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Foto: Juan Manuel Valdivia

Quintana Roo, por sí mismo, es una potencia turística. La belleza de las playas de la zona norte del estado es motivo suficiente para que, cada hora, 725 visitantes lleguen a Cancún desde los Estados Unidos. Otros países envían cantidades proporcionales de turistas cada año, lo que dispara la demanda de alojamiento y demás servicios asociados a la actividad.

La oferta turística responde: en los primeros siete meses de este 2024 ya incorporó 4 mil habitaciones a las 133 mil existentes. Esto se traduce en creación de empleos en el sector de la construcción y posteriormente en hotelería, en los cuales las plazas suelen ser precarias.

El movimiento económico a partir del turismo es sumamente dinámico. Para el Caribe Mexicano, compuesto por 12 destinos, esto significa que llegan más de 12 millones de visitantes y dejan una derrama considerable; la suficiente como para que la que se manifieste la confianza de los inversionistas extranjeros, que han anunciado más de mil millones de dólares para distintos proyectos a llevar a cabo durante este año y el próximo.

Continuar rompiendo récords en materia turística ha significado grandes ganancias para los consorcios hoteleros, franquicias y algunas empresas de transporte. El éxito en el ramo no necesariamente se traduce en prosperidad para guías de turistas, meseros, anfitrionas, auxiliares de cocina, camaristas, taxistas, y ya no digamos albañiles, plomeros, electricistas y demás obreros. Depender de propinas o tener que vivir en galerones con otros compañeros porque el salario es insuficiente para alcanzar una vivienda en la que se pueda alojar a la familia no puede llamarse prosperidad, ni desarrollo, ni justicia social.

Algo debe modificarse en la economía de Quintana Roo para que la promesa de un desarrollo sostenible sea una realidad. Cuando al destino llegan más de 3 millones y medio de visitantes en los primeros meses del año, la derrama debería llegar a todos los que hicieron posible una estancia grata.

La historia se compone de momentos, por lo que cada uno de ellos implica la posibilidad de trascendencia. Romper la dinámica en la cual crece el número de cuartos de hotel, con los commodities asociados a ellos, pero esto no lleva a que la población que trabaja en el sector turístico o en su cadena de proveeduría alcance un nivel de ingresos bastante para satisfacer las necesidades de vivienda, alimentación, educación y salud, la relación entre el motor económico que es el turismo y el desarrollo social seguirá siendo inversamente proporcional.

El impacto del turismo, sobre todo cuando es una actividad en crecimiento, cae en varios aspectos; desde el medio ambiente hasta la economía, sin olvidar la alteración del modo de vida de las comunidades cercanas a los destinos, incluso en los índices de seguridad. Hacerlo sostenible es un desafío que pasa por la prioridad que proclama la Cuarta Transformación, que es “primero los pobres”, y resolver con justicia que las grandes inversiones impliquen prosperidad para quienes desempeñan los trabajos más precarios será un gran logro de esta generación, siempre y cuando se pase de las palabras a los hechos.


Edición: Fernando Sierra


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