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Francisco J. Rosado May
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Martes 24 de marzo, 2020

En la radio, televisión, redes sociales, pláticas en la calle y algunas pláticas en la escuela, se nota el esfuerzo del gobierno para evitar el impacto negativo del Coronavirus mediante la prevención. Don Jaime y su esposa, Esther, escuchan lo del virus en la radio y preguntan a sus hijos qué hacer para que no les afecte. Don Jaime y su mujer han sido ejemplo en su comunidad para prevenir enfermedades, él usa hierbas para curar algunas enfermedades y ella atiende partos, pero no lo hacen como forma de vida. Él tiene su milpa, también caza, hace palapas y ella atiende la casa el huerto familiar y hace hamacas.

A don Jaime, doña Esther y los hijos, les queda muy claro que la higiene y lavarse las manos con frecuencia es lo más importante, pero tienen un gran problema: desde hace un par de años llegó el agua potable entubada, pero no siempre sale, por lo que tienen que ir al pozo cercano a traerla en cubetas. Eso sí, el recibo del agua llega con una cantidad establecida pensando en el consumo mínimo mensual que obligatoriamente debe pagar, independientemente de que la consuma o no. La base es de 10 metros cúbicos, es decir, 10 mil litros de agua por mes.

Esta familia no solamente no tiene agua disponible constantemente, sino que tampoco consumen mucho de este líquido. Hay estudios que demuestran que individualmente en familias pobres se consume no más de 20 litros por día, incluyendo el baño y el lavado de ropa. Asumiendo que hay cinco personas por hogar, al día se consumen alrededor de 100 litros, 3 mil litros mensuales, muchísimo menos de lo que pagan.

Un estudio de OXFAM demuestra que el quintil más pobre de México consume mucha menor cantidad de agua que el quintil más rico, además, el pago del “servicio” de agua representa un porcentaje mucho más alto de su ingreso. Consuma o no los 10 metros cúbicos, don Jaime tiene que pagar casi 150 pesos mensuales.

La falta de incentivos para ahorrar agua podría explicar por qué no se reportan fugas, pero también, si el número de personas en el quintil más pobre representan uno de los porcentajes más altos de la población, entonces la agencia del agua tiene “garantizado” un ingreso que tampoco incentiva la reparación de fugas.

Es cierto, el agua que provee la naturaleza no viene entubada, y eso tiene un costo. Pero el costo de entubarla y dar un servicio eficaz no podría ser mayor al costo que implica la falta de agua para procurar la higiene necesaria en casos extraordinarios como el COVID-19 o en casos ordinarios como las infecciones gastrointestinales.

La recuperación de la economía que será una prioridad después del embate del Coronavirus debe, indispensablemente, revisar las políticas sobre las cuales se basan las tarifas de agua. Debe pagar más quien más consume, y debe haber incentivos para quienes ahorran agua. Estamos a tiempo para revisar estas políticas y forma de gestión del agua, porque a pesar de contar con una de las mayores reservas del vital líquido con potencial para consumo humano, no estamos excentos de una crisis por su falta, como ya está sucediendo en otras partes de México y en el mundo.

[b]Reingeniería del sistema de salud[/b]

Don José, de 56 años, y su esposa, doña Lety, de 50 años, tienen diabetes y en sus dos últimos análisis les han reportado triglicéridos, aunque no en cantidad alarmante. Su caso es prácticamente típico de la población mexicana. En los medios sociales se ha difundido fuertemente la fragilidad que la población de mayor edad y con diabetes se encuentra en el grupo más vulnerable ante el COVID-19, y eso ha causado gran preocupación a la familia de esta pareja.

Don José trabajaba como personal de limpieza en una empresa, se jubiló el año pasado y para complementar su ingreso vendía frutas y verduras en las calles, con su triciclo. Ya tenía una lista de clientes y sabía cada cuando llevarles los tomates, cebollas, tortillas, masa, chile, naranja, mango, etc. Ha escuchado que pronto se suspenderán las salidas a la calle y no podrá ir a buscar productos ni salir a vender. La preocupación no sólo es por su condición, sino porque tiene un hijo que aún depende de él, está en el tercer año de su licenciatura. Aunque tiene beca del gobierno, necesita recursos para sus viajes, material que le piden en sus cursos, renta, etc.

De acuerdo con la OMS, en México se están haciendo las cosas bien, pero hay situaciones como la que presenta don José que hacen pensar que se deben tomar mayores precauciones para proteger a la población y a la economía. Para el gobierno de Quintana Roo, la protección a la población es prioritaria y lo articula no sólo con la salud, sino con la economía. Las estimaciones disponibles hasta el 22 de marzo hacen pensar que el 14 por ciento de la población mexicana infectada requerirá atención especializada, la mitad de ellos, el 7 por ciento, requerirá cuidados intensivos. En otros países el porcentaje es menor, 4 o 5 por ciento, la diferencia está en la alta población mexicana, demasiada, que tiene diabetes.

A estas alturas deben hacerse previsiones para la recuperación rápida de la economía. Estas previsiones necesitan hacer una reingeniería del sistema de salud, enfocándose más a la prevención que a la curación, a la atención primaria que a las que le siguen. Las acciones deben ser de salud pública y comunitaria, y podemos hacerlo con bajos costos, aquí van unos ejemplos: monitorear los virus en la fauna silvestre y en la fauna domesticada (los virus más letales en la historia de la humanidad ahí tienen su origen, lo cual se ha visto agravado por las grandes concentraciones en sistemas de producción convencionales); la comunicación y capacitación continua en las comunidades, barrios, colonias, sobre prevención de enfermedades y situaciones ambientales; crear un sistema de información y monitoreo, rural y urbano, que permita acceso a datos duros para toma de decisiones adecuadas en tiempo y forma.

¿De qué sirve haber sobrevivido al COVID-19 si no nos preparamos mucho mejor para el futuro cercano y lejano? La inversión en la prevención debe ser parte de la fórmula para la rápida recuperación económica del estado y del país.

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