Opinión
Felipe Escalante Tió
17/09/2024 | Mérida, Yucatán
A veces ocurre algo que se nos antoja sumamente difícil y, no solamente sucede sino que no nos damos cuenta. Es el caso de la desaparición de un monumento que se encontraba alojado en el Parque Zoológico del Centenario, en Mérida; lo que queda de una mente infantil lo recuerda próximo a donde hoy se localiza el kiosko, un poco más adelante del vagón acondicionado como cafetería.
Se encontraba en un pedestal, por lo que para cualquiera que pasara por ahí era prácticamente imposible ignorarla. Se trataba de La Rafaelita, un vehículo de hierro macizo diseñado para aplanar calles y que fue traído a Mérida por don Rafaél Peón, entonces munícipe, para la pavimentación de la ciudad. En algún momento, la aplanadora pasó a formar parte del acervo del Parque del Centenario en agradecimiento al servicio que había brindado, y destacándola como símbolo del progreso.
Existe otra, a la entrada de Valladolid, pero ésta es de fabricación más reciente que la que se encontraba en el Centenario.
¿Qué le pasó a La Rafaelita de Mérida? Alrededor de 2007, mi padre se encontraba enfrascado en una investigación sobre el barrio de Santiago y por supuesto, ésta incluía al Centenario. En su memoria, y también en la mía, se encontraba la imagen de ese armatoste metálico, denso, pintado de negro y blanco, que debía pesar por lo menos cinco toneladas. Por más que recorrimos el zoológico, no la hallamos.
Para averiguar el paradero de aquella noble máquina, papá recurrió a la Unidad Municipal de Transparencia. Para nuestra sorpresa, obtuvimos una respuesta, pero ésta vino de uno de los integrantes del Consejo de Cronistas; ni por asomo un funcionario del Centenario y menos de la Contraloría. Alguien “pensó” que como se trataba de un objeto histórico la respuesta debía venir de alguien entendido en esta disciplina y no por parte de quienes debían custodiar este monumento que era patrimonio de los meridanos.
Ahí donde hay animales, se entiende que alguno desaparezca por complicaciones de salud o por vejez, y no necesariamente por, como suele alegarse maliciosamente, porque alguien quiso comer venado o kitam. Pero que haya desaparecido una aplanadora que solamente podía moverse con el auxilio de una grúa, ese sí que es un gran misterio.
Lea, del mismo especial:
Edición: Fernando Sierra