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Kálmán Verebélyi
Foto: @CampecheTravel
La Jornada Maya

Martes 26 de septiembre, 2017

La temporada de lluvias no favorece a los amantes de la naturaleza, a los bañistas que el resto del año llegan a Ich Haa Lol Xaan buscando refrescarse en los ojos de agua transparentes rodeados de una vegetación que se ha salvado de la depredación del hombre. El balneario que se extiende a lo largo de las orillas del río verde está empapado por el caudal crecido. No hay paso hacia el puente colgante, los ojos de agua se agrandaron, no puede llegar al río el agua que por debajo de un árbol frondoso trae el cristalino líquido quién sabe de dónde a través de afluentes subterráneas.

Aún así, hay aventureros, una docena de jóvenes que llegan en una camioneta deciden entrar y disfrutar que el balneario es para ellos por un día. Pagan la cuota de entrada, 35 pesos por persona. No lo hacen en la caja, en estos tiempos de escasez de visitantes son los dos guardias quienes se encargan de cobrar. No entregan boleto, el dinero lo depositan en una gran lata de café soluble de 200 porciones. Y como si los jóvenes fueran imanes se acerca una pareja; José Gabriel Ordóñez May les explica la situación y les dice que pasen a cerciorarse de las condiciones; si deciden quedarse, entonces se les cobrará la entrada.

Apenas sale la joven pareja diciendo que el corto paseo les sirvió para abrir el apetito de regresar en otra ocasión cuando un pequeño grupo arriba al lugar. José Gabriel les informa cómo se encuentra Ich Haa Lol Xaan por la crecida del río, pero a los integrantes del grupo no les asusta lo escuchado, pagan de inmediato aunque extrañan la falta de boleto, y una señora que dice ser de la ciudad de Campeche, con sarcasmo, le pregunta, si estaría trabajando para su propio bolsillo.

Los ejidatarios de Hampolol, a cuyas tierras pertenece Ich Haa Lol Xaan, apenas desde hace cinco años están explotando el paradisíaco lugar. Antes, durante 25 años en comodato la Universidad Autónoma estaba a cargo el lugar, para investigaciones de la flora y fauna, pero las malas lenguas cuentan que en las noches ni el paso del tren era capaz de superar la algarabía producida por la alegría de los ocupantes de los cuatro edificaciones.

Terminado el comodato, 65 ejidatarios, comandados por Omar Cauich, decidieron emprender el camino que creyeron les iba dar frutos inmediatos con el apoyo recibido del CDI. 23 de los socios originales se cansaron de esperar los beneficios a pesar de la transformación del lugar. Durante tres años el CDI inyectó millones de pesos en Ich Haa Lol Xaan: se construyó el puente colgante, una tirolesa de cientos metros de largo que lleva a los amantes del peligro entre los árboles, una de las cabañas se acondicionó para vestidores y baños.

No toda la inversión resultó ser exitosa, se erigió una gran pared para escalar, que nunca ha sido utilizada porque los cables, cuya función es dar protección a los amantes del montañismo, se utilizaron para otros fines. Otro fiasco aparente fue la decisión de los ingenieros expertos en construir por millón y medio de pesos el restaurante junto a la carretera Campeche-Mérida que estaba más tiempo cerrado que abierto, los bañistas prefirieron llevar su lonche en lugar de caminar cientos de metros.

Agotado el apoyo del CDI, se pensó que el sueño de crear un centro turístico, propiedad de los ejidatarios, se acercaba su fin. La temporada de bañistas se limitaba a la Semana Santa, el dinero recabado de las entradas no alcanzaba para nada. Los escépticos se fueron, pero los que quedaron decidieron hacer un máximo esfuerzo para seguir adelante. Se aumentó el precio de las entradas y, como arte de magia, empezaba a llegar más y más gente a disfrutar de la variedad que la naturaleza ofrece a lo largo de los senderos bien cuidados. José Gabriel comenta que el mejor día fue cuando cerca de dos mil personas abarrotaron Ich Haa Lol Xaan.

Empezó a haber dinero, y los ejidatarios invirtieron todo para mejorar las condiciones internas: se construyeron 10 palapas, se adquirieron varias canoas, las cabañas fueron pintadas y con las dos aspiradoras fumigan una vez por semana para ahuyentar los moscos que hace años amargaba la existencia tanto de los bañistas como de los ejidatarios.

Icha Haa Lol Xaan está registrado como empresa ante Hacienda y como tal paga impuestos, teniendo el derecho de adquirir crédito. Sin embargo, los ejidatarios decidieron no endeudarse sino por esfuerzo propio, con la fuerza de sus brazos seguir manteniendo impecablemente limpio el lugar y darle funcionamiento al restaurante. Cavaron la tierra, el hoyo lo transformaron en piscinas. Hace poco que terminaron con el trabajo y esperan que la temporada de lluvia sea sobrellevada con el dinero que los bañistas pagarán.

Un letrero dice a los visitantes que Ich Haa Lol Xaan es considerado casi el paraíso y el edén por su fauna y flora, sus ojos de agua.

El esfuerzo de los 42 ejidatarios en poco tiempo hará borrar la palabra del letrero, puesto que para cada vez más personas Ich Haa Lol Xaan significa pasar un día agradable, lleno de aventuras, que por su cercanía a la capital habrá de convertirse en un polo turístico indispensable para visitar.

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