Opinión
La Jornada Maya
12/01/2025 | Mérida, Yucatán
Este domingo, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo presentó el informe relativo a los 100 primeros días de lo que será su gestión, un plazo mínimo, comparado con el sexenio que debe cumplir constitucionalmente, pero que históricamente representa una marca para cualquier gobierno.
Sheinbaum no es la primera, y tal vez tampoco será la última persona en tomar el referente de los 100 días como primer hito de un gobierno. Hemos visto, sin mucho asombro, que gobiernos estatales y municipales han hecho lo propio sin que esto quiera decir que han hecho bien o mal hasta el momento. Simplemente se trata de un lapso simbólico que, previsiblemente, marcará el resto de su gestión. Aquí la tendrían más fácil los presidentes municipales, que constitucionalmente están acotados a tres años, pero se trata de un periodo establecido como símbolo desde principios del siglo XIX y que difícilmente se modificará en el futuro inmediato.
En efecto, el lapso de 100 jornadas data del segundo imperio napoleónico, del 20 de marzo al 8 de julio de 1815, un periodo en el cual el ansia de cambio favoreció el retorno del Napoleón Bonaparte, después del exilio en Elba, a París, en una incruenta campaña en la cual fue sumando apoyo popular, pero al mismo tiempo el recelo de las potencias europeas. Toda proporción guardada, con Claudia Sheinbaum ocurre algo semejante porque se ha presentado a sí misma y a su gobierno como el segundo piso de la Cuarta Transformación; es decir, una prolongación, con sello propio, del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Al igual que con el Corso, existen en México presiones internas y externas para que la primera presidenta de México se presente ante sus gobernados de una manera distinta a su antecesor, pero también la circunstancia exige una presencia más activa en ámbitos que fueron descuidados por su antecesor.
Por principio, y al igual que ocurrió con Napoleón, existe una presión generalizada para presentarse como una gobernante constitucional, pese a que ha heredado y mantiene en curso algunas políticas iniciadas en el sexenio pasado que para un sector de la oposición siguen siendo cuestionables, como es la elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial de la Federación. Independientemente de ello, Sheinbaum se ha mostrado como una titular del Ejecutivo que respeta las decisiones del poder que, constitucionalmente, debe ser su primer contrapeso, que es el Legislativo, donde se discutió y aprobó que debe realizarse la elección de juzgadores en los distintos niveles que comprende el Judicial de la Federación.
Sheibaum se encuentra en una encrucijada: seguir el camino marcado por López Obrador, sin desviación alguna, o imprimirle su propio sello a la Cuarta Transformación, lo que a su vez marcaría una diferencia en la forma de gobernar entre hombres y la primera mujer que encabeza el Ejecutivo en México.
La capacidad de la Presidenta no está en duda. De hecho, los mexicanos escogimos mayormente entre dos mujeres. Ese fue el primer criterio que encontramos en las boletas en junio de 2024 y la ciudadanía simplemente se volcó a las urnas, superando la asistencia que se tuvo en 2018. Lo que queda demostrado es que las mujeres pueden participar en cualquier actividad, incluso dirigir un país, sin que esto merme un ápice los valores asociados culturalmente a ser mujer. Todo lo contrario, lo que se manifiesta es que al frente del país hay alguien poseedora de una gran inteligencia, con una sólida formación académica y con gran capacidad para comprender el momento histórico que vive el país.
Pero el mensaje a los miles de asistentes al Zócalo en la Ciudad de México resultó un resumen de los resultados de las acciones emprendidas durante el gobierno de su antecesor, que fueron desde la ocupación del Tren Maya al aumento al salario mínimo general y a la marcha del programa IMSS - Bienestar.
Ahora, como ciudadanía, nos toca centrarnos en lo que marcará la diferencia, y aquí están las acciones en materia de agricultura, comenzando por la prohibición definitiva, desde la Constitución, de sembrar maíz transgénico en el país, siguiendo con el combate a la corrupción en el Infonavit y la creación de instituciones de educación pública, particularmente en los niveles de Media Superior y Superior; a estas últimas habrá que prestarles especial atención porque son un reto a las universidades estatales, muchas de las cuales se encuentran anquilosadas y que también han participado en esquemas de corrupción.
Van apenas cien días y posiblemente haya sido mejor haber esperado al informe del primer año de gestión. Sin embargo, a Claudia Sheinbaum le urge informar y la ciudadanía también necesita saber qué es lo que se está haciendo de manera diferente en la Cuarta Transformación. Queda tiempo, pero ya no esperamos pasivamente.
Edición: Fernando Sierra