Opinión
La Jornada Maya
01/10/2024 | Mérida, Yucatán
No hay plazo que no se cumpla, y este día, México amaneció con una mujer como titular del Ejecutivo federal. Hay un cambio en el gobierno, pero también en el nivel estatal, pues nueve gobernadores electos también el pasado 2 de junio ya despachan oficialmente. Entre estos últimos se encuentra Joaquín Díaz Mena, Huacho, quien relevará en la obligación constitucional a Mauricio Vila Dosal, pero tomó posesión anoche, y recibió la administración de la abogada María Fritz Sierra, encargada del despacho.
Díaz Mena llega como parte del partido triunfante: Movimiento Regeneración Nacional (Morena), después de dos intentos por hacerse de la gubernatura de Yucatán, uno como morenista, en 2018, y antes como abanderado del Partido Acción Nacional (PAN), en 2012.
El hoy gobernador es alguien que gusta de presentarse como cercano a la gente. Presume su origen rural, específicamente del municipio costero de San Felipe y, por lo tanto, conocedor de las actividades primarias; especialmente la ganadería y la pesca. A partir de aquí es que busca que se le identifique como Huacho, sobrenombre tradicional en la entidad para quienes se llaman Joaquín.
A partir de ahí, Díaz Mena ha adelantado su estilo como candidato y, en cuanto a la ceremonia de toma de posesión, también ha marcado que la identificación con la gente, “el pueblo”, es un aspecto primordial para él. El mero hecho de que en lugar de presentarse él ante el Congreso, que en los regímenes republicanos son reconocidos como la representación precisamente del pueblo, se haya optado por realizar la toma de compromiso constitucional en el centro de Mérida, en la Plaza de la Constitución, trasladando a los diputados al corazón de esta capital, para después seguir con un concierto de la banda El Recodo, es precisamente un rasgo distintivo que puede marcar el rumbo que seguirá la nueva administración.
Trasladar la toma de compromiso a la Plaza es una decisión que simboliza mucho: implica que es la autoridad la que debe salir al encuentro de la población y realizar frente a ella el ritual político correspondiente. No es una cuestión de transparencia, sino de manifestar que el espacio público no puede ser vacío y que muchos de los edificios donde hoy se encuentran los diferentes poderes, al menos para la atención al público, están alejados de donde el pueblo desempeña la mayoría de sus actividades.
Sin duda veremos más actos en los que lo importante será la reafirmación del discurso según el cual el nuevo gobernador es alguien surgido del campo yucateco y que las raíces de la identidad local han llegado al Palacio de Gobierno de nueva cuenta. El desafío que Huacho tiene por delante, sin embargo, no es el demostrar que hay una identificación plena entre autoridad y gobernados, sino en su capacidad para emprender una transformación de fondo en el estado en lugar de transitar por una ruta ya marcada desde hace 40 años.
Animarse a transformar requiere de varias habilidades de las que sin duda Huacho ya ha tomado nota después de tres campañas. Lo primero es que no basta la voluntad individual para lograr cambios; se requiere de capacidad para construir consensos, y también es necesaria la visión para efectuar reformas a la Constitución estatal y que éstas sean aceptadas por la población y los entes públicos que estén sujetos a cambios orgánicos.
Huacho ha hecho público que el presupuesto que heredará para concluir el año es de 400 millones de pesos, de los que habrá que descontar los montos asignados a cubrir diversas deudas, por lo que la suma se antoja insuficiente para cumplir con todas las obligaciones sin necesidad de contraer deuda. Por otro lado, el cambio de gobierno choca con el periodo en el cual se presentan y discuten los presupuestos en el Congreso, y esa es la otra parte de la ecuación de las transformaciones: se requiere de dinero sobre el cual se tenga capacidad de decisión para emprender obras y crear programas de atención que impliquen una novedad, en concordancia con los postulados de la Cuarta Transformación.
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Edición: Estefanía Cardeña