La mercadotecnia, a todo lo que da, nos ha estado recordando que el tercer domingo de junio es el Día del Padre y que toca invertir en algo que les diga cuanto los amamos.
Hace más de 50 años que el mío, con tan solo 43 años, partió a otra galaxia, por lo que no me di cuenta cuando cambiaron la fecha al domingo; según recuerdo, el Día del Padre solía ser el 16 de junio.
Este año, el Universo me ha hecho una broma maravillosa al hacerme ver que en efecto, el Día del Padre, por lo menos el del mío es el 16 de junio: Día mundial de la tortuga. Y es entonces, cuando todo tiene sentido.
Papá, el Don Jorge Robleda Casares, como los pescadores de Isla Mujeres bautizaron al primer barco camaronero que tuvo la cooperativa que él promovió, era el Jefe de pesca de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, quizá por eso me siento tan peninsular: las fronteras las inventaron los políticos, somos los mismos.
En ese entonces, 1965-1968, junto con la asesoría del biólogo Cifuentes y Chano Magaña, hijo de la Isla, se levantó la estación de biología, muy cerca del Garrafón.
La isla era de ensueño, con calles de arena, cero coches, noches estrelladas y mar de tonos turquesa. Enfrente, Puerto Juárez, un pequeño pueblo de pescadores desde donde cruzaban las pangas y un inmenso cocal llamado Cancún, plagado de barracudas en la orilla, iniciaba a transformar la vida de la península.
Adelantado a los tiempos donde la ecología se ha vuelto moda, papá estaba preocupado por la desaparición de las tortugas. La carne de la tortuga verde, que era deliciosa, así como los huevos, eran parte de la dieta diaria de los habitantes de la zona. En ese entonces, se decía que, a pesar de que la tortuga desovaba alrededor de 120 huevos y vivía 100 años, al final de su vida sólo sobrevivirían 2.5 herederos; ecuación que mi mente infantil no lograba entender si el .5 sería horizontal o vertical.
Era una delicia pasar vacaciones en esas soledades de la estación de biología, sembrando los huevos, y luego esperando a los recién nacidos para meterlos en piletas para fortalecerse e impedir se los comieran los peces.
Fue una lucha contra viento y marea. Por un lado, ante la federación por apoyos y por el otro con la comunidad a la que la situación pedía cambios: entender que el bien común, nos beneficia a todos y que el cuidado del mar y sus habitantes, a la larga, nos da más vida.
En una ocasión, el policía de la isla vino a decirle a papá que su hijo le había faltado al respeto. “Haremos lo que usted diga, don Jorge”, concluyó. Papá preguntó. ”¿Qué haría con un niño de la isla?” “Lo metería a la celda un rato para que piense las cosas”. “Pues adelante”, respondió.
Papá no necesita una estatua que cuente su historia, sabe que está impresa en las vidas de sus hijos y descendientes; hasta hace muy poco, a viejos hombres de mar se les llenaban los ojos de agua con sal, recordarlo. Su paso no fue en vano.
Parece que ahora, sólo una de cada mil crías de tortuga alcanza la edad adulta. Los enemigos se han multiplicado y peor que la avaricia es la indiferencia.
16 de junio, Día mundial de la tortuga, Día mi padre.
Edición: Estefanía Cardeña
"La industria cinematográfica estadunidense está muriendo rápidamente", justificó el mandatario
Europa Press
Las últimas actividades tuvieron lugar en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI
La Jornada Maya
Los melenudos cayeron 13-12 ante los locales
La Jornada Maya
La Semar y la Segey firmaron un convenio para erigir el proyecto educativo
La Jornada Maya