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Foto: Notimex

El pilar de la felicidad es la libertad, y no se puede ser libre sin la capacidad para decidir nuestro propio destino y acciones. Hasta hoy -sí, hasta hoy- las mujeres mexicanas no habían tenido el derecho a decidir sobre su cuerpo. Hasta hoy las mujeres mexicanas no habían tenido el derecho a decidir -con base en la responsabilidad, su proyecto de vida y de amor- sobre su maternidad. 

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en un voto unánime, ha decidido que las mujeres no serán criminalizadas por decidir sobre su cuerpo y su maternidad. La dolorosa decisión del aborto, será en adelante una decisión personal, humana, íntima y no un asunto penal que le represente un estigma y una persecución. Es una decisión revolucionaria, valiente, progresista, de avanzada. Debemos reconocer al máximo tribunal su papel y, al mismo tiempo, preguntarnos por la ausencia de posicionamientos de importantes políticos, legisladores y gobernantes. Una vez más, como en el Matrimonio Igualitario y en su momento la legalización de la marihuana, es la SCJN la que lleva la batuta y nuestros políticos apuestan por el mutis de rentabilidad electoral. 

 

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La ruta hacia una mujer mexicana que tenga el absoluto derecho a decidir sobre su maternidad en el marco calibrado y razonado de la protección y límites de las leyes no está completa, faltan pasos importantes, pero sí ha tomado un giro decisivo. A partir de ahora en la Ciudad de México, Coahuila y Oaxaca, la mujer es soberana de su cuerpo, en el resto de los estados podrá serlo también; sin embargo, deberá hacerlo bajo la protección de la jurisprudencia y el amparo. 

Ese camino gradual e irreversible, ya lo conocemos. Son decisiones de avanzada que poco a poco irán ganando batallas individuales en todo México. Obvio, habrá la necesidad de un amplio trabajo y labor de información y acción colectiva para que este momento histórico desarrolle todo su benigno potencial. 

Sí, este 7 de septiembre es un nuevo aniversario, parafraseando esa vieja canción de Mecano, uno de libertad y dignidad. Es un aniversario de autonomía, de cariño, de elección, de confianza, pues abre la puerta a una maternidad que llegue como debe ser: llena de esperanza, ilusión, ánimo, deseo de trascendencia y sacrificio fructífero. No tener más madres surgidas del trauma de la violencia, la violación, el abuso o la ignorancia, es ahora el destino posible. Hoy la maternidad mexicana puede ser mejor y más amorosa que nunca, especialmente para las mujeres más vulnerables.

Sí, hay llamas, hay causas justas, llenas de compasión, deseos de ayudar, deseos de liberar y arropar que no se pueden apagar ni con el mar. La llama de confiar en la sabiduría de la mujer, en sus mejores ángeles, es una llama que hoy ha cruzado un puente crucial. A los cientos de miles de mujeres mexicanas que por generaciones tuvieron una muerte que no merecían, a las millones de adolescentes que por décadas tuvieron que escoger entre estigmas terribles en un extremo o el otro, a todas las mujeres que una sociedad, intrínsecamente machista y misógina, prefirió criminalizar antes que dar las herramientas de la educación, la libertad y el empoderamiento humano para hacerlas plenas, hoy -por fin- la ley les ha hecho, que ironía, justicia. 

 

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La piedad, la fidelidad, la compasión, la ternura, la entrega, la esperanza, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la integridad y la templanza, todas tienen nombre de mujer. Hoy en este país les estamos diciendo a todas las mujeres que así como sabemos que ellas han inspirado, inspiran y siempre inspirarán esas virtudes; también sabemos y reconocemos que les corresponde a ellas y solo a ellas y su conciencia, decidir sobre su vida, planearla, enfrentarla y hacerla mejor -en el sentido más completo y entrañable de la palabra- para todos y todas.  

Si los seres humanos, todos, ellas, ellos, nos vemos a los ojos como iguales, con respeto, sin prejuicios y sin atavismos, sabremos dentro de nuestro corazón y con toda la fuerza de nuestra razón que no puede haber nadie mejor para decidir sobre la maternidad que una mujer. Es obvio. 

Así, en este día la mujer mexicana camina un peldaño más en el ascenso hacia la igualdad y la dignidad, pues nunca más su privilegiado y maravilloso potencial de madre, la podrá volver una criminal. La mujer merece, como siempre, nuestra confianza total. Esa es la gran verdad, es el triunfo del 7 de septiembre. 

 

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Edición: Laura Espejo


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