Opinión
Normando Medina Castro
29/01/2025 | Chetumal, Quintana Roo
La simulación, presentar una cosa fingiendo lo que no es, es un lastre de la política mexicana en particular y de la vida pública mexicana en general que se instaló con la aceptación tácita o resignada de la sociedad, y que debe desterrarse para alanzar un mayor desarrollo económico y social.
En política mexicana tradicional no importa ser, sino aparentar que alguien es tal o cual cosa. Por eso cobraron gran importancia en el régimen anterior los medios de comunicación, la comentocracia, intelectuales, académicos y líderes de opinión alineados al poder.
El Partido Revolucionario Institucional como instituto político hegemónico, invencible, gobernó más de 70 años consecutivos, simulando una democracia, cuando la realidad era como bien dijo el escritor Mario Vargas Llosa: “una dictadura perfecta”. Se simulaba una competencia cuando en realidad se aplastaba toda oposición mediante el uso de todos los instrumentos del poder.
En la víspera del siglo XXI el entonces presidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, en el colmo de la simulación, negoció en los Estados Unidos la alternancia y en las elecciones del año 2000 procuró la derrota del PRI, su partido, ante el candidato del Partido Acción Nacional (PAN) Vicente Fox Quesada, a cambio de un préstamo de 40 mil millones de dólares, según narra el candidato presidencial priista derrotado, Francisco Labastida Ochoa, en su libro “La Duda Sistemática”.
En el mismo texto, Labastida Ochoa afirma que no fue casual que Zedillo Ponce de León le entregó un PRI quebrado financieramente y además ordenó a los gobernadores que “torpedearan” las giras y actos proselitistas de su candidato. Desde el gobierno anterior a Zedillo, el ex presidente también priista, Carlos Salinas de Gortari había logrado el maridaje PRI-PAN que le permitió alcanzar la presidencia de manera fraudulenta. Los hechos confirmaron que la alternancia fue una simulación con Vicente Fox y Felipe Calderón dos panistas que tenían las mismas prácticas corruptas del PRI al que regresaron el poder con Enrique Peña Nieto. La verdadera alternancia inició con Andrés Manuel López Obrador en 2018 y ahora su movimiento tiene un segundo gobierno con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien tiene que atacar la simulación de gobernadoras(es), alcaldes, y de todos los empoderados a través del movimiento fundado por AMLO. Y además tejer fino en geopolítica para minimizar los daños que podría causar a nuestro país el desenfrenado y megalómano presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aplaudido por la oposición conservadora mexicana, traidora a la Patria.
En Quintana Roo es el signo dominante. No es un asunto de colores, sino de actitudes, acciones y conducta. No es propio de una persona auténtica obradorista pagar una encuesta a la casa encuestadora evidenciada por resultados a modo, la empresa favorita de Xóchitl Gálvez y del ex gobernador Carlos Joaquín, por citar dos ejemplos, como hizo la alcaldesa de Benito Juárez, Ana Paty Peralta para parecer la mejor del país, mientras Cancún padece la inocultable inseguridad y violencia que la carcome junto con los contratos multimillonarios de servicios deficientes. No parece propio de obradoristas la exhibida del turismo personal con Fitur como pretexto, de verdaderos aspiracionistas mareados por el poder y los recursos y que ahora tratan de justificar lo injustificable. En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.
¡Hasta la próxima!
Edición: Fernando Sierra