Abril González-Ku
Hace algunas semanas se desató una discusión en la red social de Twitter cuando el Secretario de Turismo del Gobierno de México, Miguel Torruco Marqués, apuntó a que se abría mercado para el Tren Maya específicamente para un “turismo de alta gama”, buscando un “nuevo perfil del turista”, comentario del cual nunca realizó alguna disculpa o aclaración frente a usuarios que señalamos esta connotación como clasista. Este es sólo un ejemplo de una visión del turismo que es discriminadora y extractivista; cada vez más personas denuncian los procesos asociados al turismo como una problemática, pese a que en anuncios y propagandas se posiciona como un motor del “desarrollo”.
La historia del turismo sitúa su nacimiento a finales del siglo XIX y principios del XX de la era moderna; se pueden apreciar distintas visiones del turismo desde el estudio económico, social e incluso desde la disciplina geográfica. El turismo tal y como lo conocemos hoy en día se define como “un fenómeno social, cultural y económico que supone el desplazamiento de personas a países o lugares fuera de su entorno habitual por motivos personales, profesionales o de negocios”. Según la Organización Mundial del Turismo, se basa principalmente en la atracción y la búsqueda de experiencias, a través de otras personas, territorios y culturas, pero ¿cuándo esto se vuelve problemático?
Si observamos solamente los números, es verdad que el turismo es una actividad económica sumamente rentable, en México representa alrededor del 9 por ciento del PIB total nacional y solo en el año 2020, el Inegi reportó que el PIB Turístico fue de un millón 475 mil 107 pesos. Sin embargo, las grandes sumas de dinero usualmente acaban en los bolsillos de grandes empresas y no en los trabajadores o habitantes de las zonas turísticas.
Pese a esta complejidad, también se han desarrollado modelos en donde el turismo es ofrecido y manejado por las propias personas de las zonas con potencial turístico, como por ejemplo, la organización de las y los pobladores del Puerto de Sisal en Yucatán en donde rechazan su nombramiento como Pueblo Mágico y denuncian la especulación inmobiliaria que ha llegado a raíz de esto, frente a lo cual promueven el atractivo de su comunidad priorizando el bienestar económico, social y ambiental de la localidad.
Desde el ORGA nos proponemos conocer y reconocer desde quiénes se sostienen de estas actividades económicas: sus condiciones, comentarios y sugerencias (especialmente en la costa yucateca), para así observar redes de gobernanza que permitan vislumbrar la posibilidad de un turismo que no sea extractivista y discriminador; algo que, más allá de conocer “la belleza de México”, nos lleve a reflexionar respecto a las relaciones horizontales con otros, quienes no se encuentran en una posición de poder y capitales privilegiados. Que nos lleve a ser personas responsables con los desplazamientos que hacemos a otros territorios, en el que no busquemos ser, ni que lleguen solamente “turistas de alta gama”.
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