Como anticipo a los cierres de campaña, llegó el tercer debate entre Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de la coalición Sigamos Haciendo Historia; Xóchitl Gálvez, de Fuerza y Corazón por México, y Jorge Álvarez (a) Máynez, de Movimiento Ciudadano (MC). Horas antes había tenido lugar una amplia concentración en apoyo a Gálvez Ruiz en el Zócalo de la Ciudad de México y otras ciudades.
Los ejercicios previos, organizados por el Instituto Nacional Electoral, resultaron precisamente eso: ejercicios de retórica, intercambios de descalificaciones y lanzamientos de provocaciones, privando sobre propuestas. En esta ocasión no hubo novedades ni sorpresas. Posiblemente, tampoco una gran variación en la intención del voto asociada al debate.
Los encuentros entre candidatos, por lo general, han quedado por debajo de las expectativas de la ciudadanía. Sin embargo, es necesario establecer que la clase política no es sino el reflejo de la sociedad mexicana y no seres iluminados con la capacidad de transformar todo como por arte de magia.
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Parte de la expectativa era que Xóchitl Gálvez podría aprovechar los temas Inseguridad y crimen organizado, y Democracia, Pluralismo y división de poderes para cuestionar severamente a la candidata oficial Claudia Sheinbaum, dado que la oposición ha manifestado continuamente que estos rubros son en los que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha fallado -incluso han acusado a esta administración de pactar con la delincuencia organizada -y en los que revela una vocación autoritaria y antidemocrática.
Sin profundidad en el discurso, Gálvez se limitó a contestar que sí impulsaría una reforma al Poder Judicial, sin manifestar cuál sería su alternativa, y a reclamar que no eliminaría a todos los diputados plurinominales, y a lo mucho concedería a que la Cámara baja quedara con 400 legisladores, dado “el gobierno autoritario de Morena”.
Por su parte, Jorge Álvarez Máynez, ya con toda seguridad conocedor de las encuestas y tras un duelo cómico con el presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional, Alejandro Moreno Cárdenas, se vio con mayor seguridad frente a los micrófonos en busca de atraer votantes para la opción que representa MC. De alguna manera, logró fortalecer la idea de que a pesar de la Marea rosa puede disputar el segundo lugar en los comicios. Independientemente del lugar que consiga en la votación, si consigue superar los dos dígitos habrá sido un éxito para su estrategia de campaña, que se concentró en universidades en lugar de la usual apuesta por el “territorio”.
Pero en el electorado queda un sabor agridulce. El tercer debate resultó también una especie de déjà vu de los previos. A pesar de que los dos últimos experimentaron cambios en su formato, el acartonamiento de las candidatas y el candidato fue la constante en los tres. Cuando los debates terminan por producir cierto hartazgo y decepción en el electorado, es porque se han convertido en ejercicios de oratoria y lo que se incentiva es el abstencionismo; un resultado que no beneficia ni a la ciudadanía, ni a los partidos.
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