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Los ticuleños de la García Ginerés

Historias para tomar el fresco
Foto: La Jornada Maya

Hace 66 años, el papá de María Elena Dorantes y Gil dejó su vida en Ticul para comprar una casa de huano en la colonia García Ginerés, antes San Cosme. De eso han pasado muchas cosas: la crisis del cambio climático, una familia extendida, el cambio de siglo, una pandemia. Ella tenía 10 años y ahora es una señora con voz de María Félix y la presencia de una mestiza que explica las cosas con cariñosa autoridad.

“La vida era otra cosa”, recuerda.

En la García Ginerés la vida parece -todavía- otra cosa. Más ligera, privada, con casas a las que no les han arrancado el patio ni descabezado árboles.  

La colonia se fundó en 1904 por el español Don Joaquín Marcial García Ginerés. La zona originalmente se llamó San Cosme, ahora todas las colonias cercanas (Roma, Petronila, Dolores Patrón) se conocen como la García Ginerés en honor a su fundador. 

 

 

En su artículo Breve historia de la colonia García Ginerés y del parque de las Américas, el periodista y escritor Luis A. Ramírez Aznar explica que al principio se intentó hacer un proyecto llamado “Alianza de Itzimná” para construir viviendas en esa colonia, pero se estancó, así que el alcalde de Mérida en ese entonces, Rafael Peón Losa, le propuso los terrenos de San Cosme que eran paso obligado “de las plataformas o pequeños tranvías que iban de sus haciendas Tanlum y Chenkú hacia sus almacenes de pacas de henequén que estuvieron instalados donde se identifica hoy la glorieta de Santa Petronila”.

Desde el principio, la colonia se pensó como una zona residencial de casas amplias y extensos patios para el cultivo de árboles frutales, donde el mismo Joaquín García Ginerés construyó un hogar.

Es verano. Es una mañana de agosto. Es un año en que la palabra crisis se ha vuelto parte del cotidiano. En la mesa del comedor también están Pedro Briceño y Cinthia Cruz, la hija de María Elena. Los abuelos de Pedro igual vinieron de Ticul y compraron terrenos en la colonia. “Yo nací en la 17 y estoy muy orgulloso de vivir en la García Ginerés”, dice.

Pedro cuenta que los lotes se vendían bajo dos condiciones: que las casas se habitaran y que sembraran árboles, que entregaban junto con un paquete para sembrar e instrucciones.

“García Ginerés desarrolló la colonia con mucha astucia. Si usted sube a cualquier techo verá que está muy arbolado. Nosotros, hasta el día de hoy, gozamos de lo que hicieron nuestros abuelos: comemos mamey, mango, aguacate”, dice.

Pedro y Cinthia llevan 32 años de casados.  Juanita, abuela de Pedro, y María Elena eran amigas. Juanita le prestaba hipiles a María Elena para que luciera en el carnaval; y uno de los tíos de Cinthia era amigo de Pedro. Un día, Pedro y el tío de Cinthia fueron a comprar pescado y lo llevaron a su casa.

“Ella cuando lo ve (a Pedro) se guarda tras de mí. Y yo dije ‘ah, la dejó nerviosa’”, cuenta María Elena.

Tanto la familia de María Elena como los abuelos de Pedro eran parte de un gran grupo de ticuleños que llegaron casi de forma simultánea a la García Ginerés, alrededor de los años cincuenta. Había muchas familias de Ticul que coincidieron en una sola cuadra y se conocían antes de llegar a los nuevos terrenos.

“¿Cómo decidieron venir? ¿Se ayudaron entre ellos? ¿Por qué tantos ticuleños?”, se pregunta Pedro.  

María Elena apunta que las piedras del Parque de las Américas, las hizo Rómulo Rozo con material del rancho de su papá. Ticul es un municipio conocido por su cerámica y su suelo arcilloso. Algunos cronistas dicen que Romulo Rozo también utilizó piedra de este lugar para hacer el Monumento a la Patria. 

 

 

Tantos años después, los recuerdos parecen de otra vida: cuando el Circo camionero (una especie de club para los camioneros) proyectaba películas o montaba obras de teatro; cuando salían a remar en las calles después del huracán Inés; las veces que recorrieron como topos el tubo de PVC que se utilizó para dotar de agua potable a la colonia; las tardes en que los vecinos se juntaban en la tienda La Guadalupana a convivir. 

“Las calles eran el patio de nuestra casa y los vecinos eran nuestra familia. Nos cuidabamos. Cenabas en tu casa o con el vecino, no importaba”, cuenta Pedro.

Pero la García Ginerés no está exenta de la crisis. Solo este mes han tenido que lidiar con un homicidio en sus calles y la baja presión de agua potable en las casas. 

“Prácticamente toda la García Ginerés estamos sobre cenote. Cuando rellené mi piscina porque estaba muy honda, los albañiles comenzaron a gritar porque salían chorritos. Verídico, porque hace más de dos años que se va un chorro de agua hasta mi pozo, y el ingeniero viene y me dice: estás sobre cenote”, explica María Elena. 

Con todo, se sienten afortunados de vivir en esta colonia. La mayoría de su familia vive en la García Ginerés, pues los lotes originales de la familia eran grandes y eso permitía a los abuelos dividir las propiedades para sus hijos y nietos. 

“Cuéntale de la vecina que tenía 16 hijos”, le dice María Elena a Pedro con su voz de actriz del cine de oro mexicano. Y Pedro agrega que eran cerca de 50 jóvenes en toda la colonia.

Ante la pregunta de si hay algún vecino o vecina más antigua, Pedro responde: “Los grandes ahora somos nosotros y eso hace apenas una hora me puse a pensar”. 

La familia que no vive aquí, a veces viene a escuchar los pájaros. Se ríen pero es cierto: una de las hijas de Cinthia tiene una anécdota con un cenzontle, ¿En esta época quién tiene una anécdota divertida con las aves? 

 

 

Han tenido visitas de personas que viven en los nuevos fraccionamientos que son planchas de concreto y se conmueven al ver tantas mariposas. Hasta el aroma de la colonia es dulce (proveniente de la fábrica de galletas). Cualquiera diría que es una colonia de cuentos para niños.

“Todo tiene un principio y un fin”, dice Pedro para hablar de los árboles y el futuro de la García Ginerés. Quisieran que la zona mantuviera su esencia pero María Elena cree que en el futuro habrá muchos menos vecinos porque la vida es otra cosa ahora y las personas no tienen tiempo de atender casas tan grandes. La economía en crisis permite comprar solo casas pequeñas y asoleadas. Ya no digamos heredar propiedades a los hijos e hijas. 

“Tener cocos ya es para gente rica. Tienes que pagar para que se lleven toda la basura, arreglar los patios con mucho fondo, es caro mantenerlos. Ahora en las familias todos trabajan”, explica María Elena.

Cuando se agotan los recuerdos, le pido a María Elena una foto. Al principio no quiere, se toca el cubrebocas. “Pero no me lo quito”, dice. 

“Es histórico”, dice Pedro, refiriéndose al cubrebocas. 

“Es histórico”, coinciden. 

 

Edición: Laura Espejo


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