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Para construir la paz, urge conectar la de pensar

¿Cuánto vale la vida humana? ¿Vivir con miedo es todo a lo que podemos aspirar?
Foto: Ap

Las guerras vienen en paquetes macros, por intereses económicos. Expandirse, conquistar territorios, controlar tránsitos, poder infinito y, por supuesto, las regalías de la industria bélica. A final de cuentas es la historia al infinito de Caín y Abel y aquella quijada de burro, ahora, en versión sofisticada. 

Laura Elena Rosado Rosado escribió hace unos días, en Lectámbulos, Las guerras del mundo, donde menciona que, si bien a nivel global estamos atentos del desarrollo de la guerra en Ucrania, (no en balde el alza del gas y las zozobras que la cercanía del invierno provoca), existe un movimiento bélico ajeno a la atención de los medios.  “Algunos han cuantificado en 17 las guerras activas hoy en el mundo, dependiendo de si es generalizada, declarada, constante, etc. Siria, Etiopía, Birmania, Yemen, Afganistán, Sudán del Sur, República Centro Africana, Nigeria, República democrática del Congo, Pakistán, Irak, Palestina, son algunos de los países que tienen, cuando menos en una parte de su territorio, enfrentamientos armados”.

¡Ayyyyyy! ¡Qué impotencia! Me duele Siria, Haití, África, América Latina, la violencia en nuestro México. Qué sin razón los problemas económicos de los países que apenas emergen de la “era del bicho” y padecerán los problemas de la falta de energéticos y, además el duelo de la muerte de “decenas de miles en Ucrania y más de 30 mil soldados rusos”, como informó recientemente el presidente ucraniano ante el parlamento de Luxemburgo.

Y a final de cuentas, imperios como el otomano, mongol, español, el portugués, británico, el napoleónico, o el del tercer Reich… finalmente les llegó su 15 de septiembre.

La paz no es una palabra bonita que nos cae del cielo. Hay que invertirle tiempo, dinero y esfuerzo. Se construye. En las escuelas tendría que haber asignaturas con actividades que la promuevan. Invocarla, nos invita a propiciarla. La violencia que vivimos es producto de lo que hemos alimentado. Desde la cuna, el niño aprende a matar hormiguitas. Conforme crece, los juegos se vuelven competencia para aniquilar monstruos y zombis, hasta que eso no les resulta tan atractivo como asesinar en vivo migrantes y gente sin hogar, como hemos visto sucede.

Por eso, para construir la paz hay que conectar la de pensar. Comenzar a reconocer las guerras que vivimos diariamente, sin siquiera ser tomada como tales; ya conocemos las consecuencias que alcanza algo tan minúsculo como un virus al otro lado del mundo.

Toca comenzar a detectar las pequeñas guerras. La principal: reconocernos, aceptarnos. Las que vivimos en pareja por tener el control y la última palabra. En familia, por lograr la más grande rebanada de pastel a la hora de las herencias. Manosear las vidas ajenas con tal de ser el influencers con más likes. Guerra en la actividad comercial, con la economía como única meta sin tomar en cuenta el atropello a las personas y del medio ambiente; de ignorar la responsabilidad social que todos debemos tener con la comunidad para vivir en paz.

Palabras emitidas sin pensar, destruyen puentes; juicios y condenas: vidas. La modernidad manosea las palabras que antes nos sustentaban: respeto, compasión, dignidad, justicia, amor, generosidad, empatía, inclusión, paz. Quizá por eso estamos tan dispersos, tan vacíos. Toca hacerlas presentes en el día a día.

¡Ayyyyyy! Vemos tan lejos la guerra y negamos lo que tenemos enfrente. Pareciera que todo el que es diferente es el enemigo. Todo el que no me produzca, desechable. 

Preguntarme ¿cuántos años ha habido paz en el mundo? Me llevó a Wikipedia que dice: “En los últimos 5 mil años de historia, la humanidad sólo estuvo 900 años en paz, en los cuales los hombres se preparaban para el conflicto siguiente. Más de 8 mil tratados de paz se han firmado en el transcurso de los últimos 35 siglos".

¿Cuánto vale la vida humana? ¿Vivir con miedo es todo a lo que podemos aspirar? ¿Vale la pena tener cosas a costa de nosotros mismos? Repito: Urge conectar la de pensar.

"¿Cuál es el colmo de la guerra? Que unos señores la declaran, mandan otros a que los maten y el único que gana es el dueño de la fábrica de balas”.

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Lea, de la misma autora: A pueblear se ha dicho


Edición: Estefanía Cardeña


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