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Norteados, rumbo a Belén

¿En qué momento le quitamos el protagonismo al 'Niño Jesús'?
Foto: Cecilia Abreu

“Me paro en la puerta / me quito el sombrero, / porque en esta casa / vive un caballero. // Vive un caballero, vive un general, pedimos permiso / para comenzar. // Naranjas y limas, / limas y limones / aquí está la Reina, / de todas las flores. // En un jacalito de cal y de arena, / nació Jesucristo para Noche Buena. // A la media noche, un gallo canto, / y en su canto dijo, 'ya Cristo nació'”.

“Los niños dejaron de cantar la Rama”, dicen los adultos. Me pregunto si alguna vez se la enseñamos, si la cantamos con ellos. La cultura se trasmite. 

¿En qué momento le quitamos el protagonismo al Niño Jesús, con cuyo nacimiento inició la festividad llamada Navidad hace más de 2000 años? En su lugar, la mercadotecnia transformo la sencillez, calidez y humildad de una cueva de Belén, en una ilusión de luces multicolor, moños, jingle bells y un señor vestido de colorado que propicia la tristeza de millones de chiquitos que nunca recibirán lo que desde septiembre los convencen los comerciantes pedirle. 

En estos días, los maratones de películas navideñas se multiplican. Los productores detectaron la nostalgia de algo que nunca conocimos y que ellos han inventado. La familia reunida frente a la chimenea, la nieve en la ventana, la mesa rebosando comidas ajenas a nuestra cultura y un árbol, festejando el nacimiento, con su muerte en la sala, cargado de lazos, luces y esferas de navidad. ¿Y el nacimiento?

"Zacatito verde, / lleno de rocío, / el que no se tapa, / se muere de frío", continúa la Rama y me dice que esa tristeza enorme que nos hace emborracharnos de la ilusión inventada, se consolaría más acompañada junto con José y María y la espera de un Niño que nos ofrece: ¡Paz a los hombres y a las Mujeres de buena voluntad! En voz del saludo de un ángel a los pastores y a los que estamos ahí, preparando el pesebre de nuestro corazón para recibir al festejado.

Me duelen las prisas de tantos: por gastar el aguinaldo que pareciera les pica en las manos, por regalar lo que sea, sin tomar en cuenta a la persona; por la angustia de vernos lo que no nos vimos durante todo un año; por regalar por compromiso, por la frustración de no saber qué hacer con lo que recibimos en respuesta; por tanta basura que produciremos en moños y papeles que a veces cuestan más que el objeto de regalo… ¡Ayyyy! Por la cuesta de enero en bancarrota y decepción, aunado a lo que ya de por sí padecemos.

 

¿Qué tal regalar? 

Vale por escuchar con respeto y atención tus sentimientos. Vale por ir a ver la puesta de sol en el malecón de Progreso, junto con una marquesita. Vale por reconocerte públicamente tres dones. Vale por piojito y rascada de espalda sin que me lo pidas. Vale por hacer una actividad que te encante, aunque a mí no me guste tanto. Vale por medio kilo de paciencia, cuando se necesite. Vale por reconocer que me equivoque y pedir tu perdón. Vale por el reconocimiento de lo importante que eres en mi vida. 

Regalos para mí: Ser más agradecida conmigo misma; escucharme, quererme, respetarme, cuidarme, apapacharme. Reconocer que no soy perfecta. Que no existe el fracaso, sino el descubrir que no era por ahí. Entender que no necesito regalar para que me quieran.

Y para el festejado, aparte de preparar el pesebre de mi corazón, no me queda más que cantarle el Niño del tambor, que se dice fue compuesta en 1941 por Katherine Davis y popularizada por la familia Trapp. 

“El Camino que lleva a Belén, / baja hasta el valle que la nieve cubrió, / los pastorcillos quieren ver a su rey, le traen regalos en su humilde zurrón, / Rom, po pom pon, rom po pom, pom. // Ha nacido en un portal de Belén, / el Niño Dios. // Yo quisiera poner a tus pies, / algún presente que te agrade, Señor, más tú ya sabes que soy pobre también, / y no poseo más que un viejo tambor. / Rom po pom pom, rom po pom pom.// En tu honor frente al portal tocaré / con mi tambor. / Rom po pom pom, rom po pom pom. // El camino que lleva a Belén, / Yo voy marcando con mi viejo tambor. // Nada mejor hay que te pueda ofrecer, / su ronco acento es un canto de amor. / Rom po pom pom, rom po pom pom. // Cuando Dios me vio tocando ante El, me sonrió”. 

O, “Libertad de cultos”, diría mi abuela: en lugar de Navidad, podrían nombrar la festividad, el cumpleaños de Jo, jó, jó. 

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Lea, de la misma autora: La mujer jaguar

 

Edición: Estefanía Cardeña


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