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Foto: David Rico

Hace unos días la gaceta de la UNAM sacó una nota que causó cierto revuelo en  la red social X, y es que reseñaba el último Congreso Nacional de Ciencias Sociales donde el Coordinador de Humanidades de la UNAM afirmó contundentemente que, en el momento en que la ciencia se plegaba a la ideología dejaba de ser ciencia. Si bien la nota no dice mucho más sobre qué entiende el investigador por ideología ni el contexto de la afirmación, esta generó varios comentarios críticos sobre el carácter apolítico y neutral del conocimiento científico que parecía sugerir. 

Más allá de que no conocemos el resto del contenido de la conferencia, analicemos la afirmación con detenimiento. A primera vista no parece descabellado que se quieran distinguir ambos términos, pero revisemos si podemos establecer una relación de mutua exclusión como afirma la nota. La formulación de diccionario (RAE) afirma que una ideologia consiste en un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento religioso o político, etcétera. No parece haber nada intrínsecamente nocivo en caracterizar a la ciencia o cualquier otro lenguaje con este sentido de ideológico. Por ejemplo, se puede discutir si resulta deseable que la ideología de la ciencia sea la democracia. No obstante, la reseña emplea un sentido peyorativo de la primera por lo que necesitamos recurrir a otra acepción. 

En el sentido clásico marxista, la ideologia consiste en un un conjunto de ideas o representaciones que distorsionan la realidad, es decir, que ocultan una verdad que a su vez legitima algún poder dominante. Es decir, se trata de una falsedad que se usa como verdad para ocultar una forma de dominacion (explotación, subordinación). Este parece ser el uso del término en la nota. 

Ahora bien, el contexto en el que se desarrolló dicho término por parte de Marx corresponde a una época (siglo XIX) en la que la ciencia predominantemente se concebía como desprovista de elementos políticos. Esta perspectiva se puso en duda particularmente durante el siglo pasado, motivando una nueva reflexión sobre la relación entre ideología y verdad. En particular, el postmarxismo ha desarrollado una noción de ideología que se encuentra desligada de la verdad. En palabras del filósofo esloveno Slavoj Žižek: “la ideología no tiene nada que ver con la ilusión, con una representación errónea, distorsionada de su contenido social […] un punto de vista puede ser bastante exacto (“verdadero”) en cuanto su contenido objetivo, y sin embargo, completamente ideológico”. 

Por tanto, lo que vuelve ideológica una idea no es su carácter falso, sino el hecho de que “es funcional respecto de alguna relación de dominación social  de un modo no transparente” (la naturalización de la superioridad masculina, la enfermedad como castigo divino, la superioridad de una raza sobre otra, etc.). En suma, una idea se vuelve ideológica si permite naturalizar o justificar de forma oculta una determinada opresión. De hecho, mucho mejor si es verdadera para su efecto ideológico, enfatiza el filósofo. 

De tal forma que si la ciencia busca explicaciones verdaderas sobre la realidad, esto es, justificadas y exitosas en la tareas de predecir o controlar, ello no impide su posible carácter ideológico. Para ilustrar esta idea podemos buscar ejemplos en la historia de la ciencia con usos ideológicos. La genética en sus inicios fue impulsada con fines eugenésicos, o algunas explicaciones biológicas sobre la diferencia entre hombres y mujeres justificaron diversos roles culturales. Si bien estos modelos de explicación han cambiado con el tiempo (la función de los genes o las diferencias biológicas entre hombres y mujeres), en ciertos contextos, posibilitaban naturalizar ciertas relaciones de dominación. 

Un caso contemporáneo que aporta mayor claridad es el de la psiquiatría. Esta disciplina ha desarrollado en las últimas décadas ciertas bases biológicas, sin embargo, algunos análisis han señalado cómo esta biologización y la consecuente medicalización, como forma de tratamiento, tienden a situar exclusivamente en el individuo el origen de los padecimientos mentales (depresión, ansiedad, etc.), ignorando sus raíces sociales y sistémicas. Esto despolitiza el fenómeno y usa ideológicamente resultados científicos, sin que tengan por qué ser falsos. 

En suma, si seguimos los análisis baconianos, nietzschianos y foucaultianos sobre el vínculo entre verdad y poder, la ciencia siempre es un poder. Por ello lo deseable no es pensar una ciencia pura o neutral, incompatible con la ideología, sino qué tipo de ciencia nos permite implementar poderes usados para el bien común, y en qué sentidos sería deseable que la ciencia no tenga relevancia social.  

*Profesora del Departamento de filosofía de la Universidad de Guadalajara

[email protected] 

 

Lea, de la misma autora: Conexiones entre economía y física: Marx y la energía

 

Edición: Fernando Sierra


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