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Encuentros lúdicos I: Ficha y tarjeta

¿Por qué es relevante para las personas jugar?
Foto: Rulo Zetaka

A finales del año pasado descubrí una afición que según yo no se me había atravesado “nunca” en el panorama. Todo comenzó cuando se manifestaron en múltiples posibilidades las fichas y tarjetas que construyen el mundo de los juegos de mesa.

Para las personas que no están familiarizadas más allá de las cartas, el ajedrez, el Uno y el Maratón les comparto que detrás de esa puerta hay centenas de propuestas para jugar sobre la mesa. Cartas, tableros o losetas son sólo algunas de las opciones que podemos encontrar.

En este caminar reciente me hallé recuerdos de hace al menos veinte años. Esto no sucedió a las primeras de cambio, sino que jugando descubrí que mi librero guardaba un par de cosas: el Maratón que había heredado de mi abuela paterna y el juego de cartas Uno, el único que se usa una vez al año; jugamos con mi familia, somos cuatro personas a las que siempre hay que andarles indicando qué número hay sobre la mesa o qué color es el que sigue, porque por lo general andamos poco concentradas en lo que sucede durante los turnos. 

Por otro lado, el Maratón acumula polvo desde hace mucho tiempo en el estante, cambiando en los continuos movimientos que requieren mis libreros pues la compra de libros fue muy intensa los últimos dos años y medio.

Con el transcurso de las semanas fui conociendo algunos juegos de este nuevo mundo que ahora habito, rescatando esos viejos recuerdos asociados a los juegos que se empolvan en mi estante y también empezaron a aparecer personas que disfrutaban de esto. Las visitas a la Ludoteka, un café especializado en juegos de mesa ubicado en Francisco de Montejo, ayudaron a involucrarme un poco más en el mundo y ubicar a mis amigas y amigos de hace varios años que también sienten esta atracción por compartir sobre la mesa estrategias, silencios y muchas, muchas risas.

Esas risas y el potencial del encuentro es lo que me hizo pensar en escribir sobre ello: ¿Por qué es relevante para las personas jugar? ¿Qué rol tiene el juego en nuestro contexto social? ¿Por qué creemos, o creíamos, que dejamos de jugar al crecer? Y sobre todo partí de la pregunta ¿por qué los juegos de mesa me conectan con algunas emociones que se sienten muy antiguas? Estas son algunas preguntas que pretendo ir contestándome, pero en este texto solamente quisiera abordar la última.

Mi abuela paterna, en realidad pienso como ella solamente como mi abue, jugaba de manera cotidiana a las cartas, sola o con amigas que iban a su casa, todo el tiempo tenía el juego de barajas disponible y, al menos en mi memoria, las sacaba a la menor provocación. No recuerdo que le gustara apostar de manera recurrente, si acaso en alguna ocasión para “darle sabor”, pero no era de las que podrían perder una cantidad significativa en los juegos de azar. También tenía otro tipo de juegos que solía jugar con sus nietos, un Scrabble, un Maratón azul y el Maratón clásico en una caja amarilla y verde.

Con nosotros, por lo general jugaba el Maratón azul, por alguna razón que hasta hoy desconozco, parecía que el contenido de “cultura general” la caja amarilla y verde era demasiado complejo para un niño de 10 años. Esas tardes se pasaban en una competencia contra la ignorancia, estimulando los saberes que antes se consideraban hegemónicos y que ahora me hacen un coleccionista de datos inútiles, a los que por cierto les tengo mucho afecto.

Durante esas tardes las horas pasaban, yo sufría cuando no era Maratón, porque en el Scrabble no me iba tan bien. Mi hermana cuatro años mayor y mi abue eran siempre las ganonas, pero de cualquier manera la puerta seguía abierta para aprender jugando. Al entrar en la adolescencia dejé de pasar tanto tiempo con ella y en sus últimos meses el juego era un recuerdo borroso entre tantos, donde sólo las cartas parecían existir. 

Para escribir este texto saqué la caja azul del librero, la coloqué junto a mí y recordé que en diciembre pasado, en La Jornada Maya me publicaron un texto que estaba inspirado en un sueño que tuve con mi abue. Al abrir la caja y sacudirle el polvo me percaté que las fichas siguen siendo las mismas de mala calidad, las cartas con las que eliges la opción de tu respuesta están marcadas por muchos dobleces y las reglas del juego están impresas en una hoja adherida a la tapa del Maratón.

Definitivamente no era el producto mas caro o de mejor calidad, pero me llevé una sorpresa, con la caligrafía que no recordaba de mi abue había un mensaje escrito en la caja y el afecto llegó volando a través del tiempo, el 15 de febrero del 2002 mi abue me obsequió este maratón y escribió “te quiero” al interior de una caja, y yo mientras escribo este texto en mayo del 2022 agradezco todos los afectos que llevan más de dos décadas enraizados a la ficha, a la tarjeta y al juego sobre la mesa. 

@RuloZetaka

Edición: Ana Ordaz


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