Dos mujeres, mucha incongruencia

En 48 horas, los nombres de dos mujeres cobraron presencia en el espacio noticioso, ambas por expresiones que representan incongruencias con sus respectivas trayectorias, la cual ha sido sobresaliente en ambos casos, aunque en diferentes ámbitos. La deportista, Ana Gabriela Guevara, es hasta la fecha la más destacada figura del atletismo nacional aun cuando hace ya dos décadas colgó las zapatillas de corredora. La ministra, Norma Piña Hernández, posee una sólida formación académica y el reconocimiento de sus colegas a nivel internacional.

Ambas se han colocado en el ojo del huracán, expuestas al escrutinio público y al griterío de las redes sociales. El caso de Ana Gabriela Guevara es paradigmático porque, más que debate, se ha pretendido dirigir la opinión pública hacia la idea de que ella se ha puesto en contra de los atletas, y que estos han obtenido grandes resultados a pesar de la Comisión Nacional del Deporte, que dirige Guevara, gracias al apoyo de esta dependencia.

Los deportistas, y ahora especialmente la selección de nado sincronizado (ahora llamada natación artística) y en general los deportes acuáticos, han visto que esta administración ha disminuido drásticamente el monto de sus becas y algunos las han visto desaparecer. Otros están acusados de ser deudores por no haber podido comprobar gastos realizados durante sus competencias. Incluso aceptando que esto sea verdad, lo grave es que Ana Guevara debió ser una diferencia a favor de los atletas, dada su trayectoria y a que padeció los mismos obstáculos burocráticos; pero en lugar de ello se ha dedicado a descalificarlos.

Las palabras vertidas en una entrevista radiofónica, “Por mí, que vendan calzones, trajes de baño, Avon o Tupperware”, en referencia a la selección de nado sincronizado, resulta sumamente ofensiva cuando consideramos que se da de una mujer en una posición de poder hacia otras mujeres, y mucho más cuando tenemos cerca en el tiempo el fenómeno de “las nenis”; esas mujeres sumamente valientes que buscaron salir adelante durante la pandemia emprendiendo negocios de venta al detalle de calzado, vestido, cosméticos y muchos otros artículos.

En cuanto a las deudas de las atletas, entre las que también está señalada la mejor racquetbolista de todos los tiempos, Paola Longoria, hay que destacar que también en la Conade se han perdido los documentos entregados por los deportistas. Ha sido más fácil atacar al eslabón más débil que emprender una investigación seria sobre las irregularidades en las finanzas de la Conade. Eventualmente, se hará una evaluación de la gestión de Ana Guevara y, hasta ahora, no se encuentran resultados favorables en formación de talentos, mejoras en las condiciones de entrenamiento e infraestructura, amén de la desaparición de apoyos.

En el otro caso, llama la atención que la ministra presidente de la SCJN haya decidido buscarle pleito, vía WhatsApp, al senador morenista Alejandro Armenta, quien a su vez preside la Cámara Alta, por lo que se le puede considerar homólogo de la ministra como cabeza de un poder público.

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La presentación de los mensajes ante el pleno del Senado mostró la polarización entre las facciones ahí representadas. De entrada, debe reconocerse que resultaba difícil creer que la ministra Piña hubiera reaccionado de esa manera a la propuesta del legislador, sobre que los integrantes de la SCJN sean votados, y menos que fuera capaz de una bravuconada como preguntarle al senador si puede mirar a sus hijos a los ojos, o responderle con emojis de risa cuando éste le contesta que ha sido electo.

Resulta menos creíble que la togada haya asumido una actitud de envalentonamiento luego de la invalidación del Plan B electoral y ahora del decreto sobre la reserva de información de los proyectos estratégicos del Ejecutivo federal. Sí, la función de la SCJN es poner límites a los otros dos poderes, mas no asumirse intocable. De estas actitudes aún se recuerda la “roqueseñal”, que tanto le costó al PRI a fines del siglo pasado. En esta ocasión un chat, así haya sido “a título personal”, arrastró consigo a toda la Suprema Corte.

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Edición: Estefanía Cardeña