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Texto y foto: Fabrizio León Diez, enviado
La Jornada Maya

Jueves 21 de septiembre, 2017

En la oscuridad todo es más difícil y la sangre es la ecuación de la vida. En la madrugada del jueves, cuando han pasado 48 horas del terremoto en la Ciudad de México, la colonia Condesa está invadida por un llovizna y un constante olor a gas que marea y altera la conciencia.

Ya no hay circulación de autos y no hay habitantes. La colonia emblema de la modernidad y la moda, una de las más hermosas de la capital, símbolo de lo hipster, de lo ejecutivo y también de la tolerancia, está vacía, colapsada. Sus viviendas y edificios fueron casi abandonados y la oscuridad de sus calles aparecen como bocas de lobo, donde en su interior hiede a miedo, a incertidumbre.

Prácticamente todos sus edificios están tocados, afectados; la colonia Condesa está infartada; por la noche es escenario del miedo; sus edificios son puntos de acupuntura exactos de dolor.

La calle de Amsterdam es un ovoide que identifica una de las mejores estéticas de la Ciudad de México; ahora, convertida en zona de quiebre y peligro constante.

No se ve nada, si acaso las lámparas de rescatistas y bicicleteros. En su centro florece el Parque México, convertido en centro de acopio, donde cientos de jóvenes se organizan y dan hospedaje a algunos afectados. Hay muchos víveres y agua. Es tanta que sobra y la enviarán a otros estados damnificados.

Cerca del parque se encuentra la casa refugio para escritores perseguidos, que ahora es centro de acopio y albergue. Hay que decir que los albergues visitados no tienen muchos huéspedes, quienes los usan son los más pobres de la zona, pues la colonia Condesa es un icono de la clase media alta, cuyos integrantes difícilmente se verán en ellos.

A donde sí se les ve es en la ayuda de esta nueva generación, los millennial, que se visten de soldados, obreros y estudiantes o profesionistas; ahí, la autoridad de gobierno o representación del Estado, simplemente no existe ni se discute.

La Condesa tendrá que ser demolida y con ello su vida cotidiana no cambiará; el Soho es el Soho.

[b]La Sangre rica y amplia[/b]

Al término de la madrugada nos dirigimos al hospital Siglo XXI que cumple 32 años, ahí mismo fue destruido por el terremoto de 1985. Ahora es una moderna instalación y en sus interiores se aloja el Banco Central de Sangre del IMSS. Por no dejar, quien esto escribe acompañó a su hija a donar sangre; pues, como ella, miles de jóvenes se vieron rebasados y sin energía para ayudar.

Mayúscula sorpresa encontrar a cientos de jóvenes donantes de sangre, formados y felices de contribuir con lo más preciado y concreto de la vida, para ayudar a los miles de afectados por los terremotos, huracanes y por las desigualdades que apabullan a su país, un México cuyos centros retiemblan. Regresamos a la península, pero seguiremos informando.

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