Hay viajes en el transporte público que te llevan a otra planeta. Así le sucedió a Carlos, rumbo a su trabajo, en el centro de Mérida. Tomó la ruta 23, con destino a Vergel I. En esa ocasión se encontraba sólo, así que se sumergió en la pantalla de su celular; en esa caverna, soñaba con sombras platónicas. Mientras un video se cargaba, vio un libro solitario en el asiento desocupado de la izquierda; un libro huérfano. Lo tomó, y miró a los pasajeros; nadie reclamó la paternidad. Hacía años que Carlos no tenía entre sus manos un libro, mucho menos como el que tenía entonces. Se atrevió a abrirlo; pasará mucho tiempo para que olvide aquel primer párrafo, que más de letra parecía compuesto de anzuelos. Al llegar al último paradero, Carlos ya había leído tres capítulos. Una semana después, siguiendo las instrucciones que tenía el libro que descarriló su regreso, escribió su nombre y lo dejó en un asiento vacío de la unidad del Va y ven. En la parada que está más cerca de su trabajo, no se bajó, amartizó, como los personajes desquiciados de las crónicas de Ray Bradbury que ahora dejaba en otras manos. El 1 de abril se realizó la primera siembra de libros en todas las rutas del Va y ven. Cientos de ejemplares ya van por la segunda, tercera leídas, en un ejercicio inédito en el transporte público de la península de Yucatán, e incluso más allá. Fue una iniciativa silenciosa que, sin embargo, continúa retumbando, como batalla de percusionistas, en la vida de muchos pasajeros. Como Ileana, quien aún duda si ella encontró el libro —en el primer asiento de una de las unidades de la Ruta 4, esa que va del Periférico a la Guadalupana— o el libro la encontró a ella, náufraga. Desde ese día no deja de pensar en Fitzwilliam Darcy, o simplemente Darcy. ”Yo ya me había resignado”, confiesa. ”Pero ahora sé que hay un Darcy esperándome”. Después de varias relecturas puede incluso recitar pasajes enteros de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, el libro que encontró en el camino a visitar a su tía. Ya está lista para liberarlo de nuevo: "Sólo espero que otra lo encuentre y le guste tanto como a mí”. Más que sembrar semillas, se liberan esporas, que se posan suavemente en vidas y, en ocasiones, las cambian para siempre. Como cambió la forma de ver el mundo de Santos. Ahora no deja de pensar en el gran hermano y cómo nos vigila. ”Antes estaba ciego, y ahora veo”, admite, saboreando el éxtasis pasajero de los distópicos. Nunca había leído un libro que no fuera de texto, así que cuando leyó 1984, de George Orwell, sintió una descarga. Y no es para menos. ”Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las 13…”. Y es que, en efecto, era abril, extrañamente no había calor y era la una de la tarde. Fue una especie de magia, recuerda. ”Como si alguien me estuviera espiando”. Primerizo en eso de la ficción, tardó en digerir la oscura realidad alterna imaginada por Orwell, pero después incluso se aventuró en ver las similitudes del libro con la actualidad. No así le sucedió a Carolina, que una noche de calor excesivo se sentó junto a un ejemplar firmado por esa fábrica de pesadillas que se llama Stephen King. Desde esa noche, Carolina, al esperar el Va y ven que la lleva a su casa —Ruta 10: Centro-Xmatkuil— mira con disimulo las rejillas pluviales de la calle, temiendo vislumbrar esa sonrisa de dientes cariados y afilados como sierras que le desbloqueó un nuevo miedo. A Roberto le tocó leer —y releer y rerreleer— El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. No entra en detalles —dónde y cuándo se topó con el libro liberado— pero asegura que fue en el momento y en el lugar adecuados. ”Fue como un salvavidas”, compara, de nuevo, dejando que el silencio fabule escenarios. De él es la ilustración que acompaña este artículo. Pedro solía decir que, en ocasiones, se sentía una cucaracha; lo admite. Pero ahora sonríe, asegurando que estaba muy, muy equivocado. Lo dice esgrimiendo un libro como quien esgrime un matamoscas. El libro, claro, es La metamorfosis, de Franz Kafka, y lo encontró en un Va y ven de la Ruta 70 Komchén Exprés. Precisamente, comparte, una semana después de terminar de leer el libro en fuga, leyó en este mismo espacio el artículo La xla metamorfosis, de un tal Cicero. Desde esa primera siembra, también viajan en los Va y ven personajes como Frankenstein y Harry Potter. Este programa —que no sólo fomenta la lectura sino que cambia completamente la experiencia del usuario; en este caso específico, pasajero— incluye obras clásicas y contemporáneas, tanto de ficción como ensayos y de divulgación. Hay autores muertos, y otros muy vivos; novelistas de islas remotas y de colonias de Mérida, como Ramón Valdés Elizondo, cuya historia Flor negra es una de las que más lectores ha cosechado desde su primera siembra.
Esta es la octava ocasión en la historia de la organización que se tiene una seguidilla con ese número de encuentros ganados
La Jornada
El mexicano se impuso por decisión unánime al cubano William Scull y recuperó el cinturón de la FIB
La Jornada
El grupo de participación estatal mayoritaria integra a los aeropuertos de Palenque, Chetumal y Tulum
Gustavo Castillo García
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Efe