Una nota necrológica suele decir mucho más de las relaciones sociales y familiares de una persona que de su propia vida, más cuando la persona difunta está vinculada con actores políticos o económicos con cierta relevancia.
En una época en la cual las mujeres no tenían derecho al voto, hubo una sobre la cual se ha investigado muy poco a pesar de que es posible encontrarla en la prensa durante el porfiriato. El motivo, sin embargo, es por el activismo de sus tres hijos y porque estos eran constantemente buscados por distintos gobiernos, tanto considerándolos enemigos como buscando atraerlos como operadores políticos.
En esta ocasión, la nota fue localizada en el periódico La Voz de la Revolución, en su número correspondiente al 8 de mayo de 1915. La noticia ocupaba un pequeño espacio, de apenas cuatro párrafos, pero desde el encabezado indicaba a los lectores que la fallecida era una mujer a la cual debían conocer. Apenas decía “Muere doña Liberata Ponce viuda de Pérez”.
El redactor de La Voz no nos da información completa sobre la fallecida, ni siquiera sobre sus familiares, pero sí le dedica adjetivos que permiten ver que doña Liberata era en verdad una líder admirada por hombres y seguramente ejemplo para otras mujeres que apenas en 1909 comenzaron a hacerse visibles en los mítines políticos, pese a que legalmente no podían votar ni ser votadas.
El periódico dejaba saber que “la respetable señora” doña Liberata había dejado de existir en la madrugada del día anterior, e inmediatamente la vinculaba a dos de sus hijos, pues era “madre del viril revolucionario don Tomás Pérez Ponce y de don Tirso, que hace algunos años falleció y que en época de prueba luchó enérgicamente contra los altos mandatarios de entonces.”
La redacción es un tanto confusa y pareciera que quien pasó por una época de prueba y luchó enérgicamente fue doña Liberata, aunque lo más probable es que el redactor se refiriera a Tirso Pérez Ponce, quien murió en 1907 mientras llevaba la defensa de su hermano Tomás y otros dos compañeros periodistas: Carlos Escoffié Zetina y José A. Vadillo, quienes fueron acusados de injurias graves por Audomaro Molina Solís, hermano del gobernador Olegario Molina.
Sin embargo, doña Liberata no era ajena al activismo de sus hijos. Más bien había sido ella quien les inculcó que ejercieran el Derecho en beneficio de los más débiles, y tanto Tomás como Tirso se destacaron defendiendo a sirvientes henequeneros que se habían fugado de distintas haciendas. Precisamente una de estas fugas dio pie al proceso judicial contra Tomás y sus socios. Poco después, en 1911, Tomás destacaría organizando a indígenas yaquis, que habían sido deportados a Yucatán, para servir como grupo de choque durante las elecciones.
Otro hijo había muerto antes. Se trataba de Teodoro, cuya lápida en el Cementerio General de Mérida indica que fue asesinado el 11 de agosto de 1897; fue una de las víctimas aquella noche que inició la campaña del general Francisco Cantón para llegar a gobernador de Yucatán.
Volviendo a doña Liberata, otro párrafo deja ver su carácter e igualmente que se trataba de una mujer enérgica y de una gran fortaleza mental: “la honorable dama que acaba de fallecer, durante su larga vida, dio muestras de una gran energía, de un patriotismo ilustre [...] hasta en los momentos más dolorosos de las luchas en que sus hijos se vieron, ella se mantuvo firme y jamás tuvo debilidad alguna.”
Agregaba que, pese al activismo de sus hijos y que seguramente se le podía considerar como alguien que podría ser excluida de varios círculos, “Como miembro de esta sociedad era altamente considerada, y dadas sus extensas relaciones sociales, su muerte es muy lamentada.”
Ahora, a pesar de los elogios a doña Liberata, la nota no es un mensaje a la sociedad yucateca para que le rindiera algún homenaje, el recipiendario era en realidad el hijo que quedaba vivo: Tomás. El último párrafo indicaba “Expresamos nuestro más sentido pésame para los deudos de la distinguida dama, y muy especialmente para nuestro amigo don Tomás Pérez Ponce, indomable revolucionario”. Unos meses después, Tomás sería electo presidente municipal de Mérida; tanto guiño era para atraerlo al grupo de colaboradores del general Salvador Alvarado. La relación, sin embargo, no duró mucho, pero eso es otra noticia.
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Edición: Estefanía Cardeña
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