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Finalmente, el panel de resolución de controversias del Tratado México -Estados Unidos y Canadá (T-MEC) resolvió que el decreto del 13 de febrero de 2023, emitido por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, debe ser abrogado porque no estuvo basado en una evaluación de riesgo adecuada, evidencia científica y normas internacionales relevantes. En 45 días deberá promulgarse una nueva legislación, alineada con el Tratado.

Era sabido que existían muchos intereses en juego en la cuestión del maíz transgénico, y estamos hablando del Estado Corporativo estadunidense, que alegando la defensa de los agricultores de ese país en un negocio que representa 5 mil millones de dólares, evita mencionar que los “productores” son apenas el 3 por ciento del total de las granjas que concentra el 47 por ciento del ingreso del sector, cuatro empresas que controlan 85 por ciento del mercado de semillas de maíz y otras cuatro que controlan 84 por ciento del total del mercado de herbicidas; estos últimos son inseparables de la siembra de semillas modificadas genéticamente, haciendo prácticamente imposible la rentabilidad de la producción para cientos de miles de granjeros.

El decreto mexicano, en efecto, más que afectar a los medianos productores estadunidenses -porque el cultivo de maíz transgénico requiere de grandes extensiones de tierra para ser más o menos rentable, de manera que ningún agricultor pequeño podría arriesgarse a esa actividad -era contrario al interés de grandes empresas que ya han intentado extenderse por México, estableciendo sembradíos de soya y también maíz, promoviendo el modelo de monocultivo, contrario a la tradicional milpa, siendo que esta última permite el desarrollo de diversidad de especies de cereales, leguminosas, tubérculos, cucurbitáceas y frutales al mismo tiempo que se tiene el maíz. También, una gran corporación -Monsanto -está detrás tanto de semillas transgénicas como del desarrollo de herbicidas.


En cuanto a estos últimos, cabe recordar que el más vendido en el mundo es el glifosato comercializado por la trasnacional Bayer bajo la marca Roundup. Monsanto distribuye en México su propia marca, con el nombre Faena, la cual es ampliamente utilizada en la península de Yucatán existen estudios en los que se ha encontrado su presencia incluso en la leche materna de mujeres habitantes de poblaciones rurales en los tres estados que conforman la región.
Por lo pronto, México deberá eliminar la prohibición de importar maíz transgénico para consumo humano, pero independientemente del levantamiento de la restricción, lo relevante será cómo responderá la población como mercado de consumo, porque mientras más exijamos saber de dónde vino el nixtamal o la harina con que se elaboraron las tortillas que llevaremos a la mesa, la importación de organismos modificados genéticamente (OMG) más influimos en la producción de este cereal tan básico. No se trata de evitar futuras quejas por una prohibición, sino de hacer que se desplome el cultivo de transgénicos.

Toca ahora a la presidenta Claudia Sheinbaum presentar una iniciativa para derogar el decreto de su antecesor y, según ha anunciado, promover desde la Constitución que en suelo mexicano no se siembre semilla genéticamente modificada. Por lo menos, en territorio nacional, habrá seguridad de la producción de alimentos inocuos y diversos, libres de herbicidas que producen graves daños al medio ambiente y a la salud de los humanos; pero eso será tarea del Congreso.

Pero serán necesarias otras medidas para la recuperación del campo mexicano y que se tenga una producción alimentaria competitiva mundialmente. Hoy resulta hasta vergonzoso que el país que dio al mundo el maíz no sea autosuficiente en la producción de este cereal, y esto no se debe exclusivamente a los gobiernos neoliberales, sino que viene de mucho más atrás en el siglo XX, desde que inició el proceso de urbanización en el país. Entonces, la transformación tiene que ver con que a los agricultores nacionales se les garantice que su modo de vida y que sus descendientes podrán continuar dedicándose dignamente a estas actividades, obteniendo no solamente el sustento para sus familias, sino que también que este sector primario de la economía signifique oportunidades de prosperidad.

Pero mientras, aunque en la controversia se impuso el mercado, quedó de manifiesto que no existe ninguna mano invisible que lo regule en beneficio ni de los productores ni de los consumidores; de ahí que sea necesaria una alianza entre ambos para tener tanto seguridad como soberanía alimentarias.


Edición: Fernando Sierra


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