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Calavertitas versus Fantasmitas

El nivel de impacto ambiental de las festividades cambia
Foto: Dalila Aldana Aranda

Se acercan los días de muertitos y del ya instalado Halloween. Nuestras ciudades se han pintado de naranja, de las flores de cempasúchil al naranja de Fantasmitas y Calabazas de plástico del Halloween. La vida, hoy es “rápida y práctica” y para ello nada mejor que la “compradera”. Eso me llevo a recordar que, a escala Planetaria, los homínidos en unas cuantas decenas de años, transforman Todo, entre estos el clima, y la contaminación del Océano, ríos y atmósfera.

La manera de realizar a cabo las festividades, simplemente son diferentes. Antes y ahora son diferentes, cómo también su nivel de impacto ambiental que estas tienen.

Si utilizamos, como ejemplo, la festividad Día de Muertos y el Halloween. Hace unos años, no muchos. Los niños salían de sus casas simplemente con una caja de cartón, donde estaban guardados los zapatos para los fines de semana y fiestas. Dado que la mayoría de nosotros nada más teníamos un par de zapatos y en el mejor de los casos también un par de tenis de tela. A la tapa de esa cajita, nos dejaban hacerle los huecos para darle forma a la carita de la calaverita. En su interior, una velita y ya obscureciendo, se salía a pedir para nuestra calaverita. Con ese dinero se compraba una calaverita de azúcar. De esas calaveritas que magistralmente son decoradas por nuestros artesanos con azúcar de múltiples colores que llevan el nombre y que desde muy chicos aprendemos de las chichis y mamás a que hay que darle su mordida. A mí nunca me ha gustado el azúcar, pero lo hacía. Al final, es un simbolismo que transmite lo que es la vida y su ciclo. Mi papá, un hombre sabio, tenía muy claro ese ciclo de la vida; nacer, crecer, reproducirse y cerrar ese ciclo. Así es la vida.

Ahora sorprende, o al menos a mí, la celebración del Halloween, no por ser un evento trans-cultura, sino por su impacto ambiental. La manera de realizarlo tiene un impacto ambiental, que creo muy pocos ciudadanos se dan cuenta de ello. Tanto la “decoración” de las casas, como los niños y los adultos que salen a festejar el Halloween. Me impresiona ver la cantidad de objetos de nilón inflables o de plástico rígido de PVC con formas de fantasmas, Brujas, Calaveras, Calabazas, Frankenstein, decapitados, esqueletos, gatos, etcétera. Yo me pregunto si están conscientes de la cantidad de plástico que están generando, que la mayoría terminará una vez más en los botes de basura y en los sitios de disposición final de esos residuos de nuestras ciudades, a los cuales ya no les entra más basura. El impacto que estén prendidos los inflables, el gasto de energía, el gasto de dinero. Objetos que llegan por el mercado voraz, que siempre está sometiendo a sus consumidores a comprar, a tener más. Además, los que piden su “trick or treat” tienen que ir disfrazados y ahí está otra compradera, de millones de objetos que vienen de fuera que no generan ninguna economía regional. Los mercados, simplemente se encargan de vender. En este proceso de 180º, de la calaverita al Halloween, surgió una ventanita de oportunidad de economía regional que fueron las calabazas hechas de barro por nuestros artesanos alfareros. En lugar de hacer macetas se pusieron a hacer calabazas en forma de calaveritas. Eso me hizo recordar, la extraordinaria novela de Saramago, la de la Caverna, donde los personajes son alfareros y ante una situación crítica que ya no lograban vender sus platos y jarros la hija decide qué van a hacer figuras- personajes. En esta obra  de Saramago, realiza una diferenciación de dos estados de vida: el campo, donde se vive de manera más rudimentaria y arcaica, y la ciudad, espacio donde se entroniza el consumismo y las demandas pragmáticas del mercado.

Me gustaría que nuestros lectores tengan una reflexión sobre el impacto ambiental de “festejar” comprando y desechando, con su Huella de CO2 al consumir de esa manera. Porque no fomentar un Mercado de Reciclado/Alquiler/decoración para Halloween, se renta, se disfruta el momento y se volverá a reutilizar.

Sobre todo, ahora que estamos en la COP 16 sobre la conservación de la Biodiversidad, hay  que informar a la ciudadanía que no solamente es el no matar al animal o planta amenazada, si no es que para que esa planta o animal pueda vivir necesita su hábitat, como nosotros una casa. Para tener hábitats, se requiere un Planeta con Salud. Recuerden que los alimentos que consumimos no “nacen” en un supermercado.


Dalila Aldana Aranda
Premio Nacional de Ciencias



Edición: Estefanía Cardeña


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