A pesar de la existencia de varios partidos, la vida política en Yucatán está marcada por la hegemonía de dos institutos políticos, el Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), que en realidad resulta de un enfrentamiento que se remonta a la época de la Intervención Francesa, cuando las élites tuvieron como referente a dos líderes: los coroneles Manuel Cepeda Peraza (republicano) y Francisco Cantón Rosado (imperialista).
En dos siglos, Yucatán no ha tenido una tercera opción política con una oportunidad real de llegar a Palacio de Gobierno o a dominar el Congreso del estado. Cuando han obtenido curules ha sido más por representación proporcional que por voto directo, por lo que el paso de muchos diputados de los partidos minoritarios en la entidad se ha limitado a adherirse a alguno de los mayoritarios en votaciones cruciales o a reflejar las alianzas que hayan tenido en la esfera federal. Han sido pocos los que han intentado impulsar una legislación novedosa y una agenda legislativa que redunde en mayores simpatías para sus partidos.
También es cierto que los diputados de partidos minoritarios han sido avasalladas por los otros dos al momento del reparto de comisiones y posiciones en la Mesa Directiva o la Junta de Coordinación Política. Es decir, la propia dinámica institucional impide que desempeñen un papel de mayor protagonismo, por lo que el bipartidismo existente tiene un ingrediente perverso que frena cualquier intento por superarlo y llegar a un estado de competencia.
Por eso las palabras de Alpha Tavera Escalante, la presidente de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), sobre las perspectivas de este partido para 2024 en el escenario local, llaman la atención. No es que Tavera Escalante peque de optimista, al contrario. En 2018, Morena superó el 20 por ciento en la votación para gobernador, algo que no había conseguido ningún partido distinto al PRI o PAN desde 2001, cuando el tricolor perdió el monopolio del Ejecutivo local.
“Hoy por primera vez tenemos la oportunidad, no la seguridad, la oportunidad de ocupar el gobierno del estado y otros espacios”, ha dicho Tavera Escalante. A poco más de un año de que tengan lugar las elecciones, esta opinión tiene fundamento, y más si se toma en cuenta que Yucatán parece la ficha por caer en la península, toda vez que el Ejecutivo de Campeche y Quintana Roo lo encabezan morenistas. Y la importancia de Yucatán crece si se toman los estados al paso del Tren Maya, pues es la única entidad donde gobierna un partido distinto a Morena.
Pero está por verse si el partido guinda representa para la ciudadanía una opción de gobierno distinta a las dos que hasta la fecha han sido hegemónicas, o incluso una forma diferente de encauzar la participación política.
Porque el movimiento hacia Morena por parte de algunos líderes se percibe como un intento por sobrevivir políticamente, gracias al arte del oportuno ko’ox virar, de moverse cual veleta según la dirección del viento. Y Morena se ha nutrido recientemente de personajes con cierta fuerza tanto del PAN como del PRI, y por eso se considera legítimo preguntar si representan algo nuevo, porque con un PRI golpeado y con su militancia en desbandada, lo más probable es que el bipartidismo yucateco solamente cambie una pieza, no que un nuevo jugador cambie el juego.
Tampoco será un tema de estatutos. Los candidatos que queden, primero, tendrán que llegar a acuerdos con las diferentes facciones que ahora integran Morena, que también traen un bagaje de usos políticos de muy amplio espectro.
Morena tiene la oportunidad de ganar, falta por ver si el eventual triunfo del partido equivale a una mejora sustancial para la ciudadanía.
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