Si bien en el siglo pasado, los libros de bolsillo abundaron por doquier, en la actualidad ya no son tan frecuentes. Estas publicaciones tienen la característica de tener un formato pequeño para que el lector las llevara prácticamente en la bolsa de la camisa o del pantalón, de la blusa o el bolso de mano. La facilidad de transportar estas publicaciones en el bolsillo permitía que el lector sacara su libro en cualquier momento para continuar la lectura que pausó anteriormente. Así que los lectores de libros de bolsillo leían en cualquier lugar y en las mejores oportunidades: en el autobús, el metro, el taxi, mientras se trasladaban a sus centros de trabajo o sus escuelas, o en sus viajes vacacionales. No había impedimento para que leyeran por lapsos o de continuo.
Sin embargo, para producir estos libros de formato pequeño, había la necesidad de utilizar tipografía pequeña, aunque suficientemente legible para ser leídos. Todos ellos tenían una apariencia atractiva por su tamaño, además de la facilidad de ser leídos en cualquier parte. En algunos casos eran aprovechados por textos breves, principalmente literarios, que ocupaban pocas páginas, lo que permitía diseñar tales publicaciones de bolsillo, como La metamorfosis, El principito, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, entre muchos otros, ante libros voluminosos como Don Quijote de la Mancha, La guerra y la paz o Moby Dick.
En la historia más reciente de estos libros de bolsillo, destacan los de la colección Fondo 2000, del Fondo de Cultura Económica (FCE), aunque sin mucho éxito. El formato de estos libros fue de 10.5 por 14 cm, en rústica, encuadernación sólo pegada y de entre 60 a 88 páginas. Cabe destacar que esta colección no sólo incluía textos literarios, sino también de otras disciplinas: historia, política, filosofía y muchas más. Su costo estaba entre los 15 y los 20 pesos; hasta hace un par de años era posible comprarlos a 8 pesos.
Vale destacar que el FCE quiso imitar la colección Alianza Cien, una coedición de la española Alianza Editorial y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de aquel entonces. Los libros de esta colección de bolsillo tenían un formato pequeño de 10 por 15 cm. y contenía de 60 hasta poco más de 100 páginas. En contraste con los malogrados libros de Fondo 2000, los de Alianza Cien sí eran auténticos libros de bolsillo. Aún nadie ha logrado entender el fracaso de la colección Fondo 2000, cuando el FCE se había distinguido por la Colección Popular, de mediados del siglo XX, con obras completas de Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Agustín Yáñez, entre un centenar más.
Los libros de bolsillo tienen una historia brillante. Sin embargo, este tipo de publicaciones enfrentan la profusión de los libros electrónicos. Al parecer, los Ebooks ofrecen ventajas semejantes a los libros de bolsillo: pueden ser trasladados a cualquier lado y ser leídos en la mejor oportunidad, ya que los dispositivos en los que son leídos son transportables. Bajar un Ebook de alguna plataforma es sumamente fácil, así como adquirir el programa para abrir el libro y guardarlo en el dispositivo elegido. El texto del Ebook se adapta automáticamente a la pantalla del dispositivo, ya sea un teléfono, una tableta, una computadora o un lector Kindle.
A pesar de las ventajas del Ebook, el libro de bolsillo no ha perdido su atractivo. Su popularidad histórica y su consumo aún perdura a pesar de que ha menguado su producción. A pesar de la presión del libro electrónico, hace una década surgió el dwarsligger (librino), de forma apaisada y pequeño formato. Además, varias editoriales en el mundo ahora publican las novedades en pasta dura y las reediciones de los títulos exitosos son en libros de bolsillo. Por lo demás, casi todas las editoriales siguen publicando en formato pequeño los clásicos para la lectura escolar. ¿Cuáles serán mejores, los de bolsillo o los electrónicos?
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