Los poderosos, los “notables”, las élites políticas, económicas y sociales de México nunca pagan las consecuencias que merecen, en la proporción de la gravedad de sus acciones, e incluso mantienen su estatus arropados por sus iguales.
Aunque parece odioso darle la razón en algo al ex presidente Enrique Peña Nieto, los hechos lo avalan, y la corrupción no es mínima y aislada, ni propia de una determinada clase social y económica, más bien se da en todo México, en todos los niveles, en mayor o menor medida. La corrupción está enraizada en la cultura mexicana y constituye el engrudo del sistema y el funcionamiento del país como señaló Alan Riding en su libro Vecinos Distantes: Un Retrato de los Mexicanos publicado desde el lejano 1984.
La corrupción no se acabó con la elección del 2018 cuando la aplastante mayoría de votantes eligió a López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional, echando de la presidencia de México a la derecha representada por los Partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, más el de la Revolución Democrática de los Chuchos. Las homilías de AMLO no acaban ni acabarán con la corrupción y la impunidad.
Lo más grave no es que persista la corrupción, en mayor o menor medida, en todos los niveles de gobierno y en la vida cotidiana, sino que las consecuencias de practicarla no se pagan en la proporción de su gravedad. México es el país en el que varios funcionarios del gobierno del ex presidente Peña Nieto y legisladores del PAN participaron de los sobornos de la empresa Odebrecht, la mayoría sin pagar consecuencia alguna. En otros países la estela de corrupción de Odebrecht significó prisión y el final de carreras políticas en los niveles más altos. El caso más dramático es el del ex presidente de Perú, Alan García, quien se suicidó para evitar ser aprehendido por la policía y enfrentar el juicio judicial correspondiente.
El hombre más poderoso de la Seguridad Pública de México en los gobiernos del PAN con Vicente Fox y Felipe Caderón, Genaro García Luna, fue juzgado y declarado culpable por el jurado en Estados Unidos, por su protección y colaboración con narcotraficantes. En México los socios y la familia de García Luna fueron beneficiados con el descongelamiento de sus activos. Los Jefes de García Luna, los ex presidentes Fox y Calderón permanecen intocables, e incluso participan activamente en la política y la vida pública de México, igual que los priistas Salinas de Gortari y Zedillo, cuyo daño al patrimonio mexicano es inocultable. Bueno y en Segalmex de la 4T, Ignacio Ovalle es inalcanzable. La impunidad en México se ve, se siente y está presente.
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En lo local
En Quintana Roo el gobierno Verde-Morenista de Mara Lezama apuesta a la popularidad del presidente López Obrador para ganar las elecciones de junio próximo sin pagar las consecuencias de los malos y pésimos gobiernos municipales, el gris desempeño de su legislatura local y sus anodinos legisladores federales. La brutal inseguridad pública y la violencia de Cancún, Cozumel, Tulum, Felipe Carrillo Puerto y la empobrecida Chetumal, además de los negocios turbios desde el poder y la ineficiencia parece que no tienen consecuencias. El titular de Sefiplan, Eugenio Segura aspira a la senaduría como si el escandaloso aumento a los precios de las licencias de manejo no fueran de su incumbencia, ni el presupuesto estatal ni la ley de ingresos.
En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.
¡Hasta la próxima!
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