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Zapotlán el Grande, ''lugar de frutos dulces y redondos''

Pequeño en población, pero grande en historia y belleza
Foto: UDG

Municipio del estado de Jalisco, pequeño en tamaño y población, pero grande en historia, bellezas y por su gente. El musical nombre viene de la palabra en náhuatl que significa “lugar de frutos dulces y redondos”, como las chirimoyas, guayabas, tejocotes o los zapotes que abundan en la zona.

Recientemente tuvimos la fortuna de visitarlo y confieso que me sorprendí. La población de la cabecera, Ciudad Guzmán, ronda los 100 mil habitantes; sin embargo, su plaza principal es de grandes dimensiones, arbolada y luce una elegante construcción en estilo clásico, con columnas y una cúpula que llaman kiosco, obra del afamado arquitecto y escultor Vicente Mendiola –quien fue autor, entre otras obras relevantes, de las fuentes de la Diana Cazadora y la de Petróleos, en la Ciudad de México–. Dentro de la cúpula se rinde homenaje a José Clemente Orozco, el sobresaliente muralista nacido en esta ciudad, con una réplica de El hombre en llamas, que pintó en el Hospicio Cabañas, de Guadalajara.

También oriundos de Zapotlán son dos personajes geniales, cada uno en su campo: la compositora Consuelito Velázquez y el escritor Juan José Arreola. La noche de mi llegada tuve el privilegio de visitar la que fue su casa-estudio y degustar una sabrosa merienda con dos de las perlas gastronómicas de la localidad: las tostadas y el ponche de granada. La anfitriona fue la presidente municipal Mary Luis Juan, una joven y talentosa mujer que me obsequió un hermoso rebozo del cercano Tuxpan, Jalisco, que escogió con muy buen gusto el cronista de la ciudad y jefe del Archivo Histórico, Fernando G. Castolo. Tuve el privilegio de ser declarada huésped distinguida de la hospitalaria ciudad.

 

Foto: UDG

 

El motivo de mi visita fue impartir una charla sobre las mujeres de la Independencia, organizada por la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en la entidad, que preside el culto profesor Adolfo Pech Chuil, con el apoyo de la dinámica vicepresidente Diana Flores.

Generosos anfitriones me llevaron a conocer los múltiples encantos de la ciudad que se fundó hace más de cuatro siglos y medio por el fraile franciscano Juan de Padilla, quien en 1535, levantó un convento y un templo con el apoyo moral y económico del primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza.

Alrededor de la plaza se conserva el Sagrario, una de las joyas patrimoniales de la ciudad, que custodia las reliquias de san Tranquilino Ubiarco, zapotlense mártir de la guerra cristera. Con su planta arquitectónica en forma de cruz griega, es de los escasos ejemplos que subsisten en estilo herreriano, inspirado en El Escorial de España.

Otros edificios son el del ayuntamiento, el hotel Zapotlán, el primoroso palacio de los olotes, la casa donde nació la compositora Velázquez, la catedral y una serie de portales que en su eclecticismo conservan una gran armonía.

 

Foto: UDG

 

Sorprende que, no obstante su reducida población, cuentan con importantes instituciones educativas. En la década de los 60 del siglo pasado se estrenó el Centro Normal Regional, que con gran rigor formó generaciones de profesores rurales de distintos lugares de la República que realizaron una destacada labor en las zonas más alejadas del país. Una década más tarde se creó el Instituto Tecnológico y 20 años después el Centro Universitario del Sur, dependiente de la Universidad de Guadalajara, la más antigua institución de instrucción pública en el estado.

Antes de regresar a la Ciudad de México conocimos el parque ecológico Las Peñas, un remanso de verdor, que junto con el cercano parque nacional nevado de Colima hacen de Zapotlán un sitio privilegiado para quienes aman la naturaleza.

De despedida comimos bajo la original palapa que cubre el restaurante El Molino, donde preparan el famoso “bote”, que es una especie de puchero sabrosísimo, acompañado por un muy buen pulque de la región, otra grata sorpresa zapotlense.

Nos quedó pendiente otra visita para acabar de ver los encantos del lugar y si es en octubre para los festejos de su patrono San José. Cuentan que no hay que perderse la danza de los sonajeros, que portan vistosos atuendos y la procesión del día 23, que culmina con el paseo del santo patrono en un enorme trono que cargan bastantes hombres y es aclamado con vivas y aplausos por una multitud que incluye a muchos paisanos que viven en el exterior y regresan en estas fechas.

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Edición: Emilio Gómez


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