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Foto: Ap

Finalmente, como estaba pronosticado, el huracán Beryl impactó la península de Yucatán el pasado viernes. En contra de lo esperado, ni provocó grandes inundaciones, ni dejó una estela de destrucción a su paso. Los daños se limitaron a ramas desprendidas, algunos anuncios espectaculares derribados, junto con uno que otro árbol notoriamente enfermo. En fin, ninguna desgracia que lamentar, y nada que no requiera más que maniobras de limpieza.

Sin duda, Beryl no fue el fenómeno anticipado. Los medios en general estuvieron al pie del cañón, reportando el paso del huracán y llamando a obedecer el confinamiento asociado a la alerta roja. Sin embargo, el servicio de electricidad únicamente se interrumpió en unas pocas áreas y por poco tiempo, lo que permitió mantener la comunicación entre amigos y familiares, con el correspondiente intercambio de memes que hizo sumamente llevadero el encierro. Todo lo asociado a la batalla entre Chaak y Poseidón no hizo más que producir risas, pero también el dinosaurio amarrado en Chicxulub, o las fotografías de quienes emplayaron sus automóviles en busca de protegerlos, o incluso las imágenes acerca de la “espera” a que llegara el ciclón. Tal vez, después de muchos años, la gran amenaza simplemente no lo fue y también nos encontró mucho mejor preparados.

Las pláticas subsecuentes, una vez que el ciclón salió al mar, fueron precisamente sobre esos temas, prolongando la alegría por haber pasado la alarma sin mayor contratiempo. Eso sí, las reacciones también fueron reclamos como “para qué compré tanto atún (pan, galletas, los productos no perecederos que quiera mencionar)”, “ya que amarré mi tinaco” (compresor, paneles solares, etcétera), “tan cara que me costó la linterna”. Tales quejas no tendrían motivo si, para empezar, hubiéramos sido un poco más considerados y racionales al hacer compras preventivas; porque hubo el llamado a no caer en compras de pánico. Por otro, la prevención debe continuar.

Beryl es apenas el segundo huracán de la lista propuesta para este año y la temporada de ciclones y tormentas tropicales concluye todavía en cinco meses. Todavía falta llegar a septiembre y octubre, que es cuando, históricamente, se han dado los fenómenos que más daño han causado a la península.

Incluso, para quienes tuvieron el privilegio de pasar la contingencia en casa, seguramente quedó un aspecto para mejorar la seguridad alrededor de la misma. Desde limpiar los desagües hasta eliminar los objetos que puedan convertirse en proyectiles. Es momento de aprovechar la inercia y así evitar que un próximo meteoro sí venga con mayor potencial destructor.

También es momento para que las autoridades evalúen la respuesta de la población a las alertas y hacer los ajustes necesarios para garantizar la seguridad de todos. Desde la instalación de albergues, pero también el desazolve de pozos colectores y, particularmente para el municipio de Mérida, concluir la fallida campaña de descacharrización. Fallida, sí, porque cada año se realiza y aumenta la cantidad de desperdicios recolectados, lo que quiere decir que la población sigue utilizando sus patios como sitios de acumulación de residuos voluminosos en lugar de mantenerlos limpios. Tenemos una falla tanto en autoridad como en ciudadanía; la primera, rebasada al no poder terminar la recolección conforme a su programa, la segunda, por la incapacidad de construir un hábito de higiene en el espacio privado, que termina por incidir en la salud pública.

Pero mientras, Beryl nos dio una lección acerca de cómo respondemos actualmente a las alertas de huracán. Si algo hemos conseguido es, precisamente, prepararnos incluso exponiéndonos a la infodemia. Beryl nos ha mostrado, también, cuáles son los canales confiables para obtener información meteorológica y quiénes optaron por el amarillismo en busca del “like” inmediato. Tenemos todavía mucho por mejorar, es cierto; pero también lo es que, por ahora, hemos recibido la oportunidad para prepararnos mejor en caso de una nueva amenaza. Optemos entonces por una mejor limpieza en el hogar, y de ser posible en el vecindario; hacer las compras preventivas necesarias, y no acaparemos lo que ni siquiera nos podremos acabar y que sí necesitará alguien más, y apoyemos a las autoridades haciendo lo que nos toca y dando aviso de situaciones de riesgo cuando sea necesario. Que el próximo huracán nos encuentre firmes.

Lea, de la misma columna: Hacia nuestra primera década

Edición: Fernando Sierra


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