Todavía no lo sabe, pero el castillo junto al que Manuel ha vivido los últimos 50 años fue construido como parte de una estrategia contra los piratas. Estamos bajo el sol ametrallador de cualquier mediodía en las calles de la colonia Cortés Sarmiento, él repara un camión estacionado frente a su casa y lo ayuda un hombre joven cuyo cuerpo está mitad en el auto y mitad en la calle.
Recuerda haber jugado fútbol y después básquetbol cuando el Polvorín era un edificio abandonado y rodeado de monte. Hace un breve repaso de lo que ha sido después de cumplir su función original (guardar 250 quilates de pólvora para defender a Mérida de los piratas): Fue provisionalmente la parroquia del Santo Niño de Atocha, casa particular y el lugar de reunión de Alcohólicos Anónimos. También fue un depósito de bienes embargados, Archivo Municipal y Biblioteca.
¿Por qué un edificio contra los piratas se construiría en un lugar tan lejos del mar? Por teléfono, el antropólogo e historiador Jorge Victoria Ojeda explica que la Casa Mata es un edificio militar que se construyó en el oriente porque la entrada de los piratas a la ciudad de Mérida era más viable desde Sisal, así que hicieron el depósito al otro extremo para que fuera más difícil de robar.
“Había otros depósitos de pólvora en la Ciudadela de San Benito, pero para guardar la reserva necesitaban uno con estas características arquitectónicas. Forma parte de un diseño ex profeso para este tipo de edificios como los hay en Campeche, Veracruz o Cuba”, dice Jorge Victoria.
Hoy el edificio es un centro cultural que antes de la pandemia se llenaba de niños y familias. Los vecinos iban a clases de inglés, de cocina, de música, a bailar y jugar en la terraza. Ahora mismo alberga una exposición pero permanece cerrada. La muestra, propuesta por Jorge Victoria, habla, precisamente, de la historia del Polvorín y la milicia de Mérida.
El Polvorín de la Cortés Sarmiento es el único de su tipo en la ciudad y su historia, como la de los piratas en Mérida, es poco conocida. Se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII “junto con el espacio destinado a la milicia que la protegía, así como otro edificio, quizá un segundo polvorín ahora inexistente”. Fue Polvorín por lo menos hasta julio de 1857 y a partir de 1869 se abandonó a la conquista de la maleza.
En los años veinte, como suele suceder con todas las cosas enormes, se fue fraccionando y, aunque no llegaron piratas, sí llegaron familias que poblaron las primeras calles. El terreno de la colonia Cortés Sarmiento en realidad era parte de la quinta Miraflores hasta que Santiago Cortés Sarmiento compró una parte y se vendió por lotes.
Como quien dice: “Yo no puse eso ahí”, los vecinos responden que cuando llegaron, eso ya estaba. La parte de atrás de Casa Mata colinda con varias casas formando una “chop calle”. Están tan juntas que al salir de la terraza, inmediatamente chocas con la reja vecina. Dos mujeres recuerdan que hace muchos años había un pozo dentro del edificio que servía a todos los vecinos para sacar agua, se acuerdan por una vecina cuya enfermedad provocaba que se cayera a cada rato dentro del pozo.
La colonia, quizá porque estamos en una pandemia, es silenciosa. Sobre la calle sola, Manuel va señalando las casas que están de luto. Ahí murió tal, no por Covid-19 sino por edad o enfermedades, y ahí otro, y esa familia de allá acaba de perder a alguien. Muchos de sus amigos se fueron a otras partes, migraron a otras colonias o estados. Su familia, sin embargo, lleva 60 años viviendo en las casas vecinas de Casa Mata.
¿Qué buscarían los piratas en un lugar sin riqueza mineral? La exposición de Jorge Victoria cuenta que buscaban recursos forestales, contrabandear y robar productos salidos de Campeche. Los muros de mampostería, perimetrales altos con puertas de seguridad Y cubierta abovedada son el diseño del miedo:
“La preocupación de las autoridades metropolitanas y provinciales se basó en que durante años anteriores se habían experimentado temores por la probable invasión de piratas que navegaban las aguas del Caribe y del Golfo de México, y por la eventual rebelión de los indígenas”, se lee en la exposición.
De todo eso queda poco. Los edificios militares de la Península terminaron abandonados, derrotados a ser paisajes turísticos o transformados en recintos culturales. Y aunque Casa Mata ahora es un sitio patrimonial de Mérida, su historia sigue siendo hermética. Incluso ahora que dentro de sus muros resguarda la crónica de su nacimiento, la reja permanece cerrada.
Edición: Estefanía Cardeña
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