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El museo de la resistencia. Invitación de la lectura de 'Retratos de la violencia'

Brad Evans y Sean Michael Wilson deciden hablar de este camino que andamos a empujones
Foto: Facsímil

Todos los días nos levantamos escuchando las trompetas del llamado a la violencia. Este es el profundo arraigo que nos legó la narrativa hegemónica del siglo XX donde dos guerras mundiales, múltiples invasiones y disputas alrededor del mundo, forjaron voces que se opusieron a la práctica sistemática que nos empuja a la aniquilación colectiva, caminando sobre las tumbas de incontables aniquilaciones individuales, destazándonos con sus garras y dientes, descarnando nuestra humanidad y dejándonos en la desnudez total.

Brad Evans y Sean Michael Wilson deciden hablar de este camino que andamos a empujones, y de quienes nos ayudan a pensar cómo resistirnos a ello en Retratos de la violencia (Akal, México 2019). La estructura es un ensayo periodístico que se interseca con la novela gráfica, cada capítulo de 10 diez capítulos nos habla de una perspectiva que nos permite analizar la violencia y los esfuerzos de las grandes pensadoras y pensadores en transformarla a través del entendimiento de la misma. Para ello se requieren muchas manos, no sólo de las cuatro que escriben, sino de un puñado que ilustra y nos ilustra para reflexionar en estos amaneceres de cuatro nuevas y viejas guerras que acontecen en nuestra actualidad. Esta invitación es una incitación a una lectura que se separa de la estructura capitular y organiza de manera diferente el libro con diálogos que pueden surgir a partir de cada uno de los territorios en disputa.

La primera «nueva» guerra se disputa en el primer capítulo, donde Evans mismo nos invita a su pensamiento y camina, ilustrado por Inko, tras las sutiles diferencias entre la violencia del siglo XX, la que deshumaniza, y la del siglo XXI que orquesta la humanización como parte de su propaganda. Rascando en la profundidad de la forma en la que ahora accedemos a la información, el autor nos ayuda a encontrar hilos que hermanan la violencia simbólica de los líderes mundiales con los movimientos que los oponen y, tal vez, no nos parezca tan separado Trump de ISIS.

La segunda, todavía pareciendo un poco «nueva», se disputa en los capítulos tres y cuatro, ilustrados por Inko y Carl Thompson, donde nos presentan las voces que luchan por separar a los opresores de los oprimidos. En estos capítulos profundizamos en el pensamiento de Frantz Fanon y Paulo Freire quienes nos ayudan a mirar los hilos que son cadenas y más vale romperlos para acceder a otras dimensiones de autonomía que no pasan por el pensamiento hegemónico occidental o del norte global, sino por los pasos que deciden los pueblos a quienes las centurias les han traído más sufrimiento y sistemas de opresión que la modernidad que les vendieron desde hace décadas.

Para la tercera ya nos vamos percatando de algo, la lectura de este libro es una gran herramienta para quienes educamos para la paz, pero también para quienes pretendemos construir otra realidad diferente a la que estamos habitando en este momento. Esto sólo es posible cuando llegamos a las aristas más recónditas de una antiquísima guerra, la que está caracterizada por el pensamiento platónico que nos obliga a una dualidad infinita de quienes ejercen violencia, lo fútil que pueden ser quienes participan y lo complejo que es tener un flujo único de información homogeneizante. Para ello, Chris Mackenzie y Carl Thompson ilustran las ideas de Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén y el segundo a Edward Said en Orientalismo y a Noam Chomsky en Guardianes de la Libertad.

La última batalla que se lucha en este texto es tan nueva como vieja y la retrataron Robert Brown, Inko, Michiru Morikawa y Yen Quach quienes miran a Foucault, Sontag, Butler y Agamben respectivamente. Como heredando la lucha contra las cadenas, la propuesta de este espacio es imaginar otros mundos posibles más allá de las dualidades y cuestionar el control que se ejerce sobre nuestros cuerpos. Estos ensayos empujan la lucha contra el control hegemónico de todas nuestras fronteras, empezando por la piel como primer territorio de defensa y cuestionan al Estado como artífice de la opresión sistémica contra quien habrá que hacer algo más profundo que proponer una guerra sin cuartel.

Las preguntas siguen siendo las mismas, pero tenemos que proponer otras respuestas, ¿Cómo transformar un mundo que se desarma? ¿Cómo tejer conexiones y no atar cadenas? ¿Qué cabos nos están haciendo soltar cuando nos imponen información? Por ello invito a esta lectura, donde los autores y autoras tuvieron el interés de tratar de contestar estas preguntas estudiando las miradas de quienes han empujado procesos que ya han transformado, más de una vez, nuestro mundo.

Contacto: @RuloZetaka


Lea, del mismo autor: Uroboros: la significación de la violencia devoradora frente a un ápice de esperanza

 

Edición: Estefanía Cardeña


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