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Los punks que cambiaron la colonia Mulsay

Historias para tomar el fresco
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Jorge era un niño cuando se bajó del camión en una esquina del parque de la Mulsay y vio a un grupo de jóvenes patinando. Usaban maderas para improvisar una rampa y algo le impresionó. Después de comprar su patineta, junto con otros niños de su edad, se acercó temeroso a los skaters que había visto para preguntarles si podían enseñarle a patinar. Contra toda expectativa (pensó que los mayores se burlarían) le dijeron que sí. 

Años después, cuando Jorge Muñoz tenía 19, recolectó firmas e hizo las gestiones para que el ayuntamiento instalara rampas adecuadas en un parque. 

Comunidad y deporte, son dos palabras que Jorge mencionará en la entrevista al menos seis veces. Siempre juntas. Desde la casa donde ha vivido al menos 22 años de su vida —gorra hacia atrás,  tres patinetas colgadas en la pared— explica que si hubiera nacido en otra colonia quizá hubiera sido deportista, pero el skate y todo lo que trae consigo este deporte, se lo debe a la Mulsay. 

—Marcó mi forma de vestir, me acercó a movimientos culturales y musicales. Incluso a ser contestatario con todo, porque eso era el skate. Cuando comenzamos, no teníamos skate park y sólo nos quedaba patinar donde no era permitido: la calle. Hacer ruido y que los vecinos salgan y se quejen. Siendo un joven de clase media baja lo que teníamos eran tubos, rieles. Si veíamos un refri tirado para nosotros no era basura sino una herramienta.  

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

La Mulsay es el principio de la expansión de toda la zona surponiente de Mérida, la colonia más cercana al centro. Juan José Mena se mudó en 1994 y dice que la mayoría de sus vecinos eran de las colonias viejas: Chuburná, Chuminopolis, así que trajeron la tradición de salir al fresco y ayudarse entre vecinos. 

—Mis papás construyeron una banca para sentarse y ver pasar a los vecinos, platicar con ellos y saludarlos. Éramos cuatro familias viviendo en esa calle, era nueva. Mulsay fue la punta de lanza de la construcción inmobiliaria del poniente, luego fue Juan Pablo.

Él describe la zona (colonia, fraccionamientos y ampliaciones) como popular y de personas trabajadoras. Un área donde, al principio sobre todo, la gente se vinculaba a través de sus parques y actividades culturales. Por ejemplo, el zoológico y la biblioteca, pero esta última ya no existe pues se ha invertido más en expansión comercial que cultural. 

Lo que sí se mantiene es el vínculo de los vecinos con el deporte. De ahí, del skate específicamente, se conocen Juan José y Jorge.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Mulsay tiene dos parques con rampas de patinaje. La primera que está en la Unidad Deportiva Mulsay a petición de los vecinos que veían como un peligro que los skaters tomaran las calles (y los postes de los altos) para patinar. Pero como el diseño no era funcional para el deporte, varios jóvenes —entre ellos Jorge— hicieron las gestiones para tener un espacio más amplio y mejor diseñado en el Parque Japonés, a unas cuadras del primero. 

—Empezaron a llegar jóvenes de la Madero, Juan Pablo, o de muy lejos como la Alemán, Polígono, Vergel. Me da mucho orgullo porque ese skate park logró atraer a chavos y de ser 15 nos convertimos hasta en 30 o 40 personas. Ahí surge el movimiento de break dance, grafitti, rock. En ese mismo parque al final nos veíamos en tocadas y eventos. Se volvió un nicho de muchas subculturas, dice Jorge. 

Para las primeras generaciones de skaters no fue tan sencillo. Coincidió con la época de los  grupos violentos que competían por la jerarquía de sus colonias. Acosaban a los deportistas en el parque y Jorge dice que se sentían discriminados dentro de la misma colonia. 

Luego, lo que dicen casi siempre en las colonias meridanas donde hubo bandas: Esos jóvenes crecieron, se casaron, o se fueron. 

—Incluso las personas que me llegaron a pegar, ahora los veo con sus hijos y nos saludamos. Ya no piensan en imponer su manera de pensar, de alguna forma entendemos que somos adultos y que importan otras cuestiones, dice Jorge.

Los espacios de skate tampoco eran seguros ni abiertos para las mujeres. Ahora su presencia es más evidente en los parques, no solo como skaters sino en todos los deportes. Como este sábado que un equipo de softbol practica en el campo de la Unidad Deportiva Mulsay. O las dos niñas que juegan basquetbol en el Parque Japonés. 

—Yo nunca viví eso. Una chica era amiga de alguien del grupo, pero no practicaba el deporte. Y ahora veo cómo las mujeres ocupan más ese espacio, dice Jorge. 

Para él, la diversidad de personas que ocupan el espacio público es una de las cosas más importantes. Lo que más le gustaba de ir al parque antes de la pandemia era ver a los chicos jugando basquetbol, a la comparsa practicando el baile de carnaval, la reta del fútbol, béisbol, todos al mismo tiempo.

—Los sábados eran días de llegar al campo a las cinco de la tarde y ver a las chicas entrenando, a la señora que vende marquesitas y al señor del granizado. Nosotros patinamos con la música del carnaval de fondo. A eso súmale que en ese mismo campo deportivo se han hecho eventos políticos, religiosos, contraculturales, comerciales porque está el tianguis. Es un espacio donde convive muchísima gente distinta. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Cuando tiene un mal día o necesita despejar la mente, Jorge va al parque seguro de que encontrará a algún conocido para platicar. El deporte es su hobby desde la secundaria y para él, como para muchos vecinos, ha sido una forma de conectar con su comunidad.

Desde hace unos meses, él y su familia organizan juegos de voleibol. Llevan las redes y los postes, avisan a los equipos que nadie está enfermo y que el partido sigue en pie. Los adultos mayores han respondido con ánimo a esta iniciativa. Ahora el skater forma equipo con señores de 60 años para pasarla bien en una tarde de pandemia.

—Señoras y señores con los que no me imaginaba llevarme, a nivel deportivo. Y el deporte crea comunidad más allá de la colonia, ahora vinieron de colonia la Bojórquez a pedir la reta. El deporte lleva a la amistad, estás jugando con un grupo de personas a las que después puedes ayudar o te pueden ayudar.

Este sábado la Unidad Deportiva de la Mulsay está sucia por los vestigios del tianguis de ayer, y una franja de hojas secas de los árboles del parque donde Jorge vio por primera vez el skate. En frente hay un portón negro con letras blancas que dice:  “Ya Está La Denuncia  Nada Más Que Te Pesque COCHINO”. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

En las gradas del parque hay un mensaje más amable, más colorido, un mural con destinatario y receptor que muestra la foto de un joven con la gorra hacia atrás, haciendo una seña con el pulgar arriba. “En Memoria de nuestro amigo”, dice, para alguien llamado Manuel que nació en 1991 y murió en 2018. Junto a su rostro, un balón de fútbol con alas. Y las firmas de, pienso, otros deportistas. 

 

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Sigue leyendo a la autora: La belleza contrastada de Vergel
 

Edición: Estefanía Cardeña


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