Opinión
Felipe Escalante Tió
05/12/2024 | Mérida, Yucatán
Una nota periodística breve puede ofrecer mucha información, pero al mismo tiempo dejar un sinnúmero de interrogantes acerca de cómo se hacían las cosas en una determinada época. Aquí, una mente entrenada encontrará indicios de cómo podía estar organizado, por ejemplo, el comercio de alimentos o tal vez la respuesta de la policía o los bomberos ante alguna contingencia.
En esta ocasión encontramos una nota muy agradable desde su presentación al lector. En términos periodísticos es una simple fotonota, pero la imagen es el retrato de la pianista Adela Verne, quien visitó Mérida en octubre de 1909.
La información se encuentra en el Diario Yucateco, en su edición del 11 de octubre de 1909, bajo el título “La notable pianista Adela Verne”. Ahora bien, la brevedad a que obligó la nota apenas deja saber al lector que la artista había llegado a Mérida el sábado anterior, y que la señorita Verne, “eminente pianista bávara que acaba de obtener grandes triunfos en la capital”, había arribado acompañada de su representante, señor Luis David.
En realidad, Adela Verne era inglesa, aunque de ascendencia germana. Al momento de visitar Mérida tenía 32 años, y ya se le consideraba la mejor pianista de su tiempo en el mundo y se le aclamaba como sucesora de la venezolana Teresa Carreño, quien era tenida por la principal pianista de América Latina; aunque esta última fue también cantante y compositora destacada.
La estancia de Adela Verne en Mérida debió ser relativamente prolongada, dadas las comunicaciones de la época. Tomando en cuenta que se había presentado en la Ciudad de México, debió trasladarse de ahí al puerto de Veracruz para dirigirse a Progreso en algún vapor y de ahí abordar el ferrocarril hacia Mérida. Los viajes en barco llevaban varios días, por lo que permanecer una o dos jornadas en el destino era impensable, así que era necesario asegurar suficientes funciones para que la gira resultara redituable.
El programa de Adela Verne incluía “como ya hemos dicho, dos conciertos, el primero de los cuales se verificará el miércoles próximo en la Lonja Meridana”, indica el periódico, aunque por más que se hizo durante la investigación, no se encontró una nota previa que diera a conocer la llegada de la artista y cuántos recitales ofrecería.
Cuestión aparte era exponerse a los medios de comunicación. El Diario Yucateco deja saber que “En la mañana de hoy honró nuestra Redacción el señor David, quien nos invitó para una audición privada que la señorita Verne dará la noche de hoy en la casa habitación de la señora Leonor Portas, viuda de Domínguez”. Esto resultaba muy curioso, pues la publicación era un matutino que había resultado de la fusión entre un periódico de la tarde (El Peninsular) y otro de la mañana (El Eco del Comercio), así que resultaba un tanto extraño que la invitación y la audición se dieran el mismo día. Eso sí, con toda seguridad Luis David acudió también a la redacción de La Revista de Mérida, cubriendo así a los principales diarios de Yucatán.
El redactor de la nota indicaba: “Nos proponemos asistir y es de esperarse que nuestra sociedad aprovechará la oportunidad, rarísima entre nosotros, de escuchar a una pianista que viene rodeada de gran prestigio”.
Y aquí es donde surge la gran pregunta: ¿cómo se conformaba el gusto musical de una sociedad? Tomemos en cuenta que faltaban alrededor de 15 años para que se estableciera la primera estación de radio en Yucatán, y que aunque ya existían los fonógrafos, el catálogo de grabaciones resultaba aún limitado. Por otra parte, el repertorio de Adela Verne incluía piezas de los siglos XVIII y XIX, pero también mucho del naciente siglo XX, y otras que resultaban sumamente recientes, como el Concierto para Piano en Sí bemol menor, de Tchaikovsky, que apenas se había escrito en 1898, y que Adela había estrenado en Australia, al igual que con el Concierto en Sol Menor para Piano, de Camille Saint-Saëns.
Muy probablemente la ejecución de piezas como estas llamaran la atención del público yucateco que la escuchó, pero que posiblemente, por falta de aptitudes para apreciarlas, acabó inventando los chismes que recogió Juan Francisco Peón en Chucherías de la Historia de Yucatán (1985), llegando a decir que la artista “Adelo”, cuando en realidad habían estado frente a un prodigio de la música que llevaba más de dos décadas inmersa en estudios y ensayos, y cuya carrera duraría otro medio siglo.
Para el arte hay gustos, y en el mundo de la cultura yucateca siempre hay chismes, pero eso es materia de otras notas, y otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña