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Un posible tsunami en Campeche

Este texto relata lo sucedido hace más de doscientos años, debido a una tormenta
Foto: National Geographic

Jorge H. Álvarez Cervera*

 

En los siguientes párrafos se relata lo sucedido en la ciudad de Campeche hace más de doscientos años, debido a una gran tormenta que azotó aquella zona. Esta narración se basa en publicaciones de diversos investigadores e informa acerca de algunos antecedentes de esa ciudad y de los grandes daños que produjo aquel fenómeno de la naturaleza. 

En 1575 se autorizó construir con materiales perecederos una pequeña ermita a la orilla del mar, que después fue llamada calle de la playa o calle 8, en una zona despoblada, relativamente lejos de la Plaza Principal y al oriente de ésta, dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe. Se dice que quizá un sacerdote trajo de Extremadura, España, una imagen de la Virgen de Guadalupe, que tiene la piel morena, como la Virgen del Tepeyac. Más tarde, la ermita fue sustituida por un templo de mampostería, la zona se fue poblando de españoles, recién llegados a Campeche y el sitio se conoció como el barrio de Guadalupe y su templo, la iglesia de Guadalupe. Se considera que es el segundo más antiguo en México dedicado a la Virgen de Guadalupe, cuya aparición data de 1531. En los años cuarenta del siglo XX, el Obispo Alberto Mendoza y Bedolla ordenó que se decorara el altar del templo con imágenes de las apariciones de la Virgen del Tepeyac, las cuales fueron realizadas por el pintor Luis de Toral González, cuya belleza continúa siendo admirada. En 2010, con bases históricas, fue elevado a la categoría de Santuario Mariano Diocesano, por decreto de Monseñor Ramón Castro Castro, entonces Obispo de Campeche. 

 

Foto: The Mayan times

 

Ante la necesidad de construir un cementerio en el barrio de Guadalupe, se hizo una solicitud al H. Ayuntamiento en 1805 para construir un camposanto decente, en la parte posterior de la iglesia, del lado del mar, ya que el atrio del templo era insuficiente para sepultar los cadáveres, y en temporada de huracanes e inundaciones salían a flote, dando un aspecto desolador y de una terrible fetidez. La resolución del Ayuntamiento fue que los cementerios deben encontrarse fuera de la ciudad y que el cura debía buscar un terreno apropiado para construir la obra. Se deduce que se hizo caso omiso de dicha resolución, pues se continuaron las inhumaciones en el pequeño atrio y dentro del templo. 

En los años cuarenta del siglo XX se llevaron a cabo diversas obras en la ciudad, como la construcción del malecón de barlovento, con el nombre de Miguel Alemán, el cual partía del centro de la ciudad y que, por la orilla del mar, llegaba hasta el barrio de San Francisco. La figura 1, de aquellos días, es una imagen que muestra una parte del nuevo malecón, junto a la pared del costado norte del pequeño camposanto anexo a la iglesia de Guadalupe, que hacía mucho tiempo se había dejado de usar, el cual desapareció años después con un proyecto que incluyó grandes obras, como el de ganarle terreno al mar mediante piedras y rocas, con lo que se obtuvo una extensa nueva zona, para urbanizarla y construir edificios de diversos tipos, casas y vialidades. 

Se dice que un temporal, con una fuerza como nunca se había sentido, azotó en Campeche el 7 de septiembre de 1807 (4). En Ciudad del Carmen, a pesar de ser un puerto mejor resguardado, se sufrieron algunos daños. En Veracruz, donde los efectos se sintieron algunas horas después que en Campeche, los daños fueron de consideración. 

El padre Leandro Camacho, quien a la edad de 15 años vivía en Campeche y fue uno de los testigos, publicó en la revista Museo Yucateco en 1841, una reseña de los acontecimientos. Dijo que en la noche de aquel día hubo un temblor de tierra, que hizo sonar las campanas del templo del Jesús, así como también se percibieron en algunos domicilios diversos ruidos y este movimiento. 

El padre Camacho también comentó que el mar estaba caliente y, al día siguiente, muchos peces amanecieron muertos en su orilla, atribuyéndose la causa de ello a que un volcán había hecho erupción en el fondo del mar. Comenzó a soplar un fuerte norte, que después cambió a un chikinic, acompañado de lluvia, el mar fue creciendo hasta casi alcanzar la altura de la muralla, pero las olas la sobrepasaban. En la calle de la Muralla, el agua alcanzó un nivel de dos brazas, pero donde más daños causó fue en el barrio de Guadalupe, pues perecieron ahogadas muchas personas y multitud de animales como perros, cerdos y gallinas, arruinando casas, bodegas de sal y la iglesia, que sufrió severos daños en sus ornamentos, pavimento y muros. Al amanecer del día 8, los vecinos de Campeche fueron testigos de la enorme tragedia, la gente andaba en lanchas por las calles y el teniente de cura debió de estar tan atareado que no registró en el libro de defunciones de su iglesia a ninguno de los fallecidos. 

El historiador Manuel A. Lanz (1852-1911) describió que la Puerta del Muelle (o Puerta de Mar), que fue cerrada para evitar la entrada de las olas, cedió al empuje de éstas. Un bergantín, que estaba en el puerto, rompió sus amarras y se detuvo frente a la puerta principal del templo de Guadalupe, tocando su proa el balcón del coro de dicha iglesia. 

Derribada su puerta que mira al mar, se inundó el templo y para resguardar El Sagrario, el capellán lo puso en lugar seguro. Varios buques, entre ellos la fragata La Tambora, fueron impelidos hasta tierra adentro, encallando en los manglares y una fragata en construcción fue levantada del astillero, arrojada a gran distancia y dividida en dos partes. También encalló en un plantío de maíz una pequeña embarcación que, en solo veintinueve horas, viajó de Alvarado, en Veracruz, hasta Campeche. 

Las circunstancias en que sucedió este temporal hacen suponer que fue el resultado de causas geológicas, más que de una simple manifestación meteorológica.

 

Foto: Jorge H. Álvarez Cervera

 

Los daños causados a la economía del puerto y a la ciudad fueron muy graves, pues su flota se vio drásticamente disminuida y se destruyeron 140 casas, la mayoría de paja, aunque también algunas de mampostería. Se calcula que se perdieron 45 mil toneladas de sal, que se encontraban en espera de ser embarcadas.

Los daños a las charcas de sal ubicadas en la punta noroeste de la península de Yucatán fueron de gravedad, por lo que se estimaba que durante dos años estarían inactivas. En Guadalupe, donde existían algunas bodegas para almacenar sal, éstas quedaron destruidas, perdiéndose todo el producto. También se perdió una cantidad considerable de palo de tinte, que se encontraba almacenado en la playa. 

Todavía no se sabe si un tsunami produjo tantos daños y si, ante la situación de emergencia y la carencia de cementerios, las personas que fallecieron fueron sepultadas y en qué sitio se realizó esto. 

Este relato fue escrito con el fin de reunir información acerca de dicha tempestad y no de establecer su origen. Se considera que la península de Yucatán es una zona con poca actividad sísmica, pero en una reciente publicación de National Geographic se informó que, al estudiar 100 kilómetros de su costa oriental y la de Cozumel, se encontró evidencia de actividad sísmica antigua por crestas que contienen bloques de rocas de hasta cinco metros de altura, un metro de longitud y hasta ocho toneladas de peso. 

En geología, se emplea el término cresta para señalar el punto más alto de una ola, montaña o estructura geológica. El origen de estas rocas podría estar asociado con la actividad de olas extremas, que no son compatibles con las olas costeras de dos de los huracanes más destructivos que han azotado la zona en años recientes: Gilberto en 1988 y Wilma en 2005 (2). Los resultados de las amplias investigaciones realizadas fueron publicados no hace mucho. Los estudios concluyen que un gran evento, iniciado en la placa de Norteamérica, generó un tsunami que llegó a la costa este de Yucatán hace entre 1500 y 1200 años. Las ruinas mayas que existen en esa zona, sobre las rocas relacionadas con el tsunami, fueron construidas entre los años 900 y 1200 de nuestra era, lo que indica que el tsunami tuvo lugar antes de ese tiempo ¡Se produjo un tsunami en la Época Posclásica (de 900 a.C. a 1527 d.C.), antes de la conquista de América! La fecha más temprana que se ha documentado en las ruinas de la zona arqueológica de Tulum, es 564 d.C. 

 

Foto: National Geographic

 

La composición de las rocas terrestres generalmente está relacionada con los componentes de las placas tectónicas de nuestro planeta, así como también con el manto superior de éste y la corteza terrestre. Cada placa se comporta como una capa fuerte y relativamente fría. Hay placas tectónicas de dos tipos: las oceánicas y las continentales. Las oceánicas forman el suelo de los océanos, están sumergidas y su grosor varía de unos cuantos kilómetros hasta 100 kilómetros. Las continentales son de 100 a 250 km de espesor. Debajo de esta capa se encuentra una región dúctil, que puede estirarse, donde la presión y la temperatura son tan altas que las rocas se funden. Sobre esta capa fundida se deslizan las placas tectónicas, por el flujo horizontal y vertical, que produce la formación de cadenas de montañas y actividad volcánica. Cuando estos movimientos son evidentes para los humanos, se habla de sismos, terremotos, tsunamis o maremotos. Los términos tsunami y maremoto se emplean como sinónimos, pero un maremoto es un movimiento sísmico cuyo origen está en el fondo del mar y produce una agitación violenta del agua. Los tsunamis pueden ser producidos por terremotos, deslizamientos de tierra, erupciones volcánicas y meteoritos. Un tsunami puede desplazarse a cientos de kilómetros por hora en el mar. 

Otros historiadores también han descrito lo sucedido en 1807). Aunque Campeche se encuentra en una zona de muy baja actividad sísmica, se han registrado en la vecindad de La Joya, Estado de Campeche, muy cerca de la costa del Golfo de México, desde 1900 los siguientes terremotos: 13 sismos de magnitud 4 o superior, 1 de magnitud 3.9 y el más fuerte en 2007, de magnitud 4.8, a 106 km de Ciudad del Carmen. Una publicación (periódico La Jornada Maya) señaló que el 25 de septiembre de 2017 hubo un sismo de magnitud 3.6, en el mismo Golfo, a 147 km al noreste de Ciudad del Carmen, cerca de Cayo Arcas, a una profundidad de 5 km. Cayo Arcas es un conjunto de tres minúsculas islas arenosas, denominadas: Cayo Centro, que es la mayor, Cayo Este y Cayo Oeste. Estas islas se encuentran a unos 140 km al Oeste de Campeche, dentro de los límites del municipio de Champotón. La superficie casi plana de las tres islas está casi al nivel del agua del mar, lo que hace pensar que Cayo Arcas podría desaparecer por causas naturales, como huracanes o maremoto. 

 

Foto: Volcano Discovery. Internet. 

 

En la última figura se muestra un antiguo mapa, publicado en diversas fechas, de una zona del Golfo de México, aproximadamente frente a la costa de Campeche, en el que figuraban algunas islas pequeñas, de las que la citada más frecuentemente era la Isla Bermeja. Las otras eran: la Isla del Sable o Sandy, las Islas del Triángulo, Las Negrillas, Las Arcas y otras más, no bien identificadas, así como diversos bancos de arena. En tiempos modernos, la que alcanzó mayor importancia por su situación geográfica fue la Isla Bermeja, supuestamente a más de 100 kilómetros al noroeste de la península de Yucatán, en el mar territorial de México. Casi todas desaparecieron más tarde de los mapas, al ser verificadas en tiempos modernos. Se decidió que la desaparición fue por causas naturales, por errores en la localización geográfica o por otra causa desconocida, por lo que se les clasificó como “islas fantasma”. Las que sin duda existen son las de Cayo Arcas. Se considera que, de haber existido la Isla Bermeja, México habría tenido mayor soberanía marítima en una zona de grandes yacimientos de petróleo.

 

* Nació en Campeche en 1930, y vivió ahí hasta 1949. Se graduó como químico en la UNAM, y desde hace mucho tiempo ha tenido interés en la historia de Campeche, así como en la genealogía. Fue recipendario del Premio Estatal Justo Sierra Méndez del estado de Campeche en 1983. Desde 1987 radica en la ciudad de Mérida.

 

Edición: Estefanía Cardeña


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