de

del

El ''domingo de ramos'' de López Obrador

Desconozco el origen de esa tendencia a convertir a simples hombres o mujeres en dioses
Foto: Juan Manuel Valdivia

No es privativo de este momento. Siempre ha sido así, en todo el país. Desde que tengo uso de razón, en México se tiende a deificar a los gobernantes, quienes en sus efímeros períodos son arropados por un velo de infalibilidad, que se rasga sólo en ocasiones por una picardía que se limita a susurrar chascarrillos.

Jorge Ibargüengoitia, en sus indispensables Instrucciones para vivir en México, lo explica a la perfección: El mexicano se sabe controlado por ciertas fuerzas, le entrega su confianza al cacique o líder que acapara el voto para ofrecerlo al poder superior centralizado, algún pesado de la polaca, al diputado, al presidente municipal, gobernador, emperador o tlatoani. 

Es decir, no es culpa de nuestros políticos, es culpa nuestra, sólo nuestra. Desconozco el origen de esa tendencia a convertir a simples hombres o mujeres en dioses, en personajes mitológicos a los que se les debe rendir culto o pleitesía Tal vez sea un anhelo ancestral, tal vez un resabio genético. No lo sé. El caso es que nos gusta obedecer y adorar, postrarnos, aunque sea ante ídolos con pies de barro. No es privativo de este lugar; ahí están, por ejemplo, los personajes bíblicos bailando alrededor a un cordero dorado 

Nos lo hemos repetido mil veces, pero de nada ha servido: El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente. Cuando un general romano obtenía una gran victoria y desfilaba en triunfo por la capital, en la cuadriga, tras él, iba un esclavo público que sostenía sobre su cabeza una corona de laurel, repitiéndole una y otra vez al oído: “Recuerda que sólo eres un hombre”. Recuerda que eres mortal.

Tal vez la figura de la revocación de mandato pueda convertirse, en algún futuro, de algún modo, en nuestra voz detrás del oído del gobernante para recordarle que es mortal. Tal vez. Sin embargo, antes de ser nosotros los que le recordemos al político que no es nada más que un servidor público, tenemos que creérnoslo. Y eso está difícil. 

Es tal el bombardeo de información de las últimas semanas, a favor y en contra de la revocación de mandato, que ya estoy empachado del tema. A pesar de estar intoxicado de datos, no conozco a detalle el inmenso interés de la actual administración federal en su promoción. No comparto muchas de las tesis de quienes están en contra, pero sí me parece innecesario gastar cuatro mil millones de pesos en este ejercicio. 

Puede ser que la intención de Andrés Manuel López Obrador sea positiva, y que tenga como objetivo restarle poder a los hasta ahora todopoderosos presidentes. Sin embargo, desempolvado otra de las frases que de tanto manoseo ya perdieron significado, el fin no justifica los medios. Y es que la maquinaria para promover la participación ha destruido a su paso cualquier buena intención que en el camino haya brotado. 

Hago a un lado las descalificaciones a la autoridad electoral, o las acusaciones de ilegalidades de funcionarios federales que hicieron a un lado sus responsabilidades y se lanzaron al carnaval proselitista, incluso haciendo uso de bienes públicos. Y me centro únicamente en diversas propagandas con las que se ha promovido la participación ciudadana. 

Todo gira en torno a López Obrador, astro supremo de la plaza pública. El amor con amor se paga, oran, una y otra vez, una y otra vez, ya no ciudadanos, sino fieles de una secta. Él es inicio y el fin, el alfa y omega; es el verbo con el que arranca el Génesis, las trompetas del Apocalipsis. 

La revocación de mandato coincidirá con la festividad católica del Domingo de ramos, que se recuerda la entrada triunfante de Jesús a Nazareth. Por el tono que ha tomado la campaña, y por nuestros antecedentes históricos, para muchos eso es más que una coincidencia: es un guiño de la Providencia.

Propaganda de colores primarios que canonizan a un ser de carne y hueso, que lo erigen en el altar de la patria. Esta revocación de mandato va de otra cosa: Ya no se trata de un mecanismo democrático para restarle poder a los gobernantes, al contrario: se trata de endiosar a un hombre, como tú y como yo. 

Soy consciente que, desde las primeras líneas, estoy causando escozores, y que el último párrafo es, para muchos, la gota que derramó el vaso. Pero, ¿Qué blasfemia osé decir? ¿Qué López Obrador no es un ser humano, como tú y yo? Soy culpable, lo admito. Pero no es mi herejía lo que debe destacar hoy, es el hecho que incluso implementando una herramienta para quitarle poder a los gobernantes, los hacemos aún más poderosos. En esta paradoja, somos nosotros los que creamos dioses, y eso es nuestro único consuelo. 

La realidad es que como simples, patéticos Sísifos, condenados a hacer esfuerzos estériles, por los siglos de los siglos. No es privativo de este momento ni de este lugar. Habrá que esperar aún a un gobernante que no se sienta superior a nosotros —o que nosotros no nos sintamos inferiores—, y que más que nos pastoree, camine junto a nosotros, hombro con hombro, de igual a igual.

[email protected]

 

Lea, del mismo autor: Viaje fantástico a las várices de la piel del mundo
 

Edición: Estefanía Cardeña


Lo más reciente

Misterioso pájaro estaca se camuflajea entre los troncos de los árboles

Especial: Fauna Nuestra

Gabriel Graniel Herrera

Misterioso pájaro estaca se camuflajea entre los troncos de los árboles

La y los candidatos a la alcaldía de Motul se enfrentan en debate

Aspirantes tuvieron la oportunidad de exponer sus principales propuestas de gobierno

Astrid Sánchez / Rodrigo Medina

La y los candidatos a la alcaldía de Motul se enfrentan en debate

Luis G. Urbina ante la vaquería

Noticias de otros tiempos

Felipe Escalante Tió

Luis G. Urbina ante la vaquería

Claudia Sheinbaum presenta proyecto para reducir la pobreza y desigualdad

Para ello, la aspirante propone un crecimiento del PIB aunado a los programas sociales

La Jornada

Claudia Sheinbaum presenta proyecto para reducir la pobreza y desigualdad