Desde hace ya varias décadas, Carlos Slim Helú es la personificación del poder económico en México. La sola mención de su apellido dispara en el imaginario colectivo los más absurdos cálculos sobre el movimiento de su fortuna personal, la cual también está asociada al amparo del poder político. No de balde, cuando el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se deshizo de cuanta paraestatal pudo, se decía que Teléfonos de México era “de Carlos & Charlie's”.
El ingeniero Slim no es solamente un empresario de las telecomunicaciones (Teléfonos de México, América Móvil) sino también de materiales estratégicos de construcción (Grupo Carso), o de bienes de consumo (Sanborn’s), entre sus inversiones más conocidas. Su relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador data de hace varios años, pues el magnate forma parte de su Consejo Asesor Empresarial e incluso estuvo a cargo del remozamiento del Centro Histórico de la Ciudad de México cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno (2000 -2006).
Sin embargo, difícilmente se puede decir que el ingeniero Slim sea “consentido” del sexenio. En la inusual rueda de prensa que ofreció el empresario, éste destacó que sus negocios han dejado de pagar dividendos (Telmex) o han sido frenados, ya sea por organismos reguladores o porque desde el gobierno se les ha limitado la participación en licitaciones para obra pública. Es entendible entonces que admita tener diferencias con el actual Presidente, aunque no por ello han dejado de comunicarse.
Ahora, la rueda de prensa que ofreció Slim, sin que existiera más justificación que su presencia como líder empresarial y el hombre más rico de México y América Latina (en algún momento lo fue del mundo), no es ninguna casualidad. Que a cuatro meses de que se celebren las elecciones, un personaje de tal influencia se exponga a los micrófonos y el escrutinio público, no es ninguna coincidencia.
El reconocimiento de que existen diferencias entre el magnate y el Presidente ya fue aceptado por este último, quien agregó respeta la opinión de Slim en el tema del papel de las Fuerzas Armadas en la construcción de obra pública, aunque no la comparte. Por supuesto, el uso del Ejército como mano de obra desplaza a la iniciativa privada y el desacuerdo es hasta natural.
En cuanto a que Telmex ya no resulta rentable y que el gobierno recupere la propiedad de esta empresa, resulta hasta un tema irrelevante a estas alturas del sexenio.
El meollo de la rueda de prensa de Slim está en su visión del actual gobierno, uno al que calificó como “de transición”, y agregó: “ojalá que el gobierno que siga sea un gobierno de consolidación”. Si a esto agregamos el señalamiento de que son los medios y no los empresarios quienes están en contra del Presidente, podemos asegurar que el mensaje fue para quienes se dedican a los negocios, más que para el mandatario, pues éste no hizo más que reforzar la idea de que la relación de la Cuarta Transformación con el poder económico ha sido de provecho para este último.
Al afirmar que “le ha ido bien a Carlos, porque es un buen empresario, como le ha ido bien a casi todos los empresarios; ya he dicho varias veces que cuando la milpa se da bien, alcanza hasta para el pájaro”, López Obrador no hizo más que reforzar el mensaje de que su gobierno tiene un sello propio en el que, pese a que su principal divisa es “por el bien de todos, primero los pobres”, también tiene interés en que la iniciativa privada cuente con alicientes para mantener su actividad, la creación de empleos y continúe pagando sus contribuciones fiscales.
Difícilmente podrá decirse que Slim ha llamado a “la cargada”, aquella acción característica de los tiempos del Partido Revolucionario Institucional como hegemónico, en la cual todas las organizaciones obreras, campesinas y hasta la iniciativa privada se comprometían con el ungido como candidato oficial. Sin embargo, es una voz a la que todos los empresarios escuchan atentamente.
Mientras, afirmar que el caso del hombre más acaudalado de México demuestra que el modelo económico de la Cuarta Transformación funciona, es tomar la parte por el todo, pero cuando esa parte ha conocido de cerca el manejo político de la economía durante otros gobiernos, lo que se tiene es una llamada de atención a los capitales, para que estén alertas ante el peligro que puede representar el canto de otras sirenas.
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