Opinión
Felipe Escalante Tió
29/08/2024 | Ciudad de México
De que los años de la Revolución fueron convulsos, no cabe la menor duda. Incluso entre los habitantes de Mérida había quien acostumbraba ir armado por las calles, ya fuera con una espada escondida en un bastón o con una pistola; lo que se puede confirmar revisando la prensa de esa época. Pero también fueron años en los que la gente buscó asociarse con sus colegas más allá de las fronteras estatales con el fin de lograr la interlocución con el gobierno.
Uno de estos casos nos lo brinda una agrupación que tuvo cierta influencia nacional durante casi todo el siglo XX, y en la cual se encontraba a periódicos y periodistas que hasta la fecha son considerados los decanos fuera de la capital del país. Se trata de Prensa Asociada de los Estados, que para 1911 celebraba su quinto congreso y era presidida por el yucateco Carlos R. Menéndez, quien durante muchos años fue también el principal impulsor del proyecto.
La Revolución, propiamente, no fue benévola con Menéndez. Cabe decir que, a pesar de provenir de una familia partidaria de la revolución de independencia de Cuba, Menéndez no quiso participar con los grupos revolucionarios de México y sí, en cambio, militó en grupos que fueron enemigos del movimiento iniciado por Francisco I. Madero aunque después, con mucha habilidad, hizo pasar la revuelta de Valladolid como la primera chispa de la Revolución.
El Quinto Congreso de Prensa Asociada de los Estados se celebró en Jalapa, Veracruz, y entre sus conclusiones se encontró una que fue replicada en el Diario Yucateco en su edición del 3 de noviembre. Se trataba de un telegrama hecho llegar al gobernador José María Pino Suárez, quien había resultado electo apenas en septiembre y había enfrentado en una cerrada elección a Delio Moreno Cantón, quien había sido mentor de Menéndez en La Revista de Mérida.
Era costumbre de los periódicos reproducir íntegros los telegramas que llegaban a los gobernadores y las contestaciones que estos daban, por lo que con toda seguridad eran los mismos gobiernos los que hacían llegar estas comunicaciones a las salas de redacción a fin de que aparecieran publicados al día siguiente. Eso sí, a veces venían acompañados de un comentario de parte de los editores.
La petición de los periodistas se entendía desde la cabeza de la nota: “La Asociación de Periodistas de los Estados solicita del Lic. Pino su influencia en favor de D. Felipe Carrillo”. Se trataba de Felipe Carrillo Puerto, por quien Carlos R. Menéndez intercedía, pues era él quien firmaba el telegrama como presidente de Prensa Asociada de los Estados, y por José Hinojosa, quien fungía como secretario. El comunicado es breve: “El Quinto Congreso de la Prensa Asociada de los Estados acordó solicitar de Ud. unánimemente se sirva interponer sus valiosas influencias para que se haga pronta y cumplida justicia al honorable consocio en desgracia don Felipe Carrillo”.
En pocas palabras, Menéndez y compañía pedían que Pino Suárez interviniera ante el juez que estuviera llevando el proceso contra Carrillo Puerto a fin de que éste saliera libre. El motivo de la prisión del futuro gobernador socialista era el asesinato de Néstor Arjonilla, hecho que se dio durante la campaña electoral, en la que Carrillo Puerto apoyó a Delio Moreno, al igual que el director de La Revista.
Pino Suárez contestó inmediatamente el telegrama en los siguientes términos: “tengo el gusto de manifestarles que el señor Felipe Carrillo goza de las garantías y derechos establecidos por las reformas de las Leyes Penales, iniciadas por mi Gobierno, y decretadas últimamente por el Congreso del Estado, asegurándoles que sin necesidad de interponer influencia alguna, la nueva Administración de Justicia sabrá otorgarla cumplidamente a su recomendado. Lamento que por tratarse de un delito del orden común, el señor Carrillo no pueda gozar de las prerrogativas recomendadas y otorgadas por mi Gobierno a los periodistas por delitos de imprenta. Salúdolos atentamente, deseándole el mejor éxito en sus trabajos”.
En efecto, Pino Suárez no intervino en favor de Carrillo Puerto, aunque el manejo del caso sí fue político y el motuleño hizo varios meses en prisión, alegando que mató en defensa propia.
Mucho se dijo entonces acerca de si Arjonilla había sido contratado para asesinar a Felipe Carrillo, aunque lo cierto es que las diferencias políticas entre ambas familias, asentadas en Motul, venía de varios años atrás. Pero eso le corresponde a otras noticias, y a otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña