este es su testimonio:

[i]Comenzó a temblar y tomé mi celular, me dirigí a la recepción y un compañero, Isaac, nos decía que nos dirigiéramos hacia las escaleras de emergencia. No alcancé a llegar, me quedé a la mitad del camino, cuando el techo se desplomó encima de nosotros. Cuando todo terminó de caer lo primero que hice fue tomar mi celular, ver si podía hacer una llamada, pero no había llamadas, después recé.[/i]

[i]Conforme pasaban las horas poco a poco fuimos aceptando la realidad y cada vez que escuchábamos ruidos, gritábamos para que nos escucharan: ayuda, estamos aquí. Al día siguiente como entre cuatro y cinco de la tarde comenzamos a escuchar más ruido, maquinaria más cerca, ahí fue cuando nos unimos para gritar.[/i]

[i]Pasaron otras cinco o seis horas antes de ser liberados. Los rescatistas nos hacían bromas. Nos hacían prometerles que les invitaríamos a una cena. Nos decían que teníamos una linda sonrisa. Nadie debe perder la esperanza ante la vocación y la perseverancia de los rescatistas[/i].

[i]Estiré un brazo y el rescatista me tomó de la mano. Aunque todavía no veía la luz, me pusieron un arnés y me terminaron de sacar. Llovía y la lluvia en la cara fue la sensación más maravillosa de la vida. De gratitud. Todos los rescatistas aplaudían. Cada vida que salvan es una celebración. Lo toman como un nacimiento[/i].

La historia de Lucía tiene un final feliz. Después de más de 30 horas volvió a nacer. Quizá sigue incrédula de haber resultado ilesa ante la tragedia. Seguramente aprovechará muchos años que le quedan para dar significado a su nueva vida.

El martes pasado, no todos sobrevivieron. Hoy en la mañana el conteo de víctimas ascendía a más de 330 personas fallecidas.

En una fotografía que la historia guardará para siempre, un soldado rompe en llanto tras recuperar los cuerpos sin vida de una mujer y una niña de tan sólo un año. Marco Gil Vega, fotógrafo de profesión, esposo y padre de estas víctimas, al conocer la imagen e historia del soldado le escribió lo siguiente:

[i]Gracias, porque sin saberlo me regalaste la oportunidad de despedirme de mi esposa y de mi hija. Gracias, porque sin dudarlo arriesgaste tu vida bajo los escombros y, junto con los demás, diste hasta el último esfuerzo para rescatarlas. Desgarraste tu garganta y tus lágrimas como si hubieran sido tu propia sangre quienes estaban sin vida. A ti te saludo, hermano soldado. Por ti desenvaino mi espada de dolor y ante ti la presento como muestra de mi respeto, admiración y estima[/i].

El terremoto del martes cimbró a México. Espero que haya sacudido nuestras diferencias y nuestros prejuicios. Dejemos en pie lo que nos une: la solidaridad, la idea de ayudar a quien lo necesita, la idea de un futuro mejor, pese a lo grande del reto que plantea cualquier tragedia.

Estimados diputados, esta sí es nuestra cancha. Esta sí es nuestra responsabilidad. Asegurarnos de este futuro mejor es una tarea irrenunciable. Ninguna diferencia la puede posponer. Ningún color puede hacerse más importante. Esta es la hora.

Después del terremoto, después de este 19 de septiembre llevemos la vida nacional a un mejor futuro y que nuestra patria sea la tierra de la solidaridad. La nación del sí se puede, como lo demostró la juventud. La patria de los milagros posibles, como lo ha demostrado una y otra vez.

Muchas gracias.

* Palabras pronunciadas ayer por Jorge Carlos Ramírez Marín, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, durante la Sesión Solemne Luctuosa, en conmemoración al sismo del pasado martes 19 de septiembre.


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